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Reseñas  

 

 

FERNÁNDEZ DÍAZ, Osvaldo y OSSANDÓN VÉLIZ, Gonzalo (2022). Gramsci y su laberinto. Acerca de los cuadernos, las notas y los conceptos gramscianos. Valparaíso: Kristallos, pp.121.

 

 

La obra de Antonio Gramsci, uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, es vasta y extendida a lo largo del tiempo. Desde los tempranos escritos periodísticos de militante en el Partido Socialista hasta los Cuadernos de la Cárcel, pasando por las cartas de prisión, muestran una variedad temática en un formato alejado de la publicación concisa de libros acabados que pudieran dar cuenta de una elaboración teórica de su pensamiento y de su reflexión sobre la relación teoría y praxis, que seguramente al autor le hubiera gustado realizar en algún momento.

La escritura periodística, además, tiene su propia dinámica y ritmo y el ejercicio adquirido desde su juventud forja en él un transmisor de ideas, opiniones y certezas en contextos de lucha política, que en el peor de los casos va a desenvolverse en el marco de la Gran Guerra, del fracaso de la revolución en Italia y del ascenso del fascismo al poder. Este aspecto precisamente no debe descuidarse ya que el régimen de Mussolini es quien juzga y encierra a Gramsci y a otros comunistas en un momento en que la dictadura se fue consolidando desde 1925 en adelante.

La peculiaridad de Gramsci respecto a los compañeros es que fue consciente de la situación que le tocó vivir de ahí en adelante, como de la censura, de la negación y de la intencionalidad del fascismo -pero no sólo de este- de silenciarlo y borrarlo de la historia de las grandes luchas sociales de fines de la guerra y de los años ‘20 y ‘30. Se puede decir que la escritura, para la que tuvo que solicitar autorización, fue la herramienta para vivir y afrontar la cárcel y la estrategia misma para indicar a sus contemporáneos y a la posteridad que su vida no había pasado en vano, y que su encerramiento fue producto de la lucha política. Lo que tenía que hacer, entonces, era dejar constancia de esta situación, además de revisar las prácticas, los aspectos teóricos, los equívocos políticos que habían permitido la reconstitución capitalista y la aparición del fenómeno fascista, como dictadura de nuevo tipo[1], que postergaba por largo tiempo la posibilidad de la revolución.

Tras su muerte, la publicación de los Cuadernos y Cartas tuvo que esperar a la segunda posguerra y Palmiro Togliatti, su compañero y sucesor al frente del Partido, fue quien encargó la edición, como homenaje, pero también como instrumento para plantear un comunismo diferente en Italia respecto del hegemónico stalinismo. Ahora bien, esta historia fue tempranamente conocida y la publicación de los Cuadernos desató un interés en algunos dirigentes del Partido Comunista argentino, quienes comenzaron a traducirlos a partir de 1958. Sin embargo, se puede señalar que hay tres momentos distintos tanto en su publicación como en su traducción. El formato de cada momento fue adecuándose a cuestiones políticas y académicas, según los grandes movimientos culturales del siglo pasado en el devenir histórico.

La primera edición, sugerida por Togliatti, fue concebida en el formato temático de diversos libros. De esos 33 Cuadernos salieron 6 libros[2], como si esa hubiese sido la intención de Gramsci. Los mismos se editaron en Argentina entre 1958 y los primeros años ‘70, en dos coyunturas diferentes. La segunda versión del proyecto y traducida al castellano, fue llevada adelante por Valentino Gerratana de manera cronológica y con un aparato teórico que indicaba momentos de escritura de los Cuadernos. No fueron incluidos los Cuadernos de traducciones entre los publicados en italiano durante los años ’70, ni tampoco en castellano. Esta segunda versión, publicada por la editorial mexicana Era en 1981, consta de 6 volúmenes que presentan una visión más lógica -del contexto de producción- de lo que Gramsci quiso decir, indicando en cada caso el encadenamiento de las notas.

No obstante, a partir de los años ‘90, tras la desaparición de la URSS y del PC en Italia, surge un proyecto cultural cuyo objetivo busca editar la obra completa del escritor sardo a través de un enfoque filológico de la misma. Desde fines del siglo XX hasta la actualidad dicha labor se está llevando a cabo, si bien con un cierto retraso; su relevancia está puesta en que la nueva edición permitirá una mayor comprensión de la producción e interpretación de lo que parece ser una escritura laberíntica. Este seguimiento casi detectivesco de la escritura de los Cuadernos cuenta con un equipo de intelectuales italianos encabezados por Gianni Francioni, que incluye, entre otros, a Giuseppe Cospito y Fabio Frosini, sin dejar de lado la labor del profesor Giuseppe Vacca, quien alienta -y participa en- esta nueva interpretación.

Adentrándonos ahora sí en el comentario del libro de los profesores Fernández y Ossandón, escriben este pequeño volumen sobre la lectura filológica, realizando una serie de reflexiones a partir de la complejidad de la escritura de los Cuadernos en la cárcel. Se aprecia la relevancia del mismo que puede ser interpretado como una guía para esta nueva estrategia de lectura. La estructura de la obra da cuenta de la necesidad de comprender una escritura de por sí laberíntica en el marco del diálogo e intercambio con las personas que estuvieron en contacto en el período de su encierro, particularmente su cuñada Tatiana y el economista Piero Sraffa. Así el libro cumple un rol primordial y elabora de manera adecuada las claves interpretativas con indicaciones sobre las necesarias formas de lectura para quienes quieran recurrir a su obra e interpretar -o traducir- su cosmovisión en clave latinoamericana, en un contexto internacional signado por la hegemonía neoliberal y los frentes reaccionarios que se abrieron desde el 2015 en adelante.

El orden de los capítulos presenta la siguiente secuencia: “Los Cuadernos”, “Las notas” y “Los conceptos” (y en este se incluyen las metáforas) donde señalan la interacción entre sí formando a su vez una red de conceptos. Con referencia a las notas se puede leer: “que también forman parte de sus investigaciones… pueden ser anecdóticas, bibliográficas, citas aisladas… o reseñas de libros o artículos… donde comienzan a incubarse algunos de sus principales conceptos [que] forman parte, a igual rango teórico, del pensamiento gramsciano” (p. 37). Si a lo largo de los Cuadernos se pueden encontrar bajo la misma rúbrica las notas que llevan igual nombre, sugieren que cada una de ellas se articule con las otras, para percibir la complejidad de la escritura de Gramsci.

Con respecto a la formación de los conceptos, los autores sostienen: “… un concepto gramsciano, sea cual sea su origen, no es algo ensimismado, encapsulado o autónomo, sino algo relativo, que está relacionado con los otros conceptos con los cuales de inmediato es puesto a prueba” (p. 55). Lo mismo sucede con las notas, se mantiene el encadenamiento, porque el “… paso de la nota que ha servido de punto de partida, a la que continúa la reflexión, está dictado por este movimiento de los conceptos” (p. 63). Entonces esto remarca la visión de que no hay una determinación tajante y taxonómica (estática) de los mismos, sino que se mueven con una dinámica propia. Así, en el entrelazamiento se puede percibir la dialéctica y el devenir histórico. Por esto también indican su carácter polisémico: “Su significado varía según la relación que vayan estableciendo con otros conceptos, en este tránsito por las diferentes notas” (p. 57) Tal estrategia discursiva y escritural permite comprender que Gramsci no establece categorías a priori, sino en la medida en que el contexto juega un papel de primer orden; es decir que todas tienen su anclaje histórico. Ejemplificado particularmente cuando se lee la nota “Análisis de situación. Relaciones de fuerza”.

De esta manera los autores sostienen que no existen en Gramsci conceptos absolutos fuera del tiempo y del espacio, sino que están sumidos en la historia, aunque los mismos además deben ser leídos simultáneamente como filosóficos, políticos e históricos para deshacer aquellos engendros que las clases dominantes y sus intelectuales buscan construir desde el sentido común (p. 70). De tal forma que la interpretación del pensador sardo se posiciona en lo que denominó historicismo absoluto.

Ahora bien, entre la censura carcelaria y la del propio Partido plegado al Komintern, se volcó a la formación de cuadros con sus compañeros presos sin resultados tangibles, siendo un punto fundamental para reclamar a las autoridades carcelarias la posibilidad de escribir, con lo que tuvo que lidiar bastante tiempo. Sin embargo, algunas de las observaciones que realizó en ese marco contribuyeron para repensar la estrategia del Partido y posibilitaron la revisión teórica. A partir de ahí, en un acto de autocrítica trabajó incansablemente y, cuando el físico se lo permitía, buscó en la literatura disponible los destellos que luego algunos terminaron convirtiéndose en conceptos. El inicio de muchos de ellos se fue desarrollando a partir de metáforas, ya que “situada… en un espacio que no es el propio, la metáfora puede quedar y transformarse en un concepto, o puede cederle su lugar al concepto” (p. 72). Si ambos, para traspasar la censura, cumplieron una función superlativa, para ello debieron ser enmascarados o encubiertos, procediendo a veces como analogía para expresar algo o dar cuenta sobre procesos en el tiempo presente, apelando a construcciones intelectuales que sin dudas remiten al pasado. Así, lorianismo representa las visiones de intelectuales positivistas, brescianismo a intelectuales de la Iglesia en función de educar a las masas y boulangismo remite a Mussolini (p. 73). Es a partir de ahí que se produce entonces el pasaje de la metáfora al concepto, que sí es más elaborado y que está atravesado por tres dimensiones: filosofía, historia y política. No deja duda al respecto que en la escritura gramsciana este recurso integrado y de vínculos entre notas, conceptos y metáforas puede relacionarse dialécticamente.

Finalmente, para mostrar lo arriba señalado, los autores buscan ejemplificar tal percepción con el concepto de revolución pasiva entre el Risorgimento (década de 1840) y la unificación definitiva de Italia, hacia 1870/71, engarzándolo con otros bajo la forma de red. Si la revolución activa es el ejemplo de la Francia de fines del siglo XVIII, la historicidad y la reacción que despliega a escala continental no deja margen para la reproducción posterior. Sin embargo, la revolución pasiva da cuenta de los cambios, sin la radicalización política que asusta a las propias burguesías, por lo menos desde 1848. Las coyunturas y los contextos específicos, así como las relaciones de fuerza dieron paso a esta revolución sin revolución. Y como los sectores moderados son quienes dirigen las acciones, contribuyen luego al pasaje ordenado y desde arriba de una parte de los políticos e intelectuales radicales que antes apoyaron al Partido de la Acción, lo que Gramsci denomina transformismo, proceso factible en la etapa que se abre por entonces a través de la vía parlamentaria. Mas las categorías gramscianas no sólo remiten a la historia italiana del siglo XIX, sino que en el marco de la derrota política de la posibilidad revolucionaria europea en la primera posguerra, verifica de forma profunda, aún con las limitaciones obligadas por el encierro, tres formas posibles distintas de la revolución pasiva: la reaccionaria -fascismo-, la progresiva del americanismo y fordismo, y la posibilidad de realización en suelo soviético a través del experimento estalinista de los años ‘30. En todos los casos la revolución pasiva se interpreta como un proceso que mantiene en posición subalterna -pasiva- a las masas. El agravamiento de las dolencias y su posterior deceso no permitieron que pudiera desarrollarlo con mayor profundidad.

Una aclaración aparte merece hacerse acerca del papel del/a lector/a de los Cuadernos, una práctica que debe contribuir a seguir un camino propio y dinámico, es decir con autonomía, porque los conceptos no están fijados en el tiempo, explican procesos cambiantes. Significa a su vez romper con una posición subalterna en cuanto a -una pedagogía de- la autonomía, y superar la idea misma de subalternidad en tanto sea intención de las clases dominantes someter y subordinar a las clases laboriosas. Esta es la dialéctica misma de la crítica y la superación. En palabras de los autores “La iniciativa en la lectura que hemos propuesto, queda en manos del lector… el lector participa creativamente en el proceso de formación de un pensamiento como el de Antonio Gramsci, dándole a la lectura el sentido más propio, que significa reproducir y, al mismo tiempo, recrear lo que la escritura implicaba” (pp. 63/64).

Cierra el volumen una serie de anexos que constan de:

I. Una síntesis biográfica de su vida política. La capacidad de los autores da una clara muestra de la recuperación de la vida del revolucionario sardo, indicando las situaciones por las que pasó desde la conformación del Partido Comunista; su previa acción de militante y periodista cuyo compromiso por la causa revolucionaria lo lleva a ser el jefe del partido y diputado; y por la persecución fascista, luego preso del Régimen. Si su intención fue silenciarlo, consiguió todo lo contrario, sus ideas a pesar de la censura y las limitaciones obligadas, no perdieron el rumbo de los acontecimientos mundiales en las tres dimensiones: el fascismo, el americanismo y la puja en el comunismo. Esta reseña contrasta con la biografía recientemente publicada de Andrew Pearmain, donde se desprende una imagen de Gramsci más bien pesimista y poco creíble al ubicarlo como un dirigente de segunda línea. Este autor resalta de manera bastante negativa varios aspectos de la vida de Gramsci, más allá que -es cierto- el encarcelamiento destruye la dignidad de cualquier ser humano. Pearmain ni siquiera reivindica la entereza moral mostrada en su condición de preso político. Otro yerro consiste en olvidarse aún hoy día del interés internacional que sigue concitando su obra.

II. La reproducción de tres notas de los Cuadernos a modo de ejemplo: La nota 1 del Cuaderno 13 sobre el Príncipe, la nota 9 del Cuaderno 16 sobre el estudio de la filosofía de la praxis y la nota 2 del Cuaderno 16, Cuestiones de método. Se busca así recuperar la política, la filosofía y el método para comprender el sentido de la historia. A través de ellas los autores quieren explicar en este recorrido por qué entienden que la obra carcelaria de Gramsci es un laberinto que requiere una lectura atenta, desprejuiciada e independiente.

Para los tiempos que corren en relación a los estudios gramscianos, este libro es una herramienta imprescindible, no sólo por la sencillez de la escritura, sino por toda la pedagogía que brinda para comprender que estos textos clásicos y consagrados siguen generando nuevas búsquedas y formas de traducir al tiempo actual los problemas que se le presentaron a Gramsci, en un contexto signado por una crisis que él denominó orgánica. Esta doble tarea hace del pequeño libro una lectura necesaria en un contexto latinoamericano marcado por giros bruscos, en las últimas décadas, y que dan una señal, en cierto sentido, de que el capitalismo nos ha sumido en una crisis que puede considerársela orgánica. Se desprende de la lectura de este pequeño volumen que las herramientas de Gramsci pueden contribuir a encontrar una salida posible, en un marco en que lo viejo no quiere desaparecer y lo nuevo todavía no logra mostrarse con claridad.

 

 

 

Jorge Sgrazzutti

Cátedra Historia de Europa IV

Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario

E-mail: jorge.sgrazzutti@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6450-9450

 

 

 



[1] Era diferente a las del siglo XIX y copiaba de la izquierda el carácter de masa del partido-régimen buscando la despolitización a través de formas culturales que acompañaban la represión social.

[2] Entre 1958 y 1962 Editorial Lautaro publica El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce; Los intelectuales y la organización de la cultura; Literatura y vida nacional; Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. En 1974 la Editorial Granica publica Pasado y Presente y El “Risorgimento”.