Arcón de Clío
Desgrabación de la Conferencia de Victorio Paulón – Trelew, 24 de marzo de 1999
Por Gonzalo Pérez Álvarez ([1])
El año pasado nos enteramos del fallecimiento del gran dirigente obrero Victorio Paulón. De inmediato me trajo el recuerdo del impacto que me generó escuchar sus palabras, aquel 24 de marzo de 1999. Yo era un joven estudiante de historia, que apenas iniciaba la cursada de sus primeras materias. La Cátedra Libre “22 de Agosto”, conformada por un conjunto de militantes y dirigida por el Mg. en Historia Mauricio Domingo Fernández Picolo (“Mingo”) organizaba actividades en conmemoración de fechas claves para nuestra historia nacional, especialmente en Trelew, las que se desarrollaban en torno a la masacre de 1972, pero también las más “generales” como el 24 de marzo.
Ese 1999 Victorio Paulón fue el invitado. Ante un aula central llena -en esa época el aula más grande de nuestra sede universitaria era la “22”, hoy recortada por la inauguración de algunas oficinas-, Victorio detalló su historia, reflexionó sobre el presente y dejó muchos elementos de cara al futuro que hoy, a veinticuatro años de esa conferencia, realmente son llamativos por el nivel de actualidad y precisión que evidencian.
“Mingo” notó mi atención durante toda la charla y cómo iba tomando apuntes de todo lo que podía anotar y entender. Al terminar la charla, o al otro día no recuerdo bien, me pasó unos casetes consultándome si podía desgravarlos. Creo que por vergüenza no me animé a decirle que no tenía computadora, algo medio de lujo para un pibe de mi extracción social en aquellos años en Trelew. Entonces lo que hice fue desgrabarla a mano, en la parte de atrás de unos apuntes de cátedra de Historia Social de Argentina y América Latina (Long, Norman y Roberts, Brian; Las estructuras agrarias de América Latina 1930-1990), la cátedra que Mingo dictaba junto a la Dra. Mónica Gatica.
Esa actividad fue parte de la “Semana de la Memoria, por la Verdad y la Justicia”, organizada por la Cátedra “22 de Agosto”, con el objetivo de reflexionar sobre las consecuencias del terrorismo de Estado. El 22 de marzo se realizó una mesa redonda con docentes de la universidad, de distintas facultades, que habían sido perseguidos por su actuación en la década de los años setenta: Alejandro Fernández Vecino (Ciencias Jurídicas), Horacio Ibarra (Humanidades y Ciencias Sociales) y Juan Serra (Ingeniería). Luego, el 24, el dirigente sindical histórico de Villa Constitución y en ese momento dirección de la CTA de Rosario, Victorio Paulón, dio esta conferencia en la universidad y luego charló con estudiantes en el comedor universitario, actividad a lo que no asistí. Al día siguiente dio una charla para los estudiantes secundarios en la escuela 712 y se reunió con militantes sindicales y barriales en un espacio cedido por la escuela 520.
Victorio, con su visita y su conferencia, contribuyó a instalar el 24 de marzo en la agenda política local, y la Cátedra organizó por primera vez una actividad en esa fecha:
Paulón: Bueno, ante todo yo les quiero agradecer profundamente por esta invitación, y esto no es formalidad ya que en lo personal vine a saldar una parte de mi vida: poder hablar en Rawson, Trelew, con la parte de la sociedad que uno no conocía. Yo estuve acá en una época muy dura, estuve preso desde el ‘77 al ‘78 cuando me trasladaron y realmente no conocía a su gente. Y poder volver a hablar de aquellas cosas con compañeros, a tratar de aportar mi humilde experiencia en lo que fue un proceso muy grande que desembocó en lo que hoy vinimos a repudiar: el golpe de Estado más genocida que haya vivido nuestro país.
Un golpe de Estado que surge como respuesta de los grupos de poder más concentrado de nuestro país a un periodo de lucha y de acumulación de fuerzas en el campo popular, que personalmente pienso que estaba poniendo seriamente en cuestión el poder en este país. Creo que partir de esa definición es el mejor homenaje que le podemos rendir a tantos compañeros que han quedado en el camino, tantos muertos, desaparecidos, encarcelados, familias destruidas… Porque realmente si el 24 de marzo y el proceso del golpe genocida de la dictadura militar tuvo las características que tuvo, también se debe a que el poder en aquel momento tenía miedo. Y esto no pretende en absoluto minimizar ni subestimar lo que desde el campo popular nos debemos como reflexión, como autocrítica, como reconocimiento de errores. Merece sí una referencia en el sentido de que el genocidio vino como consecuencia de una gran lucha que se desató en este país para cambiar la sociedad, para cambiar el sistema social, para ser un país realmente justo que merezca ser vivido por todos nosotros.
Dentro de este marco yo quisiera contarles como testimonio, y aprovechando y agradeciendo por supuesto a tantos compañeros militantes y dirigentes sindicales, quiero contarles mi experiencia que creo que tiene algunas particularidades interesantes. Una experiencia que se dio en un contexto determinado, con determinados formatos de lucha, de resistencia, de participación y que de ninguna manera pretende erigirse en una categoría o una receta de lo que hay que hacer… Porque cada compañero que está peleando hoy, o reivindicando los derechos de los trabajadores, sabe de las diferencias, de las limitaciones, de la falta de participación, del desprestigio del sindicalismo en nuestro país. Sabe que está pagando las consecuencias y el precio de tener una dirigencia que se ha asociado definitivamente a este modelo, que han cambiado desde el punto de vista de clase, que hoy en verdad son empresarios y se llaman sindicalistas a sí mismos, y que desde esa posición y esos privilegios no solo frenaron la lucha de los trabajadores, sino que en su carácter de patrones son muchas veces peores que los propios patrones que tantas veces hemos combatido.
En este sentido yo quiero hacerles un reconocimiento a la tarea que otros dirigentes sindicales están llevando a cabo, porque no es fácil en esta época decir que uno es un dirigente sindical sin tener que estar aclarando que uno es diferente, que realmente trata de poner por delante las necesidades y los derechos de los compañeros y trabajar por esas cosas. Entonces me parece absolutamente justo tratar de aportar la experiencia de aquellos años de vida en la UOM de Villa Constitución.
Una experiencia que viene a ser una de las últimas expresiones del sindicalismo combativo que se había manifestado durante la dictadura de Onganía, que había producido hechos que no solo cambiaron el mapa político del país -como el Cordobazo, Rosariazo, Tucumanazo- sino que habían generado expresiones de un sindicalismo realmente diferente, como fue la CGT de los Argentinos, como fueron los sindicatos clasistas y combativos. Eso ha dejado profundas huellas culturales en el medio sindical y el hecho de estar planteándonos hoy la necesidad de un modelo sindical diferente, tiene sus raíces en aquellas experiencias que sucedieron durante las décadas del ‘60 y ‘70.
Yo digo que Villa Constitución es una de las ultimas experiencias, porque las cosas de las que les voy a hablar sucedieron en ese breve interregno democrático entre la dictadura de Onganía y el golpe del ‘76. Por esto también tiene características peculiares y en algunos aspectos se diferencia fundamentalmente de la experiencia sindical en Córdoba, que fue el punto más alto de referencia del sindicalismo combativo y que tuvo un eje muy fuerte en la lucha anti burocrática, contra el verticalismo, el autoritarismo y el intervencionismo que se vivía desde los grandes aparatos nacionales.
Villa Constitución, cuando estallaron los sucesos del ‘74, tenía, en sus más de 20 años como seccional de la UOM, más años de intervención que de representantes elegidos democráticamente. Esta situación fue acumulando en los trabajadores una oposición muy fuerte a esa metodología sindical. Villa vivía una etapa de expansión industrial muy importante, en el 50 y el 60 se habían radicado grandes empresas vinculadas a la actividad siderometalúrgica: por un lado, Acindar con sus trenes de laminación, sus plantas de alambres, de clavos, con más de 3500 compañeros ocupados, y MetCon, una fábrica que nació como parte del grupo Acindar y que en el ‘67 fue comprada por la Ford. Es una fundición que pertenece actualmente a la Ford y que ocupaba a más de 1200 trabajadores más una red de pequeños talleres y algunas empresas menores como Villber, que ocupaba alrededor de 200 trabajadores, una planta de acero fino y especial de Acindar, que se llamaba Maratón, y todo esto en total conformaba un universo de alrededor de 6500 o 7000 trabajadores metalúrgicos.
Los trabajadores que se habían incorporado a esas industrias provenían fundamentalmente del campesinado de la zona, que estaba conformado por pequeños productores rurales, herederos de la gloriosa gesta del “Grito de Alcorta”, la primera reforma agraria en Argentina que cambió el esquema de los grandes terratenientes y se había transformado en una sociedad de pequeños productores rurales que le dieron vida a todos los pueblos del sur de Santa Fe. Muchos hijos de esos trabajadores, que tenían una historia de lucha, entraron a la industria metalúrgica en una situación relativamente holgada. En esa época el poder adquisitivo del salario era bueno, muchos trabajadores podían tener su vivienda, su auto, y sin embargo había un sentimiento de protesta muy profundo a partir del autoritarismo de las empresas y el autoritarismo del sindicato.
En el año ‘70 habían llegado a la comisión interna de Acindar un grupo de compañeros con un pensamiento pluralista, había peronistas, había compañeros de izquierda, independientes, pero los unificaba especialmente la reivindicación de la cuestión local. En esos años la UOM central se llevaba de Villa Constitución alrededor de 100.000 pesos mensuales, no me acuerdo si por la ley 18.138 o una anterior, y volvían a la seccional apenas 4 o 5 mil pesos, o sea retornaba solo el 5% de la recaudación de la cuota sindical y la obra social. El resto quedaba en las arcas de Buenos Aires, y los compañeros no tenían servicio de salud, no tenían protección sindical, había un sistema montado por las intervenciones que digitaba a los delegados, a las delegaciones internas, y las empresas aprovechaban y hacían su agosto: periódicamente generaban conflictos por cualquier motivo, el sindicato convenía los términos de la huelga, que en general terminaba en una derrota, y la empresa aprovechaba para echar a los enfermos, los lesionados, los que faltaban y, en especial, a los activistas. Era una práctica bastante común en aquellos años en este país y obviamente para ello contaban con la complicidad del sindicato.
Después de la derrota del ‘70, uno de los compañeros de la comisión interna, que era un militante político, invirtió parte de su indemnización en fomentar la formación de una agrupación clandestina dentro de la fábrica. Las condiciones eran muy difíciles, los compañeros se tenían que mover con mucho cuidado, tanto de la patronal como de la intervención sindical. Cuando eran detectados eran inmediatamente despedidos, y en ese marco se empezó a organizar la resistencia dentro de la fábrica. Empezaban a sumar a los compañeros de más confianza, y la agrupación empezaba a crecer. Nació como un grupo clandestino llamado Grupo Obrero del Acero, se fue ampliando y pasó a ser Grupo Obrero Clandestino de Acindar y más adelante se transformó en el Movimiento de Recuperación Sindical. Esta experiencia, a pesar de que la derrota del ‘70 había dejado un sentimiento de frustración hacia el sindicato, se basaba en la necesidad de conseguir conquistas internas en la fábrica y una cobertura de la obra social que no teníamos, y por ello fue lógico lograr bastante adhesión de la gente y empezar a legalizar la estructura dentro de la fábrica. Eligen y ocupan puestos de delegados, y cuando obtienen la mayoría en el ‘73 ganan la comisión interna de Acindar.
En la UOM hasta el día de hoy la comisión interna se elige por congreso de delegados, no hay participación de la gente en la elección, y estos compañeros que habían logrado la mayoría sorprendieron a la intervención que no se la esperaba y obtuvieron los votos y fueron electos comisión interna de la fábrica. El interventor inmediatamente denunció a Buenos Aires que cinco bolches habían ganado la comisión interna de Acindar y empezaron a negociar con la patronal un operativo para descabezar esa comisión interna y limpiarla de raíz. A todo esto, en marzo del ‘74 y con el retorno de Perón al gobierno, la mayoría de los sindicatos pasan a normalizar la estructura sindical, a través de elecciones convocadas en todas las seccionales del país.
Como en Villa Constitución no se había resuelto el problema de esta comisión interna, la dejaron afuera de la convocatoria diciendo que no estaban dadas las condiciones para realizarla. Ellos mantuvieron una reunión con la gerencia de la empresa, sin consultar ni avisar a la comisión interna, lo que generó una discusión ya que los esperaron a la salida de la reunión y como consecuencia de eso les mandaron el telegrama de desafiliación a 12 compañeros, entre ellos los más reconocidos de la comisión interna y los delegados de la agrupación.
Los compañeros pidieron una reunión con la empresa planteando que Acindar se tenía que mantener al margen de este conflicto interno de la organización sindical. Acindar le dice que no y que al estar desafiliados los van a despedir. Como consecuencia de esto se realiza una asamblea y los compañeros plantean allí la situación. La asamblea decidió tomar la fábrica y exigir la reincorporación de los compañeros a la fábrica y al sindicato. Tomaron como rehenes a todos los gerentes y jefes de Acindar que estaban en la fábrica y los encerraron en un sótano donde funcionaba una sala de capacitación, los rodearon con tambores de 200 litros de combustible y plantearon que si entraba la policía hacían volar todo; bueno, en esos términos es que se planteó la discusión en Acindar.
Por supuesto que este hecho conmovió fuertemente a nivel nacional, a pesar de que la burocracia estaba viviendo un momento de gracia muy importante por el triunfo del peronismo, partido al que adherían la mayoría de trabajadores de Villa Constitución, pero al mismo tiempo se empezaban a manifestar acciones desde el gobierno en contra de los trabajadores. Ahí por ejemplo viene un delegado personal de Isabel planteando que tenían que abandonar la toma porque no le podían hacer eso al gobierno de Perón. Vienen también veedores del ministerio de trabajo, porque había una denuncia de que en realidad los trabajadores ocupaban la fábrica porque estaban presionados por los guerrilleros y supuestamente vienen a constatar en qué consistía la toma.
Se realiza una nueva asamblea con gran cantidad de compañeros y se explica que muchos eran perseguidos, pero que lo que exigían era el derecho de exigir sus autoridades locales a través de su voto y nada más. Allí se logra un acuerdo que consistía en que la intervención debía aceptar la nominación de 6 o 7 delegados de distintas fábricas que iban a acompañar a la intervención en el proceso de normalización sindical como garantes y que se iban a dar elecciones en 120 días. Con ese acuerdo se levanta la toma y se realiza una gran movilización desde la fábrica, que está a 8 kilómetros de la ciudad, y la gente se fue sumando por el camino, se realizó un acto que para esa época era inédito en Villa Constitución. Fueron como 12 mil personas en la plaza y esa es la fotografía que quedó como emblema de “El Villazo”, que fue esa verdadera asamblea popular en la plaza de Villa Constitución festejando el triunfo de haber arrancado una fecha de fin de la intervención sindical.
Evidentemente esto no saldaba el problema. A raíz de la toma de Acindar, en el predio de delante de la fábrica -en un barrio donde viven los jefes y había una casa que se llamaba el albergue de solteros para los jefes y encargados- se había desalojado a quienes vivían ahí y habían llevado a los Pumas. Los Pumas eran una especie de policía rural de Santa Fe especializada en el cuatrerismo, muy famosos por su crueldad, parecido a los cardenales de “Quebracho”, no sé si han visto esa película. Y se quedaron definitivamente, primero ellos, después la policía federal también se instaló en el predio.
Por otra parte, aparecieron personas de civil que andaban en los famosos Falcon verdes. En esa época se los bautizaba como los fachos, que partían de la jefatura o de la municipalidad e intimidaban a los compañeros en sus casas, amenazaban por radio, mandaban comunicados. El clima se empezaba a poner muy denso y Villa Constitución no tenía ninguna experiencia de este tipo, era una ciudad tranquila. Hubo algunos episodios mucho tiempo antes, que solo aparecían en la memoria de los más viejos. Por ejemplo, en la década del ‘30 se había producido un importante movimiento anarquista vinculado a la actividad del puerto. Había sucedido una huelga portuaria, donde la empresa concesionaria del puerto contrató matones para quebrar la huelga de los obreros portuarios y de los carreros que traían el cereal del interior al puerto.
Después de eso la industrialización había empezado en los años ‘49/50 y hasta el ‘74 no había sucedido nada parecido, entonces esto producía un cambio fuerte en la sociedad. Fundamentalmente, se generó un gran movimiento de solidaridad hacia los trabajadores de fábrica, porque era una ciudad pequeña de 35.000 habitantes y todo giraba alrededor de la quincena de los trabajadores. Los que no trabajaban directamente en las fábricas, que eran comerciantes, profesionales, vivían o tenían sus mayores ingresos vinculados a esa masa salarial que circulaba en la ciudad a partir de la actividad metalúrgica.
También había mucha solidaridad de los otros sindicatos de Villa, muchos pertenecían a direcciones nacionales que estaban en contra del movimiento pero que a nivel local se manifestaban con un fuerte apoyo a las tomas de fábricas y a las movilizaciones. Y, sobre todo, era enorme la solidaridad de los campesinos de la zona: en todas las luchas importantes, las huelgas largas en Villa Constitución, siempre se sostuvieron con la solidaridad de los chacareros y quinteros, y con el trabajo de los compañeros en la pesca. Se organizaban durante las tomas en piquetes, salían a pescar y con eso y las verduras de los gringos se mantenía la lucha.
Eso fue generando una red de solidaridad muy importante y tiene que ver con lo que pasa en el ‘75. Llegamos al 2 de agosto del ‘74, donde estaban pactados los plazos para las elecciones de sindicato que después se fueron postergando dos meses más. Ese día en Buenos Aires la Triple A asesinó al diputado nacional Rodolfo Ortega Peña, que era del peronismo combativo y el apoderado de la Agrupación Metalúrgica de Villa Constitución y le ponen una bomba al local donde funcionaba la Agrupación -era un viejo local de la FORA que hace muchos años estaba desocupado porque ya los anarquistas no tenían representantes en Villa Constitución y cuando apareció la Agrupación nos cedieron el local-, que fue destrozado. Estos sucesos también golpearon muy fuerte, ya no era solo la intimidación y la presencia de estos personajes extraños, sino que ya habían entrado en acción.
Así se llegó a las elecciones de noviembre del ‘74, con dos listas: la Marrón, que expresaba a la agrupación que había realizado la lucha, y por otro lado la lista Rosa, que se identificaba como justicialista pero que tomaba distancia con la intervención y planteaba una especie de tercera posición. Ganó la Marrón con el 67% de los votos y le entregaron el sindicato, se mantuvieron allí durante tres meses en los que se lograron realizar cosas importantes como duplicar la cantidad de afiliados, había muchos compañeros que no lo estaban y eso era una forma de asegurar el control, ya que la cuota de la obra social se las descontaban independientemente de la afiliación sindical y como por el porcentaje de afiliación se definía la intervención, así habían logrado mantener por mucho tiempo el control del aparato.
Se organiza la CGT local, se empieza a presionar a nivel nacional para tener obra social, había solo dos médicos que atendían -por favor prácticamente, porque los conocíamos-, ya que la UOM no pagaba nunca y se empezaba a plantear la construcción de un sanatorio en Villa Constitución. La CGT hace un trabajo muy importante, recuerden en esos años el fenómeno del desabastecimiento, había una maniobra que estaba boicoteando el plan económico de Gelbard, empiezan a desaparecer productos del mercado. La CGT vendía en la plaza elementos de primera necesidad como azúcar, aceite, se hacían compras al por mayor y se vendía casi al costo, había una gran movilización alrededor de la actividad de la UOM y de la CGT de Villa Constitución.
Se empieza a intervenir en el Concejo Deliberante planteando la cuestión de la vivienda, de un centro recreativo, era un momento de muchísima participación. Hasta que el 20 de marzo del ‘75, ya se habían escuchado rumores de una posible intervención, ya habían empezado las intervenciones a sindicatos opositores en especial al sindicalismo combativo de Córdoba, habían intervenido en septiembre de ‘74 el SMATA, Luz y Fuerza, la federación gráfica bonaerense y quedaba de lo más importante del sindicalismo combativo solamente Villa Constitución y el Ingenio Ledesma. Ese día se intervinieron los dos sindicatos en simultáneo: en Villa Constitución se hizo un despliegue de unos 110 vehículos entre policía federal, gendarmería, vehículos con personal de civil que tenían brazaletes del comando de organización de la Juventud Sindical Peronista. Son allanados alrededor de 150 domicilios y detenidos más de 200 compañeros, montaron pinzas en los ingresos a la fábrica, en los cambios de turnos, tenían listas de gente y detuvieron casi a toda la comisión directiva, los de comisiones internas y los delegados.
Muy pocos zafaron, de la directiva uno solo, el negro Segovia, que era un compañero con una larga trayectoria de lucha. Fue despedido de Somisa en la huelga del ‘67 que la había negociado Rucci, había sido dirigente de la huelga del Chocón en el 70 y cuando iba a trabajar se cruzó con un empresario dueño de una contratista de Acindar que le avisó lo que pasaba y por eso pudo zafar. Los compañeros pararon espontáneamente la producción en una especie de huelga de brazos caídos, empezaron las primeras asambleas de fábrica, se eligieron dos delegados por fábrica para integrar el comité de lucha y se formó una dirección alternativa. Éramos ocho compañeros, dos de cada fábrica más el compañero Segovia, y se plantea desde el comienzo mantener una ocupación pasiva de las fábricas o sea una hora de brazos caídos.
Esto dura unos 10 días, interviene la policía, desaloja las fábricas, se produce la detención de dos o tres compañeros a pesar del compromiso de las fábricas de que no iba a haber más detenciones y entonces se plantea la huelga fuera de la fábrica en términos de una medida de largo aliento. La única reivindicación era la libertad de los compañeros y la restitución del sindicato. Esta huelga, que empieza el 20 de marzo, se va organizando por localidad, por ciudad, había delegados por pueblo, por barrio. Al principio se funcionaba casi en estado de asamblea permanente, estábamos en el local de la Unión Ferroviaria que nos habían cedido los compañeros de Villa Constitución.
Organizamos un sistema donde distintos compañeros del comité de lucha teníamos que hacer el recorrido de los colectivos de fábrica, los compañeros nos esperaban en las paradas habituales, ahí se les entregaban víveres, la propaganda de la huelga y se hacía la convocatoria cuando había alguna asamblea o movilización. Los compañeros estaban presos en Coronda, al principio había un régimen bastante liberal para lo que después pudimos conocer que fueron las cárceles en Argentina, había visitas los domingos, de Villa venían cuatro o cinco colectivos con compañeros, familiares, se hacían asambleas en el patio del penal, se discutía la marcha de la huelga con los compañeros y los presos.
El 16 de abril nos animamos a hacer la primera convocatoria a una movilización, con una disidencia interna con dos compañeros delegados de MetCon, que eran del Partido Socialista de los Trabajadores que no estaban de acuerdo en una movilización porque planteaban que era instalar la posibilidad de más represión y de más violencia. Igual se convocó por mayoría y como ellos no estaban de acuerdo sacaron un comunicado público llamando a no participar en la asamblea, denunciando al comité y esto es tomado por la policía como que se había levantado la asamblea. Nos fuimos la noche anterior a caminar los barrios, a realizar la convocatoria y logramos juntar 2500 compañeros de la plaza y como agarramos a la represión desprevenida pudimos hacer la asamblea. Se discutió, se votó la continuidad de la huelga hasta la libertad de los compañeros y se convocó para la noche a otra asamblea en la Casa Radical de Villa Constitución donde se hacía una convocatoria a la multipartidaria.
Estuvimos presentes todos los partidos, el auténtico, el intransigente, los radicales, el revolucionario cristiano, el popular cristiano, todos los de izquierda y una gran cantidad de gente, unos 2.000 compañeros. Se hizo un acto, se reafirmó la lucha y nos envalentonamos un poco más y convocamos para el 22 de abril: la idea era juntar los 6.000 trabajadores metalúrgicos en asamblea a la plaza. El 22 nos estaban esperando, había policías para hacer dulce, en todas las esquinas, gendarmes, policía federal, gente de civil, armas largas, de todo. Igual nos concentramos en los dos lugares de convocatoria, uno en la Plaza Talleres que está al norte de la ciudad y otro frente a la fábrica Cilsa, una planta textil que está cerca de las nuestras. Un colectivo que venía de San Nicolás pasó de largo, subieron los milicos adentro y fueron a parar a Coronda sin pasar siquiera por la jefatura. Todos quedaron presos, como dos meses adentro.
Se organizaron las columnas, venían marchando por el centro de la ciudad y cuando estaban a una cuadra de la plaza se desató una represión brutal con todo tipo de elementos. Como consecuencia quedó un compañero herido de bala y otro que le estalló una granada de gas lacrimógeno en la cabeza y finalmente murió. Luego seguimos convocando a la gente, pero con muchas más dificultades. Los parapoliciales atacaron un lugar donde todos los viernes un grupo de vecinos hacían una peña porque creían que ahí funcionaba el comando de lucha. Mataron a dos vecinos, a un diariero y a un pescador de Villa Constitución y la represión se ponía cada vez más pesada.
Yo formaba parte del comité de lucha por la fábrica donde trabajaba, que era Villber, y caigo preso con otro compañero de Acindar y del comité, el compañero Zenón Sánchez, el 1 de mayo. Ese día habíamos hecho una convocatoria a realizar locros por barrio con la idea, o la fantasía en aquella época, de desde los barrios salir organizados y marchar hacia Buenos Aires. Llevábamos en ese momento 40 días de huelga. Bueno, ahí caímos y con nosotros cayeron todas las instancias de organización para los responsables de los barrios. Se abortó la movilización, nos reemplazaron, son elegidos otros miembros en el comité de lucha y la huelga siguió otros 20 días.
Unos días antes de caer presos tuvimos una reunión con el gobernador de la provincia, Sylvestre Begnis, donde le recriminamos la represión al sindicato. Él nos dijo que la policía provincial no participó. Le presentamos las pruebas de cómo había reprimido y obtuvimos un compromiso de autorizar una asamblea en un lugar cerrado. Teníamos que negociar con su representante en Villa Constitución. Finalmente se consiguió que nos garanticen el local del Club Riveras.
Se realizó el 19 de abril con gran participación y un compañero plantea que él entendía que quien volvía a trabajar a los 59 días de huelga no podía ser considerado un traidor. Lamentablemente este era un sentimiento bastante fuerte entre la gente y se decidió levantar la huelga. Los compañeros intentaron organizar en los lugares de trabajo, pero cuando volvimos a las fábricas había una lista de más de 500 despedidos y un control policial infernal adentro. Aparecieron personajes desconocidos en todos los sectores y turnos. Realmente una vigilancia muy grande y finalmente la huelga fue derrotada. Como consecuencia siguió la represión en Villa Constitución y ya empieza a activarse otro tipo de terrorismo.
Un compañero que había estado preso en Coronda, que había caído en ese colectivo que les conté y que era delegado, sale en libertad y estaba realizando una colecta para los presos y lo secuestran a él junto con una abogada que era de acá, del sur, y había estudiado en Rosario y también cae otro compañero delegado. Aparecen los tres asesinados, mutilados.
En diciembre hay un planteo de no celebrar la Navidad, de que nadie pusiera el arbolito por la represión que se vivía. Nuevamente son secuestrados tres compañeros, que son acribillados. De los 30 muertos y desaparecidos que tenemos en Villa Constitución, 16 murieron antes del golpe, durante el gobierno de Isabel Perón. Se produce una situación de terror en la ciudad y la fábrica.
Para el ‘83 o el ‘82 la mayoría de los compañeros ya habían salido en libertad. Ahí el compañero Piccinini había tomado contacto con algunas fábricas, muy clandestinamente, tratando de organizar por sectores. Y el 6 de diciembre de 1982 la CGT convocó a un paro nacional y la conducción del gremio en Villa Constitución mandó a la gente a trabajar. Hay un control policial en la puerta de la fábrica en el turno de las 6 de la mañana. Como no pasó nada, no aparecieron a las 2 de la tarde… Ahí llegó el compañero Piccinini, con 2 o 3 compañeros más que habían estado presos y que habían despedido, y empezaron a parar los colectivos que entraban a ese turno. Paran los primeros, se juntan unos 150 o 200 compañeros, fue un encuentro realmente emotivo. Los compañeros más viejos lloraban, muchos no lo habían vuelto a ver al Pichi desde que lo habían metido preso.
Y cuando llega la policía la gente lo rodea. No lo pueden tocar y se hace la primera asamblea. Los compañeros esperan la salida de los del turno mañana y se hace una asamblea y se vota ir al paro. Luego se convoca nuevamente en el sindicato y se hace una marcha a los pocos días sobre el sindicato y se empieza a presionar contra la intervención.
El compañero Piccinini consiguió a través de una pequeña empresa en Alcorta, del Departamento de Constitución de nuestra jurisdicción, un taller de 5 o 6 obreros metalúrgicos, de propiedad de Borrás -que después fue ministro de defensa de Alfonsín-, que se animó a darle la relación de dependencia. Con eso se hace elegir delegado y se presenta en el sindicato, donde no lo reconocen. Lo cita el coronel Díaz, que fue jefe o segundo jefe del ejército -se retiró hace un año y medio, más o menos- y que fue interventor de la UOM durante el proceso militar. Ahí lo amenazan, lo aprietan e igual se sigue organizando. Varios compañeros caen en una redada, otros son despedidos y finalmente en enero del ‘84 cambiaron la intervención.
Lo nombraron a Naldo Brunelli, de la seccional San Nicolás, que después fue secretario general de la CGT y hoy es diputado nacional. Él toma la intervención y convoca elecciones para comisión normalizadora, era una comisión de cuatro miembros. Se presentaron dos listas, la Amarilla y la Marrón. Triunfa la Marrón con el 80% y le entregan en forma precaria la conducción. En noviembre hay otras elecciones, donde ya se van organizando los cuerpos de delegados, normalizando toda la seccional. Ahí la Marrón vuelve a ganar, esta vez con el 88% de los votos.
Después viene todo el proceso de estos años, que si es de interés lo podemos conversar. Lo que fueron las experiencias de los ‘70 y lo que se dio en los ‘80 y los ‘90, que tienen mucho que ver con todo aquello, fundamentalmente con la represión, con la pérdida de tantos cuadros sindicales. Nosotros cuando decimos que más del 50% de los 30.000 desaparecidos pertenecen al movimiento sindical, no es una exageración. Eran compañeros trabajadores, activistas, delegados, comisiones internas, conducciones locales, nacionales.
Entonces, evidentemente, los que vivimos los ‘70 y ahora lo de recuperar la democracia, lo primero que encontramos fue ese inmenso vacío de participación, de cuadros intermedios, de militantes, de activistas. Hoy un compañero me preguntaba cómo era la participación en aquellos años y yo le contaba que nosotros en la fábrica Villber éramos 180 trabajadores, y después del golpe hubo 20 presos y 30 prófugos. O sea que, de 180 compañeros, 50 eran activistas.
Eso es un poco el reflejo del nivel de participación, de discusiones, de debates que se había logrado en aquellos años. Pero bueno, cuando uno llega a viejo, uno de los desafíos es no volverse nostálgico y creo que no es bueno vivir comparando para decir que esa época era mejor. Los compañeros que lo vivieron se deben acordar de que había cosas muy lindas, como la participación, pero también había dificultades, discusiones, peleas, debates, fantasías, apresuramientos y un montón de cuestiones y condicionamientos.
Creo que el hecho de después de una década de aplicación de un modelo neoliberal tan descarnado como el que se aplicó aquí, donde se arrancó triplicando la desocupación con la reconversión industrial y la del Estado en simultáneo, expulsión de trabajadores por todos lados, precarización al resto. Donde hoy tengamos que reconocer que sólo el 28% de los trabajadores están amparados por un convenio colectivo, creo que también es una forma de decir que las condiciones objetivas a las que están sometidos los trabajadores en esta etapa, son más difíciles que aquellas.
Había otras dificultades, pero era una época de pleno empleo, de buenos salarios, de mucha lucha, de una juventud con altísimo grado de participación. Una época asignada por muchas utopías, por muchas ideas que se creían a muerte y creo que estas cosas también incidían en el movimiento sindical. Entonces rescatar aquella memoria un 24 de marzo, es decir lo que dije al principio, la represión vino porque realmente en este país había un movimiento, no sólo sindical, sino también político, que como pocas veces en nuestra historia se había planteado seriamente la cuestión del poder. Creo que esto hay que reconocerlo, no para justificar nada, porque los genocidas, los asesinos, los criminales, no tienen ningún tipo de disculpas, sino para explicar y reivindicar a los compañeros que hoy recordamos y reivindicamos realmente en su dimensión. No eran jóvenes inocentes que andaban cazando pajaritos, eran compañeros comprometidos con una militancia muy seria, muy fuerte, en un proyecto de transformación del país.
Esto es, en apretada síntesis, lo que quería compartir, como para empezar a discutirlo entre todos, porque creo que lo que uno aporta es el pedazo de historia que le tocó vivir, con todas las limitaciones, las contradicciones, los miedos, las nostalgias, todo muy atravesado. Yo cada vez que llego a un lugar como este y veo compañeros que hace más de 20 años que no me encuentro y verlos vivos y en estos lugares, realmente uno se reconforta, a uno le recarga las pilas.
Y venir a estos lugares y encontrar compañeros que son dirigentes sindicales, que están peleando en condiciones tan adversas, y en este sentido yo creo como que era más fácil, más legitimado socialmente ser sindicalista en la época del Cordobazo, del Rosariazo, que serlo ahora cargando con el sambenito del desprestigio que han instalado esa caterva de dirigentes que se han entregado en cuerpo y alma al enemigo.
Que hoy tengamos que decir que dirigentes sindicales se han convertido realmente en empresarios. Antes decíamos que eran burócratas, que traicionaban, que arreglaban con la patronal. Hoy son ellos mismos los empresarios. Han cambiado los estatutos sociales de las obras sociales para transformarlos en holding empresariales. Han comprado empresas privatizadas, rinden balances anuales con ganancias importantes y se siguen diciendo dirigentes sindicales. Creo que esta es la peor derrota que nosotros hemos recibido, el tener aún a esta gente y que no las hayamos podido excluir del sindicalismo. Pero bueno, esta es la realidad que tenemos, esta es la pelea que estamos dando y en esta transformación es en la que seguimos creyendo.
Nada más, compañeros (aplausos de todo el público).
Mauricio Fernández Pícolo: Bueno, obviamente el debate está abierto. Invitamos especialmente a todos aquellos trabajadores y compañeros que quieran hablar.
Una militante sindical pregunta: A partir de su trayectoria, de su experiencia en la militancia sindical ¿qué propuestas tiene para el futuro, para poder aglutinar a los trabajadores en situaciones de crisis laboral donde no hay trabajo, o de que el reto es o te volvés, o te echamos? Porque, por ejemplo, usted habló de una reunión con el gobernador que cuando volvieron, después de 59 días de lucha, no hubo una negociación por los despedidos. No dijo qué pasó con los 500 despedidos. Porque ahí está el tema. Nos aglutinamos, vamos a la lucha y después, ¿qué pasa con los despedidos? Terminamos perdiendo todo por lo que luchamos. Y encima, lo único que conseguimos, tal vez, es que se reincorporen algunos muchachos. ¿Qué propuesta tiene usted para nosotros a partir de su trayectoria?
Contesta Paulón: Mirá, te puedo decir de aquella reunión con el gobierno, no hubo una siguiente reunión porque terminamos todos presos, porque no quedó un solo delegado en la fábrica, porque no quedó un solo compañero que fuera referente, activista de la huelga. Ninguno pudo volver.
Cuando volvimos en el ‘83, más del 60% había ingresado a la fábrica en el proceso. O sea que ellos ni siquiera habían vivido la etapa anterior. A nosotros nos costó muchísimo, tuvimos un gran apoyo de los compañeros viejos, los de la etapa anterior, pero nos costó horrores que esos compañeros se animaran a volver a salir delegados. Recién lo logramos después del ‘91, cuando tuvimos otro conflicto muy grande de casi cinco meses, donde estuvimos instalados en las puertas de Acindar, con las carpas, por la reconversión industrial y, a la salida de ese conflicto, esa camada de compañeros empezó a participar, a asumir responsabilidades. Participaban, pero en su sector, opinaban, pero en el comedor, y empezaron a participar solo a partir de ese momento.
¿Qué vemos hacia el futuro? Bueno, creemos que hay una profunda crisis del movimiento sindical. Hay un modelo sindical en la Argentina que se ha agotado, no solo por la acción de estos dirigentes, sino porque ha cambiado el país. No hay más un país que proteja el mercado interno, no hay más un país que promueva la industria, no hay más un país, no digo de pleno empleo, sino que ni siquiera se plantea como prioridad política, y hablo en un año electoral, hablo del oficialismo, de la oposición, donde el gran ausente es la cuestión del trabajo. Entonces hay una cuestión de exclusión directamente. En aquella época peleábamos contra la explotación, hoy estamos soportando un fenómeno de destrucción de los trabajadores.
Decía que solo el 28% está amparado por un convenio colectivo de trabajo, y deberíamos seguir para ver cómo son esos convenios, hasta dónde se los respeta, cómo han aplicado toda la flexibilización, la precarización, no solo en los puestos de trabajo, sino en los contratos, y cómo se ha desarrollado todo este modelo en el país. Sin embargo, yo sigo convencido que el sindicalismo tiene vigencia más que nunca. Tenemos que hacer un sindicalismo diferente, mucho más vinculado al movimiento social.
Creo que dentro de diez años nosotros no vamos a reconocer las formas actuales de los sindicatos, por todo lo que va a pasar. Nosotros como Central somos una expresión, no somos ni hegemónicos, ni los únicos que luchamos en este país. Nosotros creemos que hay que transformar desde adentro al movimiento sindical, hay que relegitimar los mandatos que han sufrido un quiebre en su legitimidad en este país.
Ustedes lo han vivido, creo que fue la segunda o tercera experiencia de tumbar un gobernador en la lucha de los empleados públicos durante la década menemista. No hubo delegación de mandatos, se resolvió todo por asamblea, donde los trabajadores reasumen su propia representación, participan y llevan la pelea hasta donde la tienen que llevar. No hay más confianza en el sistema de delegación, han sido tantas las traiciones, las claudicaciones… y analizando autocríticamente, porque nos hemos bancado, y no nos arrepentimos, los trece paros que le hicimos al gobierno de Alfonsín. ¿En qué terminó esa historia? Lamentablemente nuestro referente de esa época, Ubaldini, terminó levantando la mano para aprobar el último proyecto de flexibilización laboral. Estas son las cosas que nos han pasado.
Nosotros, cuando estamos muy bajoneados, nos planteamos que no podemos echarle la culpa a otros de lo que nosotros no podemos hacer. De acá hay que empezar, y yo creo que estamos en condiciones de empezar a recrear ese nuevo sindicalismo. Creo que los malos ejemplos de dirigencia sindical no llegan al 5%. Hay entre 50.000 y 60.000 dirigentes sindicales, tomando a los delegados como dirigentes, y no llega ni al 5% los que se enriquecieron y se transformaron en empresarios.
Sin embargo, los medios de comunicación, el sistema, los comunicadores sociales… ¿qué es lo que muestran a la gente? Justamente esos malos ejemplos. En enero hubo luchas importantes de los petroleros acá en el sur, de los empleados públicos en Corrientes. Nosotros ni nos enteramos, lo supimos cuando nos encontramos con los compañeros del sur en la reunión nacional del CTA, no salió en ningún diario. Entonces hay una política deliberada de no mostrar esa realidad.
Y uno ve que, por ejemplo, nosotros en el mes de mayo vamos a marchar al segundo Congreso Nacional de nuestra Central en Mar del Plata y pensamos juntar entre 6.000 y 7.000 delegados. Entonces el sindicalismo no está desaparecido y repito que nosotros somos la expresión solamente de un sector. Hay un potencial enorme y creo que lo que es necesario hoy es instalar un debate.
Compañeros, se agotó un modelo. Hay que hacer otra cosa, es un modelo cuestionado internacionalmente. Hoy nosotros tenemos serios problemas en la UOM por nuestra pertenencia a la CTA, porque está planteada una cuestión de libertad sindical reclamando que se nos otorgue el derecho a representar trabajadores en conflicto, a representar a las nuevas actividades que hoy son muchísimas en Argentina: repositores de supermercados, motoqueros, remiseros, esos compañeros hoy no tienen representación sindical, no tienen derechos laborales. No son ni precarios, ni siquiera trabajan en negro, casi todos trabajan a destajo. Entonces creo que ese es el punto laboral al que tenemos que empezar a referenciar.
Hoy la clase obrera convencionada es menos del 30%. ¿Dónde está el otro 70%? Pongamos un 20% de desocupación. ¿Dónde está el resto? Son trabajadores en negro, son contratados, son precarios. No tienen ninguna legislación que los proteja. Yo veo el futuro hacia ese lado, creo que va a ser difícil, pero también tenemos que asumir que hoy han surgido importantes movimientos sociales que son la suma de los pecados de la omisión del sindicalismo.
¿Por qué un movimiento de derechos humanos tuvo que nacer fuera de los sindicatos? ¿Por qué el movimiento de mujeres es ajeno al movimiento de sindicatos? ¿Por qué el movimiento de los desocupados está fuera de los sindicatos? ¿No son parte de la clase trabajadora? Esas son las cuestiones que hay que empezar a debatir en serio.
Y repito, ya no es solo porque la enfermedad profesional de los presos es ser optimista para seguir viviendo, no. Yo soy optimista porque veo en la realidad que esa posibilidad de transformar las cosas existe. En el ‘91 la pelea con los compañeros por el retiro voluntario era convencerlos de que iban a perder, de que esa ilusión de tener 30 o 40 mil pesos en la mano no iba a solucionar el problema. Hoy no hay ningún trabajador que no sepa que con el retiro voluntario te lleva a la miseria. Ninguno que no sepa que este modelo no le va a dar respuesta a ninguna de sus necesidades. Me parece que estas cuestiones están empezando a producir un cambio de mentalidad.
Falta una muy fuerte acción organizada y lo que nos está faltando a todos es la decisión de participar. Cuando recuperamos el sindicato nos costó muchísimo que los compañeros participen. Íbamos a la fábrica, a los distintos sectores y nada. Imagínense una fábrica que sufrió un esquema terrorista como Acindar, que llegó a tener un centro clandestino de detención en la fábrica. En ese estado, imagínense cómo era la situación en cada puesto de trabajo.
Por lo tanto, llegamos y los compañeros empezaban con un rosario de quejas y reivindicaciones. Nosotros les decíamos, hermano, si a vos te mandan a hacer una tarea que no te corresponde o que es insegura, que te vas a accidentar, vos te tenés que negar. Y te vamos a respaldar, todos, el delegado, la comisión interna y el sindicato. Ahora, si vos vas y le decís a tu jefe que no haces esa tarea porque te lo dijo el delegado o la comisión interna, nosotros no te vamos a defender. A ese nivel de apriete tuvimos que llegar para que empiecen a reaccionar.
Felizmente en el ‘91, con el proceso de reconversión que nosotros sabíamos que si tomábamos la fábrica nos iban a derrotar, empezamos a plantear una estrategia al revés. Empezamos a plantear que los compañeros no tenían que cubrir los puestos de los suspendidos o despedidos. O sea, que cada compañero que lo mandaran se tenía que hacer despedir. Y llegamos a 900 compañeros que se comieron el telegrama de despido, que llegaban llorando al sindicato porque hoy se sabe lo que es tener un telegrama de despido y se lo aguantaron. No hubo ninguna claudicación, y al final se pudrió. Cerraron la fábrica y echaron a los 3.500. A partir de eso, de que ellos instalaron el lockout, empezamos a negociar en otros términos. Pero empezamos a negociar con la fábrica totalmente aislada desde el punto de vista social y político.
Algunos buenos y queridos compañeros que estuvieron en la asamblea nos criticaban porque en la asamblea hablábamos solo de Acindar y decían que le teníamos que pegar al gobierno, porque es el gobierno el que está llevando adelante este modelo. Y nosotros decíamos que en esta pelea queríamos aislar a Acindar, le decíamos al gobierno que Acindar estaba boicoteando el plan económico. No nos pudieron aislar ellos a nosotros y finalmente tuvieron que sentarse a negociar. Y en la negociación nosotros tomamos como bandera el tema de la discriminación. Ellos querían elegir a los que querían echar y nosotros decíamos, si va a haber bajas de puestos de trabajo, que haya retiros voluntarios y mejoren las condiciones.
Se terminaron yendo los que ellos no querían que se fueran, se fueron los que eran mano de obra calificada, que podían trabajar en otro lado, y los compañeros que querían sacar se quedaron. Entonces, ¿qué nos permitió eso? No pudimos parar el proceso de reconversión, pero ellos no pudieron destruir la organización sindical, fundamentalmente adentro de la fábrica.
Porque ese es el otro gran problema. Hoy, compañeros, en la mayoría de las grandes fábricas no existe la organización sindical. Y hoy la pelea cotidiana se da en el puesto de trabajo, hoy la flexibilización, más allá de lo que saques por el parlamento, y el tema de la precarización de los contratos y demás, la flexibilización real y la más dura es la de los puestos de trabajo. Y la pelea de todos los días es la de los puestos de trabajo. Entonces, en esa situación yo creo que a partir de esos elementos hay que trazar una estrategia sindical.
Ahora, para eso yo puedo decir una sola cosa: no hay recetas. Nosotros hicimos cosas que nos dieron resultado y los compañeros tendrán cada uno en su lugar que aprovechar la experiencia de otros, pero fundamentalmente la estrategia tiene que salir de los propios trabajadores. El que conoce la máquina, el puesto de trabajo, la organización de la producción, los puntos débiles, es el compañero. Y ahí es posible volver a recrear un movimiento sindical fuerte en este país.
Pregunta: Yo quería preguntar. Hablaste de la solidaridad que tuvieron ustedes en esa experiencia. Solidaridad que, por lo que yo entendí, fue más bien regional, de gente de la localidad. ¿Qué pasaba? ¿No hubo ninguna solidaridad del resto del país, de ninguna provincia?
Paulón: En la toma del ‘74 fundamentalmente se sostuvo con la solidaridad local, pero en la del ‘75 hubo una inmensa solidaridad nacional. En ese año se llegaron a crear, durante los dos meses de huelga, coordinadoras de solidaridad para la lucha de Villa Constitución, que fueron las mismas coordinadoras que después llevaron adelante el Rodrigazo. Esas coordinadoras empezaron a funcionar durante la huelga en Villa Constitución y tenían cosas increíbles.
Yo tuve la experiencia en una fábrica de la Matanza llamada Martín Amato, donde trabajan unos 500 compañeros, que mandó dos camiones. Dos camiones de víveres salieron de esa fábrica solamente, era impresionante. Hasta plata nos conseguían los compañeros, juntaban plata de las quincenas. Nosotros nunca repartimos plata en las huelgas, pero había organización en los barrios, un sistema de financiamiento de los compañeros a partir de los comercios. Les dábamos un cupo de libreta que después lo pagaba el comité de lucha. La solidaridad del ‘75 fue impresionante, quizás más que la del ‘91.
Pregunta de una enfermera: Yo quería retomar un poco lo que dijo usted de que hoy los sindicatos se han transformado en patrones. Nosotros somos compañeras de ADOS, Asociación De Obras Sociales, conformada por gremios como la UOM, la UOCRA, como la AOT, la UTA, gastronómicos y algunas otras. Son 24 gremios en total. Nosotras tenemos mucho descreimiento de nuestros dirigentes sindicales y hemos formado una comisión de trabajadores por debajo del sindicato. Hoy, a seis meses de estar luchando, seguimos peleando con estos dirigentes que son más que patrones, que nos han perseguido, insultado. La mayoría de los que trabajamos en salud somos mujeres solas, hemos hecho todo tipo de lucha que me gustaría que mi compañera le siga contando que es la que ha mantenido esta comisión a la cabeza.
Otra compañera: En realidad somos un grupo de mujeres que llevamos la lucha adelante. Acá tengo dos compañeras más, una es delegada del gremio que ha comprendido que ella tiene que estar de nuestro lado. Muchos no están de acuerdo en cómo lo estamos llevando adelante y tenemos la gran contra de que nuestros patrones son sindicalistas. Entonces es una lucha bastante desigual, pero nos ha permitido crear un lazo fuerte y trascender un poco lo que pedíamos, que nos pagaran los sueldos que nos debían de cuatro meses. Después pasó a ser la defensa de nuestros puestos de trabajo y a medida que avanzamos en el conflicto fuimos viendo cómo se daba todo, cómo funciona la obra social. Estos dirigentes gremiales en función de patrones, se enriquecen manejando esta obra social. Y esta lucha hoy va mucho más allá del simple reclamo de los salarios. Y además nos ha demostrado que al unirnos y plantear cosas concretas la gente nos acompaña.
Paulón les pregunta: ¿y ustedes como organización sindical cómo están?
Respuesta: nosotros estamos por fuera de la organización sindical. Yo no estoy afiliada al gremio, fui y me afilié a la CTA como varias de nuestras compañeras. Estamos en conflicto con el gremio que nos representa, que si bien no pertenece al cuerpo colegiado de nuestros, sí está de acuerdo porque cobra sus sueldos dentro del sanatorio. Entonces, por lo tanto, dice que no está en conflicto y que no coinciden con nosotras. Pero bueno, creo que somos un ejemplo de muchas de las cosas que vos dijiste en esta charla, de cómo la gente se organiza por fuera de los gremios, de los sindicatos que hoy son patrones.
Otra compañera: es un ejemplo de cómo las luchas hoy son diferentes a lo que vivió usted en esa época. Nosotras hicimos cosas atípicas, diferentes, porque la gente no está dispuesta a sostener esas luchas impresionantes, hay que tener mucho cuidado en lo que hacemos. No hay grandes manifestaciones, entonces es más pausado, pero espero que tenga su fin. La nuestra es muy difícil, nos hemos metido con los peores, porque son todos sindicalistas, mal llamados sindicalistas o representantes de los trabajadores. Ellos mismos nos quitaron los derechos que alguna vez conseguimos, porque hoy se enriquecen con la plata de sus afiliados y juegan con la salud de quienes representan tanto tiempo. Esto es lo más doloroso, porque nosotros somos enfermeras y, por ejemplo, la UOCRA tiene 6.200 afiliados hoy sin cobertura médica. Salimos a la calle a decirlo durante seis meses y nadie nos presta atención. Recién hoy están poniendo los ojos en ADOS porque si no se les haría un conflicto en el hospital.
Paulón: Creo que esto es un buen ejemplo de lo que estábamos diciendo. Cambian las condiciones porque nosotros, lo que nos pasó, es el reflejo de una época, pero hoy no se daría la misma historia de la misma manera, cada etapa tiene sus desafíos. En Buenos Aires, los repositores de supermercados empezaron a organizarse amenazando a los encargados. Si vos echás un compañero, nosotros te matamos, así empezaron, así les decían. Después nos vinculamos con ellos, y empezamos a charlar lo que era la organización sindical. Hoy los compañeros se están organizando, tienen representantes, pero empezaron así.
Hoy es tan fuerte la necesidad de mantener puestos de trabajo que el compañero, o se desmoviliza, o revienta por el otro lado. A mí me llama la atención el incremento de los niveles de violencia de la gente en los conflictos individuales. Compañeros que de repente reputean al gerente de una empresa; el otro día me llamaron de una fábrica de Rosario porque habían despedido a dos empleados. Fuimos a ver y los dos habían reputeado al encargado y al gerente, porque venían reivindicando una serie de cuestiones que no se las daban.
Y por estos estallidos yo creo que hay una posibilidad de reorganizar el movimiento sindical por otro lado. Y, además, creo que la lucha sindical es una historia sin final. La prueba es que si en algún momento se pensó que un partido representante de la clase obrera solucionaría todos los problemas de la sociedad y que el sindicalismo dejaría de tener razón de ser, la caída del muro de Berlín demostró claramente en qué situación terminaron los trabajadores en esos países.
Creo que este tipo de cuestiones nosotros las tenemos que repensar. Creo que el sindicalismo tiene que ser autónomo, aún del propio partido y de los dirigentes que lo estén impulsando. El otro día, y esto fue dicho por Lorenzo Miguel en el cierre del último Congreso Nacional, ya medio cuando estaba desahuciado de conseguir auxilio del gobierno, contaba lo que dijo Walesa, donde el tipo decía que como dirigente sindical había defendido a la gente hasta las últimas consecuencias y como presidente sólo había cedido a lo que le arrancaron por la fuerza.
Creo que eso es paradigmático y nosotros tenemos que reflexionar, tenemos un sindicalismo que fue funcional a una política de estado de bienestar, cuando el sindicalismo era correa de transmisión de políticas de pleno empleo, de mejora salarial, salud, vivienda, de conquista por parte de los trabajadores. Cuando ese mismo partido aplicó el neoliberalismo, el sindicalismo fue correa de transmisión de la desocupación, de la precarización, de la flexibilización laboral.
Por eso no es solamente el problema de cincuenta dirigentes que se vendieron. El problema es de un sindicalismo que fue estructurado de una manera determinada y hoy ya no va más. Esa forma de organización sindical creo que está desfasada históricamente. Entonces me parece que el debate central es cuál es el modelo sindical que queremos construir en este país. Nosotros por ahí parecemos obsesivos con lo de la autonomía, pero es que hemos padecido demasiado la dependencia del sindicato al partido político. Esto independientemente de que sea el peronismo, porque esta discusión también la tenemos con muchos compañeros de izquierda que no entienden la cuestión de la autonomía, que no entienden la independencia del sindicato del partido político. Este es uno de los debates centrales a instalar.
Tenemos derecho a tener nuestra organización y nuestras decisiones y a equivocarnos. Tenemos derecho a equivocarnos, pero con nuestra política, tenemos que tener la autonomía para poder hacerlo porque, sino, siempre vamos a encontrar la culpa fuera de nosotros mismos. Siempre va a haber uno que nos cagó, siempre uno que nos presionó, uno que claudicó y nosotros terminamos desmovilizados. Esto hay que darlo vuelta.
Por eso yo reivindico las experiencias de esta etapa de ejercicio de la democracia directa en los sindicatos. En el ‘91 la movilización de trabajadores superó a la organización sindical y las decisiones eran tomadas por todos. Tenemos que ver la relatividad de nuestra organización, de la delegación de los mandatos. Nosotros hacemos que la comisión interna se vote directamente por los afiliados y entonces ya no son obsecuentes del sindicato, porque antes había que pactar, ahora hay que tener relaciones con la gente, que es la que vota.
Empezamos a implementar varias cuestiones de búsqueda de la democracia interna que tenemos que discutir. Los sindicatos fueron siempre centralizados y discutían directamente con cámaras empresariales. Esto ya no existe más, cada empresa es enemiga de la competencia. Entonces no hay más posibilidad de negociar colectivamente, nacionalmente. Si no buscamos nuevas formas que combinen convenios marcos con negociaciones a nivel local, no vamos a dar respuestas. Ya no existe la negociación por la cúpula, hoy la realidad de la pelea cotidiana está en cada empresa. No hablo de fragmentación, sino de otra forma de articulación. La esencia de la vida sindical es la negociación colectiva, si un sindicato no la puede hacer, no es un sindicato. Hay que reconocer nuestras debilidades para luchar mejor por los intereses de los trabajadores y para eso tenemos que buscar y discutir nuevas formas de organizarnos.
Bueno, gracias compañeros, me indican que tenemos que ir cerrando…
* Doctor en Historia, Universidad Nacional de La Patagonia (UNLP). Director Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales, (UNP – CONICET), Argentina. Email: gperezalvarez@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3324-6328