FEDERICI, S. (2022). Ir más allá. Repensar, rehacer y reivindicar el cuerpo en el capitalismo contemporáneo. Buenos Aires: Tinta Limón, pp. 155.

 

 

El movimiento feminista de la década de 1970 marcó un punto de inflexión en las formas de comprender los sentidos y la política del cuerpo. Este tópico se resignifica y se instala nuevamente en agenda al calor de las demandas impulsadas, entre otros, por la comunidad trans. El desarrollo superlativo del feminismo durante el último cuarto del siglo XX corresponde, a su vez, con los años en los que Silvia Federici decidió radicarse en Estados Unidos, asumiendo una militancia comprometida también con los sectores estudiantiles. Durante el año 2015, impartió tres conferencias en su visita al Instituto de Estudios Integrales de California en San Francisco, a partir de las cuales buscó destacar, por un lado, las contribuciones que el feminismo realizó a la constitución de una teoría del cuerpo y, por el otro, se propuso indagar y reconocer los límites que el propio movimiento había demostrado para lograr un cambio en las condiciones de la vida material de las mujeres. De este modo, la autora inscribió estas problemáticas dentro de los alcances de su propia obra teórica, dándole forma así a la primera parte de su libro titulado Ir más allá de la piel: repensar, rehacer y reivindicar el cuerpo en el capitalismo contemporáneo. Es preciso destacar, que su publicación inédita fue en inglés en el año 2020 y dos años más tarde la obra se tradujo al español.

Federici parte de una premisa básica: el capitalismo implicó la separación del hombre de la tierra. Por lo tanto, en este nuevo abordaje —el cual viene a retomar y completar las tesis enunciadas en Caliban and the Witch: women, the body and primitive accumulation (2004)— diversos interrogantes articulan su trabajo. En esta oportunidad, cuestionarse sobre si ¿sigue siendo la mujer una categoría necesaria para la política feminista? o si por el contrario ¿la deberíamos desechar siguiendo las admoniciones del posestructuralismo? son algunos de los ejes centrales que caracterizan los tres capítulos introductorios. Asimismo, en ellos se retoma una cuestión fundante. El capitalismo ha rediseñado los cuerpos de las personas como si se tratara de máquinas de trabajo. En otras palabras, los signos del disciplinamiento y la explotación sistematizada han hecho del trabajo humano la esencia de la acumulación de la riqueza. No obstante, ese proceso de mecanización ha sido doblemente impartido en el cuerpo de las mujeres. Sometido a la disciplina del trabajo primero, y a la expropiación después, se lo convirtió en un objeto sexual y en una máquina de procreación.

A saber, la institucionalización del control estatal del cuerpo femenino, la procreación involuntaria, los mecanismos de esterilización sobre algunos sectores poblacionales, la utilización de métodos anticonceptivos, la criminalización de la prostitución, el descenso actual de la tasa de natalidad y la emergencia por procrear fuera del útero, son algunas de las problemáticas que sustentan estas primeras páginas. Su análisis propone evidenciar que el capitalismo, en tanto sistema basado en la explotación de la mano de obra, ha sumido la corporeidad de las mujeres a planteos biologicistas que procuran la enajenación de la capacidad reproductiva y se conjugan con las demandas del mercado laboral.

En segundo término, Federici ofrece un acercamiento a la cuestión corpórea que parte desde nuestro propio presente. Sobre todo, en relación al género, la identidad y su crítica a la performatividad. Asistimos en la actualidad a un período de cambio y transformación de los cuerpos sin precedente. Estos se rehacen constantemente, a través de la implementación de métodos, que articulan diferentes niveles de tecnologías, desde el más bajo —como puede ser la ejercitación, la utilización de tatuajes, etcétera— hasta otros más avanzados facilitados por el desarrollo de la medicina estética, plástica y reproductiva. Estas últimas cada vez más puestas al servicio del poder y del mercado. Esta exigencia coyuntural que implica modificar nuestro cuerpo mediante el uso de diversas tecnologías conlleva un costo económico y la necesidad de tiempo libre, escondiendo en sí un proceso de estratificación y exclusión social, que reproduce las lógicas de explotación del sistema.

Ahora bien, Federici sostendrá que el verdadero punto de inflexión en la mercantilización de la vida humana y el paradigma de la concepción capitalista de las relaciones sociales lo constituye la gestación subrogada, una práctica que bajo las formas de altruismo y amor reduce la capacidad de gestar a un proceso estrictamente mecánico que promueve la legitimación de un mercado de niños y la definición de estos en tanto propiedad factible de ser transferida, vendida y comprada. Asimismo, la reflexión en torno a esta práctica supone un mayor nivel de análisis sobre las formas que adquiere una nueva división sexual del trabajo. En este sentido, no resulta azaroso que las madres subrogadas provengan de sectores pauperizados o de las regiones más empobrecidas del planeta, mientras que las y los beneficiarios pertenezcan a familias de mayores ingresos que pueden afrontar los elevados costos que la práctica exige. Buscando desnaturalizar el halo filantrópico sobre el que descansa este procedimiento y haciendo visible los procesos de racialización que apareja, es pertinente retomar la pregunta de la autora respecto a si es posible pensar en la gestación subrogada si no supusiera una compensación económica para aquella mujer que, presa de las carencias de su vida material, decide gestar durante nueve meses un niño o una niña para luego desprenderse de su lado.

Aun así, la medicina no ha sido la única disciplina que intervino sobre los cuerpos respondiendo a las demandas del sistema. En consecuencia, en el tercer apartado, Federici retoma los alcances de la filosofía política durante la Ilustración, pero particularmente atiende al impacto de la psicología y la función que desplegó en el diseño y conversión de la corporeidad en fuerza de trabajo durante la implementación del taylorismo en la etapa más extrema de industrialización. Así, el cuerpo mágico fue domesticado, reglamentado, disciplinado y despersonalizado convirtiéndolo en una máquina orgánica capaz de ser reestructurada y adaptada constantemente con el fin de responder a los cambios devenidos por los diversos regímenes laborales. En ese contexto, en el que se buscó rehacer el cuerpo del trabajador, también sufrió una reforma la institución familiar. La mujer no sólo fue concebida como una máquina que nutriría las filas del proletariado sino que, ante la necesidad de crear un trabajador más calificado, el sistema le reservó un nuevo rol: asegurar la reproducción de la vida material, emocional y sexual del obrero. Y en este punto, Federici aborda como idea fuerza un desarrollo minucioso sobre el origen del trabajo sexual en Estados Unidos y en Reino Unido, soslayándolo con el impacto de la obra de Freud en relación a los postulados sobre la liberación sexual de las mujeres y la intensificación del trabajo doméstico.

Ahora bien, pensar el cuerpo como una construcción social y performativa presenta algunos límites. Esta visión omite su vínculo con el entorno natural y desconoce sus cualidades cognitivas. La autora constata en su cuarta y última parte que la avanzada del capitalismo supone el desconocimiento sobre nuestro cuerpo. No sabemos de qué es capaz. Pero lo que sí conocemos es que, en otros tiempos, otras culturas lograron una conexión intrínseca con la naturaleza, una coevolución en la que eran capaces de interpretar los vientos y las corrientes. Un vínculo que el capitalismo desmembró por completo. Conforme avanzamos con la lectura, la necesidad de reapropiarse del cuerpo, redescubriendo su capacidad de resistencia y sus poderes —de actuación y transformación— emerge como una necesidad inminente e impostergable. Sin embargo, el desafío supone pensar estrategias que nos permitan conseguir este objetivo. En ese sentido, la danza aparece como un elemento sine qua non para la reapropiación, un campo de posibilidad latente que explora los alcances del cuerpo, conoce y reconoce sus lenguajes, sus ritmos y sus cualidades. Federici invita a interpretar el baile como una filosofía ya que a través de la danza se imitan los procesos que nos conectan con el mundo y con los demás, favoreciendo una práctica colectiva liberadora y movilizante que conlleva a desmantelar los dispositivos de cercamiento que buscan disciplinar los cuerpos.

 

 

Sofía Roizarena

Profesora y Licenciada en Historia UNR

Instituto Superior Particular Incorporado Nº 9096

Email: roizarenasofia@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2080-7448