SACHERI, E. (2022). Los días de la revolución. Una historia de Argentina cuando no era Argentina (1806-1820). Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Alfaguara, pp. 288.

 

 

Eduardo Sacheri, el célebre novelista, profesor y licenciado en Historia, nos presenta en esta ocasión su primer ensayo de historia argentina, “cuando no era Argentina”, tal como revela su título. El autor de múltiples novelas de ficción, algunas de ellas conocidas a nivel internacional como La pregunta de sus ojos, nos trae un primer libro que se escapa del cuento, del relato futbolístico y de la fábula, para desembarcar en el terreno de la historia. Ganador del Premio Alfaguara por su novela La noche de la usina y de múltiples elogios y distinciones por El secreto de tus ojos y la Odisea de los giles en su calidad de guionista, incursiona por primera vez en el terreno ensayístico, guiándonos en un recorrido que transcurre desde los albores del imperio español hasta los años finales de la década revolucionaria.

La obra se encuentra dividida en tres “actos” que buscan analizar y ordenar los acontecimientos históricos rioplatenses, principalmente los transcurridos entre 1806 a 1820, para luego insertarlos dentro de una estructura narrativa clásica de la poética aristotélica. Se inicia con un primer acto de exposición o planteamiento del escenario americano, donde vislumbramos los tiempos más largos y coyunturales que el autor busca exponer, unidos con un análisis de mapas físicos y políticos donde se introduce a España como actor preponderante, sus comienzos en la colonización de estas tierras y la lenta construcción del imperio español que desembocará en la creación del Virreinato del Río de la Plata. Un segundo acto, con un análisis del tiempo de lo coyuntural hacia lo acontecimental, donde el torbellino generado por la Revolución Francesa comienza a lesionar la estructura imperial española, exponiendo y ordenando las acciones ocurridas desde las invasiones inglesas hasta los hechos desencadenantes del 25 de mayo de 1810. El último acto nos hace recorrer la década revolucionaria en clave “racional” y “desde el sentido común”, como la denomina el autor, pretendiendo colocar en tela de juicio distintos momentos del accionar de los gobiernos surgidos de la revolución hasta su desaparición final en 1820.

La idea fundamental de la obra es la difusión de algunos aspectos considerados claves de los periodos iniciales de la historia nacional. El análisis e ideas fuerzas son extraídas de las nuevas tesis de investigación que distintos autores, en los últimos años, han contribuido a desarrollar en las academias pero que escapan a los amplios públicos del siglo XXI.

El autor nos recuerda que, en calidad de profesor, lo que hace es “mediar entre quienes generan el conocimiento y la sociedad en general”, ya que aclara expresamente “no ser un historiador”. Su tarea como divulgador de la historia es reconstruir un relato histórico en base a un conjunto de acontecimientos seleccionados comentando, con aditamentos de la cultura popular, principalmente los relacionados con la creación y caída del Virreinato del Río de la Plata. Para ello, se servirá de tesis e investigaciones históricas sobre el periodo seleccionado, tanto de historiadores ya considerados clásicos en la materia, como de algunos más contemporáneos, con el objetivo de que dicho conocimiento pueda alcanzar a nuevos actores, tanto estudiantes como de la sociedad en general y con ello penetrar en la agenda pública.

La idea fuerza que sirve de hilo conductor y fundamenta Los días de la revolución es que Argentina no existía al momento de narrar los hechos transcurridos entre 1806 y 1820. No es un arranque, como dice el autor, sino un tortuoso camino accidentado, con marchas y contramarchas que transcurren durante gran parte del siglo XIX.

Si analizamos algunas de las tesis históricas que el autor busca difundir ante el público -y también recomendar su lectura-, están las obras célebres de Tulio Halperin Donghi como Revolución y guerra, donde se rescata la evolución de la elite política porteña antes y después de la guerra revolucionaria con los nuevos factores de poder emergentes ocasionados por la lucha sin fin. La obra de Marcela Ternavasio, Historia de la Argentina. (1806-1852), un libro relativamente reciente y de una de las autoras más versadas en la temática, es de donde el autor saca una de sus principales ideas, sobre que denominar historia argentina a este periodo es solo un convencionalismo, ya que es un sinuoso recorrido el que se debe transitar para que la Argentina se convierta en algo formal.

Estos aspectos analíticos en clave de elites políticas y su anclaje territorial, se cruzan con otras miradas de aspecto más social y con actores que hacían sus primeros pasos políticos, como la plebe urbana de Buenos Aires. Para vislumbrar mejor estas miradas recomienda la obra de Gabriel Di Meglio, ¡Viva el bajo pueblo!, donde se analizan las transformaciones de milicias a ejércitos debido a la guerra y en esto se vincula con el aspecto militar mediante la obra de Alejandro Rabinovich, Ser soldado en las guerras de la independencia.

Para los aspectos económicos, Sacheri recomienda los escritos de Roy Hora, en particular Historia económica de la Argentina en el siglo XIX, donde se rescatan las actividades comerciales y productivas en la era colonial y su rearticulación por la guerra. Termina por recomendar aspectos más paradigmáticos sobre el acontecer de los estados emergentes del final del imperio español, como la obra de José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, estados y la clásica interpretación de la historia centrada en los grandes personajes recomendando la obra de Beatriz Bragoni, San Martín, una biografía política del libertador.

El trabajo de Sacheri trae a colación una discusión interesante dentro de la Academia en lo que respecta a la investigación, enseñanza y divulgación de la historia. Si entendemos la investigación histórica como un terreno de alta especialización para la generación de nuevos conocimientos y la enseñanza de la misma como la primera tarea de trasmisión del conocimiento generado, ¿a qué profesional de la historia le corresponde la divulgación hacia el público general? ¿Cómo tratar con una sociedad donde existen conocimientos históricos subyacentes, muchos de ellos de base ideológica o con fuerte contenido político, que pertenecen a teorías e investigaciones históricas ya superadas por los académicos?

Los periodistas, entre otras profesiones, han ido tomando el protagonismo que los historiadores más orientados a la academia han ido perdiendo, generando una bibliografía “exitosa” por sus ventas, pero no por su contenido o complejidad en el análisis de los procesos históricos. La aparición de nuevos divulgadores, como los llamados “youtubers” e “influencers”, que se abocan a difundir conocimientos históricos, son también actores que construyen públicos basados en conocimientos y nociones tanto simplistas como dicotómicas, entre “buenos y malos”, colocando criterios morales en un pasado con actores complejos, cambiantes y con elementos societales distintos a nuestras sociedades actuales.

Sacheri habla de discursos históricos que no buscan comprender sino juzgar: decidir quién a actuado bien y quiénes lo han hecho mal, como herramienta dentro de una trinchera ideológica, acomodar el pasado a lo que deseamos que sea ese pasado, que se convierta en modelo de virtud o reservorio de vergüenza. Entonces, vemos un doble proceso. Por un lado, cómo la academia se enriquece con constantes investigaciones que revelan nuevas formas de comprender el pasado y, por otro, una sociedad que tiende a empobrecer su entendimiento del mismo.

 

 

 

 

Marino Antici

Universidad Nacional de Rosario.

Email: manticixxv@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8083-0551