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Varones al desnudo: (hetero) sexualidades en jóvenes de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

 

Mauro Morales(*)

 

 

Resumen

 

El género existe en la medida en que la biología no determina lo social, en este marco el artículo pretende analizar los sentidos que jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, construyen en relación a su sexualidad. Las reflexiones que muestro surgen de una investigación para mi tesis de licenciatura realizada en el año 2017. La metodología utilizada fue investigación cualitativa, con veinte entrevistas semiestructuradas, luego se analizaron los datos bajo el método de comparación constante de Glaser y Strauss acompañados del software ATLAS.ti. En la ideología de los varones, la sexualidad adquiere un papel de fundamental importancia, asimismo la definición de ser varón se hace en función de la negación absoluta de la homosexualidad, por otro lado, se observó que se están gestando transformaciones socioculturales en las formas de ser de los varones.

 

Palabras clave: Varones; Heterosexualidad; Homosexualidad; Género.

 

 

Naked men: (hetero) sexualities in young people from the National University of Córdoba, Argentina

 

 

Abstract

 

Gender exists to the extent that biology does not determine the social, in this framework the article aims to analyze the meanings that young students from the National University of Córdoba, Argentina, build in relation to their sexuality. The reflections that I show arise from an investigation for my undergraduate thesis carried out in 2017. The methodology used was qualitative research, with twenty semi-structured interviews, then the data was analyzed under the constant comparison method of Glaser and Strauss accompanied by ATLAS.ti Software. In the ideology of males, sexuality acquires a role of fundamental importance, likewise the definition of being a man is based on the absolute denial of homosexuality, and on the other hand, it was observed that sociocultural transformations are taking place in the ways of being of men.

 

Key Words: Men; Heterosexuality; Homosexuality; Gender.

           


Varones al desnudo: (hetero)sexualidades en jóvenes de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

 

 

 

Introducción

 

Según Connell (1995), el género es una práctica social que continuamente refiere a los cuerpos y a lo que los cuerpos hacen, pero no por ello se trata de una práctica reducida al cuerpo. El género existe en la medida en que la biología no determina lo social. De esta manera, marca uno de los puntos de transición en los que el proceso histórico reemplaza la evolución biológica como la forma de cambio (Connell, 1995).

Por su parte, asumir la perspectiva de género con Gonzales Jiménez (2009) supone una crítica a teorías que consideran a varones y mujeres como categorías básicamente estáticas y ahistóricas, poniéndose en el centro del análisis a las asimetrías sociales como los juegos de poder; y conjugándose el análisis de los sistemas y estructuras con el estudio de la acción humana. Así, se sitúa a los actores sociales en el análisis, se da importancia al significado y las representaciones y, por otra parte, se define al género principalmente como una acción (Gonzales Jiménez, 2009).

El proceso de construcción social del varón supone una operación con dos caras donde, por un lado, se reducen las diferencias personales entre varones y, por otro, se intentan aumentar las diferencias que los varones podrían tener con las mujeres, sometidas a un proceso parecido de supresión de las diferencias entre ellas. De esta manera, aunque varones y mujeres presenten diferencias considerables en relación a los sujetos de su propio sexo y semejanzas respecto de las personas de distinto sexo, el sistema patriarcal se encargará de tratarlas como si fuesen idénticas y diferentes respectivamente (Vicent Márquez, 1992 en Valdés y Olavarría, 1997).

En línea con Butler (1990), subrayo que la identidad de género se estabiliza a través de la actuación y el repudio. Mediante la actuación, los sujetos actualizan los modelos culturales de ser varón o mujer, dando realidad a las identidades de género. En ese sentido, el repudio nos remite a la fijación del género en cada sujeto a través de aquello que no se debe ser o hacer, de lo abyecto, límite en el que el individuo pierde su condición de tal (Butler, 1990).

Por su parte, Burín (2000), desde la teoría psicoanalítica, sostiene que la subjetividad masculina se construye secundariamente a partir de los esfuerzos de diferenciación respecto de la madre. Para ello, la autora recupera el concepto de protofeminidad, que da cuenta de una identidad femenina primaria constituida en el vínculo con la madre. A partir de ello, los varones ven a la mujer con envidia y temor, necesitando mantenerlas lejos y rebajarlas. En relación al concepto de protofeminidad que retoma la autora, cabe mencionar que implicó una revolución al refutar las teorizaciones freudianas que expresaban la existencia de una masculinidad primaria innata (Burín, 2000).

De esta manera, la homosexualidad es un fantasma omnipresente que desempeña un importante papel en la construcción de la identidad masculina, identificándose con lo abyecto, desde lo cual la virilidad emerge como tal (Fuller, citada en Valdés y Olavarría, 1997). Así, las mujeres y los varones gay se convierten en aquello contra lo cual los varones heterosexuales proyectan sus identidades. En ese sentido, la masculinidad deviene una defensa contra la humillación de la que los varones pueden ser víctimas a los ojos de otros varones (Kimmel, 1994, citado en Valdés y Olavarría).

Creo con Wittig (1975) en la importancia de tomar en consideración la hegemonía tiránica del pensamiento heterosexual que atraviesa a las personas. Según este modelo, no podría pensarse una cultura en que la heterosexualidad no ordene, no solo a las relaciones humanas, sino también a la producción de conceptos que escapan a la conciencia. En la ideología de los varones, la sexualidad adquiere un papel de fundamental importancia. En su constitución como tal, el varón necesita manifestar su sexualidad y alardear de ella. Sin embargo, es relevante remarcar que la sexualidad de los varones solo es valorada socialmente si responde a una orientación de carácter heterosexual (Ramírez, 1997, citado en Valdez y Olavarría, 1997). Como expresa Olavarría (2001), un varón que cumpla con los mandatos de la masculinidad referente debe ser heterosexual necesariamente, orientación sexual que deviene un hecho “natural” (Wittig, 1975, Olavarría, 1997; Olavarría, 2001)

Señalo la trascendencia de esta dimensión con una referencia entre paréntesis, (hetero)sexualidades, ya que las experiencias sexuales con mujeres constituyen un pilar clave que les permite a los varones confirmar subjetivamente su orientación sexual, según el camino que tiene que seguir el varón. De esta manera, iniciarse en estas prácticas con mujeres ofrece la posibilidad de demostrar a los demás que se ha pasado uno de los principales ritos en su constitución como varones (Olavarría, 2001).

Quisiera aclarar que el plural del término (hetero)sexualidades, a lo largo del artículo, alude al número de sujetos entrevistados y no a una variabilidad de formas de ser heterosexual en ellos.

En este marco, el presente artículo, que se desprende de mi tesis de licenciatura[1], apunta a conocer de qué manera los jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba, se ajustan a los mandatos tradicionales de la masculinidad en los modos de vivir su sexualidad y cuáles son las fisuras que existen.

Para ello, en el discurrir de los entrevistados, se logró reconstruir dos categorías fundamentales: la importancia de las primeras experiencias sexuales y la consideración de la homosexualidad como límite.

 

Metodología de trabajo

El presente trabajo se abordó desde una metodología de investigación cualitativa. Como menciona Maxwell (1996), esa metodología permite la comprensión del significado de los sucesos, acciones y situaciones en las que están involucrados los participantes del estudio en cuestión, es decir, de qué manera los participantes le dan sentido a acontecimientos y comportamientos y cómo su comprensión supone formas de hacer y prácticas sociales (Maxwell, 1996).

Decisiones muestrales

Se trabajó con veinte jóvenes varones estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba, pertenecientes a diferentes unidades académicas. Cabe aclarar que se incluyó una dimensión comparativa entre aquellos jóvenes varones estudiantes que cursan sus estudios en carreras universitarias “masculinizadas” y aquellos que estudian carreras universitarias “feminizadas”. Explicito que esta comparación surgió a partir de considerar el fenómeno de “segregación horizontal”, que da cuenta del proceso por el cual varones y mujeres se concentran en determinados sectores y oficios que socialmente se consideran como más adecuados a los estereotipos y roles de género dominantes. Al respecto, se sostiene que existe un acuerdo en reconocer la concentración de las mujeres en aquellas carreras relacionadas con la docencia, las ciencias de la salud y las humanidades, ámbitos que normalmente se relacionaron de manera estereotipada a las mujeres, a la vocación de servicio y al cuidado de los otros (Rodigou Nocetti, Blanes, Burijovich y Domínguez, 2011).

En este punto, se retomaron algunos de los supuestos que Rodigou Nocetti y otros (2011) exponen en torno a la persistencia de los “territorios masculinos” y “territorios femeninos”. Así, se consideró, por un lado, cierta predisposición de varones y mujeres para carreras que se “adecuan a su género” y, por otro lado, se hizo referencia a los alientos o desalientos que tanto varones como mujeres reciben del medio social y universitario para desarrollar sus carreras en ciertas áreas de conocimiento. Además, adherimos al criterio estadístico expuesto por las autoras a la hora de calificar a una carrera, considerando una relación 60% - 40% para definir si es una carrera “masculinizada” (en el que caso de que la población estudiantil de la carrera se constituya por el 60% o más de varones), “feminizada” (donde el porcentaje de mujeres en la carrera sería del 60% o más) o “paritaria” (en caso de que los porcentajes entre varones y mujeres no representen estas diferencias).

Por lo anteriormente dicho, se buscó entrevistar a estudiantes pertenecientes a carreras “típicamente femeninas” (Trabajo Social y Psicología) y, por otro lado, estudiantes de las carreras “típicamente masculinas” (Ingeniería en Computación y Agronomía). Según los datos del Anuario Estadístico de la Universidad Nacional de Córdoba del año 2012, los porcentajes estudiantiles correspondientes a las carreras seleccionadas de acuerdo al sexo son: 72,4% de varones y 27,6% de mujeres, para Ingeniería Agronómica; 89% de varones y 11% de mujeres para Ingeniería en Computación; 11,5% de varones y 88,5% de mujeres, para Licenciatura en Trabajo Social; 21,3% de varones y 78,7% de mujeres, para Licenciatura en Psicología.

 

Estrategia Metodológica de Construcción de Datos

Se optó por la entrevista en profundidad como instrumento para el relevamiento de los datos de interés. Según Valles (2007), el carácter abierto de la entrevista en profundidad permite la obtención de una gran riqueza informativa en las palabras y en los enfoques de las personas entrevistadas. Además, proporciona la posibilidad de clarificar y realizar un seguimiento de las preguntas y respuestas dentro de un marco de interacción más directo, por lo que ofrece la posibilidad de una mejor comprensión de los datos obtenidos.

 

Análisis de los datos

Para iniciar el proceso, primero se llevó a cabo un análisis preliminar de las entrevistas de la investigación, durante la cual describimos los contextos en los que se realizaron las entrevistas, quiénes fueron los estudiantes que entrevistamos, cómo llegamos a ellos, cómo fue el discurso que desplegaron a lo largo del trabajo, sobre qué temas se detuvieron particularmente para exponer sus posturas, qué frases nos llamaron la atención y cuáles fueron los devenires por los que transitó el diálogo entablado. Vale tener en cuenta que los datos recogidos en este análisis preliminar fueron de trascendental importancia para las posteriores etapas del trabajo que nos convoca. A continuación, las entrevistas desgrabadas y transcriptas fueron sometidas al análisis conocido como “Método de comparación constante” de Barney Glaser y Anselm Strauss.

En este sentido, y en lo que a nuestro trabajo respecta, se realizó el análisis cualitativo mencionado empleando el programa computacional ATLAS.ti como herramienta de apoyo.

 

 

 

Resultados

 

Primeras experiencias sexuales

En este apartado, subrayo la relevancia que tienen las primeras experiencias sexuales en los varones, y en especial en los jóvenes entrevistados, para su identidad sexual y posteriores prácticas sexuales. Señalo que el concepto de experiencia nos permite explorar la faceta individual de las vivencias sexuales. Como lo sostiene Ayus Reyes (2002), toda experiencia se vuelve vivencia en el momento mismo en el que es posible narrarla (Ayus Reyes, 2002).

En esta línea, recupero los aportes de Daniel Jones (2010) en su investigación llevada a cabo sobre la primera relación sexual de adolescentes en Trelew (Argentina) como referencia para el análisis de la presente categoría. Como expresa el autor, las primeras relaciones sexuales constituyen acontecimientos significativos para varones adolescentes que lo esperan, viven y recuerdan con intensidad. La primera relación sexual con una mujer les permite salir de toda duda acerca de su identidad en ese sentido, como varones heterosexuales, los primeros encuentros sexuales, más que expresar el erotismo de los jóvenes, sirven para reafirmar su masculinidad (Jones, 2010).

Así pues, pudieron confirmar subjetivamente su orientación sexual, quedando a salvo de desviarse de su ruta, desvío que podía conducir a la homosexualidad (Olavarría, 2001).

Se trata de experiencias amorosas que llevaron a los varones a ser reconocidos por sus pares en el proceso de ser/hacerse varones. En este sentido, aprenden cómo es tener relaciones sexuales con mujeres y cómo es la penetración, pudiendo salir de la curiosidad y, fundamentalmente, sentirse varones reconocidos como tales (Olavarría, 2001). De este modo, teniendo en cuenta la importancia que estas experiencias tienen en el proceso de ser/hacerse varones, profundizo en las vivencias de tales experiencias y cómo repercutieron en la identidad de género de los entrevistados.

En dicha indagación, se pudo reconstruir la importancia de las exigencias de las experiencias sexuales para varones, el carácter consagratorio que tienen sobre el “ser varón” y su reconocimiento como experiencias netamente eróticas y sin implicaciones emocionales. Cabe aclarar que son los pares varones -integrantes del grupo de amigos en la adolescencia- los jueces que aprueban -o no- ciertas prácticas sexuales. En este sentido, adquieren valor los relatos que los participantes directos hagan de sus encuentros sexuales, ya que las audiencias están limitadas a los testimonios de los protagonistas para tomar conocimiento de lo sucedido (Jones, 2010).

 

Experiencias sexuales exigentes

De acuerdo con el modelo de la masculinidad referente en la cultura, los entrevistados hacen hincapié en las exigencias que deben cumplir los varones en el marco de las experiencias sexuales que atraviesan. Se hace referencia a mandatos que deben alcanzarse antes, durante y después del encuentro erótico con mujeres.

De esta manera, la situación se complejiza más, ya que no basta con la obligación de concretar el acto sexual, sino que además deben hacerlo de cierta manera, sin importar el contexto. Cabe señalar que los entrevistados expresan que tales exigencias siempre han sido fuente de presiones. Dos estudiantes -uno de Ingeniería en Computación y otro de Trabajo Social- remarcaron la presión devenida de la exigencia de alcanzar la erección en el encuentro sexual y la preocupación por tener una performance óptima durante sus actos sexuales.

 

Las primeras veces [experiencias sexuales con mujeres] capaz que las viví con cierto peso, qué sé yo, no sabés un montón de cosas, tenés cierta incertidumbre que se va con el tiempo o con la experiencia. En realidad, mi pensamiento cuando era chico era “esperemos que no me ponga nervioso y que se me pare”. Por suerte, nunca me pasó y espero que nunca me pase.[2]

Estaba con la mina muy nervioso y no se me paró, y dije: “si se me para en todos lados, ¿por qué no se me para ahora?” Tenés que taparte con la mochila, la pasas muy mal. Justo ahí no sucede lo que querés que pase. Eso sí me marcó.[3]

 

En relación a la edad para comenzar a incursionar en las experiencias sexuales con mujeres, los anteriores entrevistados dan cuenta de su aspecto normativo. Así, esperan que los varones se adecuen a tiempos estipulados sin considerar las características particulares de cada uno. Sin embargo, la valoración de este aspecto normativo es diferente en ambos testimonios.

Por una parte, el estudiante de Ingeniería en Computación, quien mostró un discurso de tipo esencialista, señaló que su inicio (hetero)sexual se adecuó a los tiempos esperables para tales prácticas. Así, no sólo reafirmó su masculinidad haciendo saber de su iniciación a sus pares, sino que además no transgredió el calendario para la iniciación sexual de un varón.

 

[Las primeras experiencias sexuales] siempre fueron a su tiempo, pienso yo. Qué sé yo, obviamente que no te vas a desvirgar a los nueve años. A los catorce, como la mayoría. Antes no era así, antes a los dieciocho o diecinueve años te tenías que casar.[4]

 

Por su parte, el entrevistado de Trabajo Social sostiene que tal construcción funciona como un dispositivo que presiona a los varones. En tal sentido, los jóvenes son objeto de burla si no acceden a estas experiencias a determinada edad, tono de cargada bajo el que opera una presión pública para que los varones debuten y reafirmen su masculinidad.

 

[Primeras experiencias sexuales] Al principio estás presionado. En una sociedad muy machista, “cómo puede ser que tengas determinada edad y no la hayas puesto”. Mi primera vez la tuve a los quince años, pero a los trece ya se te empiezan a burlar. De alguna forma te sentís presionado, o sea todos van y vos qué onda.[5]

 

Experiencias sexuales consagratorias

Según se dijo más arriba, la iniciación de los varones en las experiencias sexuales con mujeres y compartir la experiencia con el grupo de pares, los consagra en un estatus superior en relación a otros varones que no han hecho saber a sus compañeros de su actividad heterosexual. En este sentido, algunos son venerados por el grupo, mientras que otros son hostigados y burlados.

En este aspecto, vemos un particular énfasis de aquellos varones de “territorios” masculinos -cuatro varones de Ingeniería en Agronomía- y uno de Psicología en relación a la incidencia de las primeras experiencias sexuales en sus respectivos procesos de “ser/hacerse varones”. Al respecto, uno de los entrevistados de Ingeniería en Agronomía hizo hincapié en la dicotomía éxito-fracaso que marcan las primeras experiencias sexuales, fundamentalmente el primer acto sexual. Así, define a la primera vez como un punto de inflexión que les permite declararse entre los ya iniciados, confirmando su masculinidad ante los demás.

 

Y empezar con todo eso [experiencias heterosexuales] fue lindo. Te empezás a sentir el más “langa”. Capaz te preparabas mucho y en la fiesta no hacías nada; ahí te sentías un fracaso total. Pero todo lo de los preparativos era genial, y cuando estabas con la chica o te consagrabas o eras fracaso. La primera vez marca un antes y un después […] Eras un adolescente o un niño y ahí pasabas a otra dimensión. Te creías que eras el mejor porque la habías puesto. Te daba seguridad, te hacías el experimentado, te hacías más guapo. Lógicamente era lo que creías vos.[6]

 

Además, dos de los varones que estudian Psicología refirieron a la relación de estas situaciones con sus identidades de género. Tengamos en cuenta que ambos estudiantes son los colaboradores de “territorios” feminizados y expusieron un discurso esencialista en sus respectivas entrevistas.

Uno de ellos remarcó el papel que desempeñan los amigos como jueces que aprueban o descalifican a quienes se inician -o no- en relaciones sexuales con mujeres y a determinada edad. De esta manera, como señalamos, las presiones ejercidas en esta etapa de la vida son propiciadas por los pares varones.

 

Sí, cuando sos pendejo, eso está en relación a los amigos. Eso es valorado por los amigos. Te preguntan si te la garchaste. También era motivo de bullying a ese que no la ponía. Esto te daba cierto poder.[7]

 

En este sentido, un colaborador de Ingeniería en Agronomía sostiene que saberse y ser reconocido por sus pares respecto de “tener minas” aportaba prestigio en relación a los demás varones, y placer a partir de ello.

 

A mí me encantaba, me gustaba que me dijeran diferentes cosas. Como que tenía minas. Eso te daba superioridad en relación al resto. El hecho de que te charlen halagándote te hace más guapo.[8]

 

Entendiendo que los encuentros sexuales siempre son valorados en tanto son con mujeres, dos colaboradores de Ingeniería en Agronomía mencionan que, a la satisfacción aportada por haber concretado las primeras experiencias sexuales, se les suma un plus si estas se daban con “una chica linda”. De esta forma, conquistar a la mujer que otros varones desean se transforma en una experiencia que otorga privilegios considerables en relación a los demás.

 

Me topaba el mundo [después de haber concretado primeras experiencias sexuales], y más si levantabas a la mina que todos querían. Todos hablaban de uno, estaba en la gloria.[9]

Y capaz que sirvieron para hacerte más varón [primeras experiencias heterosexuales]. Te sentías más grande. Si una mina linda te daba bola, te sentías el más groso, el “más pinchiludo”. Me sentía con más satisfacción”.[10]

 

Asimismo, aunque el colaborador refiere al tamaño del pene de manera metafórica, deja en claro la importancia del asunto. De este modo, quienes hacen saber a los demás que poseen un pene más grande, son valorados positivamente por el grupo, mientras que quienes sean identificados como poseedores de un pene pequeño son burlados por la misma razón.

Un colaborador de Trabajo Social expresa conocer amigos a los que, con el objetivo de que puedan declararse entre los iniciados sexualmente, otros adultos los llevaron con prostitutas para concretar su primera vez, modalidad de iniciación dirigida fundamentalmente a la confirmación de la identidad masculina y a la regulación de las prácticas sexuales de los jóvenes (Amuchástegui, 2001, citada en Jones, 2010).

En este sentido, su primera relación sexual difirió de esa modalidad, pero significó el alivio de saberse perteneciente a los jóvenes sexualmente activos, habiendo pasado una prueba importante.

 

Yo he tenido amigos que sus tíos le han pagado una prostituta y se sentían chochos, los guachos. Lo mío fue con una compañera del colegio, porteña, otra mentalidad mucho más abierta. Es más, ella me terminó encarando a mí. La pasé bastante bien, sentí aparte de placer un algo así como “ya está, ya está, pude, no soy el que queda relegado, no soy de los vírgenes”. Como que fue presión y obligación a dejar de ser virgen y muy mucho placer”.[11]

 

Al respecto, un varón de Psicología expresó que, pese a haber tenido expectativas de consagración una vez que fuera reconocido como activo sexualmente con mujeres, no se sintió como pensaba.

Uno tiene mucha expectativa, pensaba que cuando lo hiciera me iba a sentir más capo; pero cuando pasó no fue así, no pasó nada, no le di tanta importancia.[12]

 

Remarcamos, además, cómo tres estudiantes -un estudiante de Ingeniería en Computación, uno de Ingeniería en Agronomía y otro de Trabajo Social- señalan a sus primeras experiencias como instancias de aprendizaje en las que incorporaron conocimientos sobre relaciones sexuales que les permitieron tener mejores desempeños después. Así, priorizaron que estas fueron formadoras en materia sexual.

 

Y… fueron cosas lindas [Primeras experiencias heterosexuales]. Te van pasando cosas nuevas, vas creciendo. Te sirven para mejorar las cosas que vas a hacer después. Son experiencias que sirven de referencias respecto a lo que vas a hacer después.[13]

 

Uno de los estudiantes más críticos de Ingeniería en Computación, cuando señala su preferencia por aquellos encuentros con mujeres con las que mantenía algún vínculo previo, permite entender la existencia diversas modalidades de relaciones en los encuentros sexuales.

Para ilustrar esto, Jones (2010) distingue al noviazgo de la transa como dos tipos de vínculos socio-sexuales que actúan como marcos posibles y frecuentes de las primeras relaciones sexuales de adolescentes. En este sentido, el noviazgo es el tipo de vínculo que implica compromiso afectivo con la pareja y con expectativas de continuidad en la relación. Por otro lado, señala a la transa como la existencia de encuentros sexuales con distintos niveles de intensidad, pero que no implican compromiso afectivo, monogamia ni exclusividad (Jones, 2010).

 

Creo que me ayudaron [Primeras experiencias heterosexuales], me enseñaron que hay que vivir un poco de todo, que hay que vivir situaciones diferentes. Particularmente, me gustó más la experiencia de estar con gente que conocía de hace un tiempo, que era que se rompía solamente lo del sexo y pasabas a una conexión un poco más fuerte, pero en general todas las experiencias me han ayudado o me han hecho aprender.[14]

 

Experiencias sexuales eróticas y sin implicaciones emocionales

Por su lado, un estudiante de Ingeniería en Computación hizo hincapié en el impulso sexual que busca placer, señalando la ausencia de compromisos afectivos en las relaciones entabladas. Según sostuvo, esta modalidad de vínculos se da con mayor frecuencia en la actualidad. Como se señaló, refiere a relaciones que implican interacción predominantemente sexual sin compromiso afectivo.

 

[…] dejarse llevar por el impulso del momento sin pensar si la otra persona te gusta o no, si querés compartir algo más o no. Te dejas llevar por el momento y después la cagaste porque no te interesa más que para eso. Se vive mucho ahora. No sé si “usar” es la palabra, pero más o menos las personas se usan entre sí para el placer sexual. [15]

 

Experiencias sexuales satisfactorias/insatisfactorias

Por último, me interesa profundizar sobre cómo los varones vivieron tales experiencias. Al margen de las características de los mandatos que los varones deben cumplir, considero importante tomar en cuenta cómo se sintieron en el marco de sus primeros encuentros sexuales. Así, algunos señalaron que se trataron de experiencias cargadas de sensaciones de bienestar; aunque otros las vivieron con ambivalencia (sintiéndose bien de a ratos y mal por momentos) y otros recuerdan a estas experiencias como displacenteras.

En esta línea, quienes expresaron mayores vivencias de satisfacción fueron los cinco estudiantes de Ingeniería en Agronomía y dos de Psicología. Como expresaron, se trata de experiencias que los cargaron de expectativas y de satisfacción en ciertos momentos de su vida. De todas maneras, claro está que se trata de varones que, a su decir, habían ejecutado a gusto los mandatos heteronormativos en su contexto:

 

[…] fue una etapa de la adolescencia muy linda. Lo vivía con mucha expectativa y tenía un lugar primordial en mi vida [primeras experiencias heterosexuales]. Era lo más importante en ese momento. Siempre tenía muchas expectativas. Me encantaba que me dieran bola las chicas, me gustaba salir a los boliches.[16]

Me sentía un dios. Siempre fui el que más minas tuvo; sin mentir, todos hablaban de uno, estaba en la gloria.[17]

 

Por su parte, un estudiante de Psicología aludió al displacer experimentado en sus inicios sexuales. En ese sentido, se refirió a las primeras experiencias en materia sexual como momentos cargados de displacer en el marco de las exigencias que debía cumplir ante sus pares por reconocerse varón. De esa manera, señaló los conflictos que le generó negarse a cumplir con lo esperable para varones en materia sexual. El entrevistado en cuestión fue de los más críticos de la muestra en relación a las prescripciones de género de la masculinidad hegemónica.

 

Por ejemplo, mis primeras salidas a los boliches fueron un poco problemáticas porque había fracasado en esa tarea [la conquista de mujeres]. Mis amigos iban a las matinés y esas cosas, y a mí no me gustaban tanto. Me daba vergüenza eso de tener que ir a encarar a una chica para darle un beso. En esas cosas no me sentía muy cómodo. A veces fui discriminado por estas cosas. Hubo situaciones de pelea, nos agarramos a trompadas, mis hermanos se enteraron que por ahí me hostigaban.[18]

 

Por su parte, dos estudiantes de Ingeniería en Computación y uno de Psicología expresaron haber vivido sus primeras experiencias sexuales con cierta ambivalencia, por estar cargadas de sensaciones y emociones positivas y negativas.

Uno de ellos señala que la ambivalencia vivida se refiere a una experiencia sexual en la que identifica el contraste existente entre las expectativas que tenía y aquello con lo que se encontró en el momento de su iniciación sexual. Cabe señalar que hace referencia a su primera experiencia manifestando que, si bien fue vivida con satisfacción, se trató de una relación sin implicancias emocionales.

 

Fue medio raro porque yo no quería algo serio con esa mina, yo quería algo de esa noche. Te puedo decir que me gustaron esas situaciones, pero creo que no fueron lo que esperaba. Esperaba más; pero nunca tuve una novia. Lo mío fue carnal, y no mucho más que eso. Por ahí si las minas querían algo conmigo, yo no quería algo con ellas porque no me gustaban.[19]

Otro de los entrevistados diferenció aquellas primeras experiencias vividas con placer de otras que hubiese preferido no concretar. Según expone, de las que se arrepiente tienen que ver con situaciones en las que no pudo controlar su impulso sexual, adentrándose en vínculos que hubiese preferido evitar:

 

Bueno, son experiencias [primeras experiencias heterosexuales] que me gustaron, otras de las que me arrepiento. Por actuar por impulso. Me arrepiento de dejarme llevar por el impulso del momento sin pensar si la otra persona me gusta o no, si querés compartir algo más o no. Te dejás llevar por el momento y después la cagaste porque no te interesa más que por eso.[20]

 

El colaborador de Psicología señala cómo las primeras experiencias fueron fuente de confusión, vividas con ambivalencia, tanto entre sensaciones placenteras como de malestar:

 

En los cumpleaños de quince tenías que sacar a bailar a alguien y eso te daba timidez y desconfianza. Ella también estaba insegura. Todo era confusión en esos tiempos. Lo vivía con alegría cuando estaba todo bien, pero era triste en la soledad. Pensabas que no te querían, que tenías cosas diferentes a los que tenían novia. Después te vas dando cuenta de que uno mismo se va formando y tiene cosas interesantes a los demás. [21]

                                 

La homosexualidad como límite

Tomando los aportes de Butler (2007), entendemos que la negación de la homosexualidad aparece como generadora de la identidad de género sobre las rejillas culturalmente inteligibles de una heterosexualidad idealizada y obligatoria (Butler, 2007).

Cuando la desarticulación y la desagregación del campo de cuerpos alteran la ficción reguladora de la coherencia heterosexual, parece que el modelo expresivo pierde su fuerza descriptiva. Se trata de un ideal regulador que se muestra como una regla y una ficción que tiene la apariencia de ley de desarrollo que regula el campo sexual. La institución de la heterosexualidad obligatoria y naturalizada requiere y reglamenta al género como una relación binaria en donde el término masculino se diferencia del femenino a través de las prácticas del deseo heterosexual (Butler, 2007).

En el marco de la cultura que toma como referencia la masculinidad heterosexual, la homosexualidad se inscribe como “lo abyecto”, digno de temor y rechazo para los varones que quieran reconocerse como tales ante los demás. Como se ha descripto, la masculinidad referente sostiene el mandato que sólo concibe a varones heterosexuales (Huberman y Tufró, 2012).

Coincido con Olavarría (2001) al considerar que el proceso de ser/hacerse varones es sexista; donde los heterosexuales son normales y superiores a los homosexuales que constituyen lo “enfermo” e “inferior”. Se trata de una concepción que justifica la homofobia, estigmatiza al hombre homosexual como enfermo y feminiza a los hombres cuyos cuerpos no corresponden al estereotipo de la masculinidad hegemónica. (Olavarría, 2001).

De esta manera, las masculinidades homosexuales son ubicadas en la parte más baja de una jerarquía de género entre los varones, por lo que la homosexualidad es la bodega de todo lo que es simbólicamente expelido de la masculinidad hegemónica. En consecuencia, desde el punto de vista de la masculinidad hegemónica, la homosexualidad se asimila fácilmente a la femineidad. Y por ello, de acuerdo al punto de vista de algunos teóricos, la ferocidad de los ataques homofóbicos (Connell, 1995).

En este sentido, lo homosexual se configura como el límite de las subjetividades y corporeidades. A partir de ello empieza a tomar cuerpo la “homofobia” que, según Kimmel (1997), aparece como uno de los principios organizadores de la definición cultural de virilidad. No se trata solamente de odio y aversión a los varones gay, sino más bien del miedo a que otros pares genéricos revelen a los varones, no alcanzando ciertos mandatos considerados necesarios en la masculinidad hegemónica. Aquí destacamos cómo desde el grupo homosocial se edifican barreras de género en donde nada de lo asignado como femenino u homosexual pueda colarse, ya que las posibilidades de ser desenmascarado por los pares existen por doquier. (Kimmel, 1997; Huberman y Tufró, 2012).

Así, hasta lo que parece más insignificante puede representar una amenaza o activar el terror persistente. Por ello, la homofobia como miedo a ser percibido como gay o como poco varonil mantiene a los varones exagerando las reglas de la masculinidad. (Kimmel, 1997).

En el marco de las entrevistas, se identifican subcategorías que los varones de la muestra expresan en relación a la homosexualidad, a saber: reforzamiento de los límites de la heterosexualidad, posicionamientos ante la homosexualidad y prácticas homosexuales personales.

 

Reforzamiento de los límites de la heterosexualidad

La homosexualidad masculina es vista por cinco entrevistados (tres estudiantes de Agronomía, uno de Psicología y uno de Trabajo Social) como un rasgo característico de época, como un fenómeno que distingue al siglo XXI de otros momentos históricos.

Cabe señalar que hay un particular énfasis de los varones de Agronomía en tales planteos, siendo además quienes más lo valoran como un retroceso a nivel social y una pérdida de la identidad esencial del varón. Estos varones son jóvenes provenientes de pueblos o ciudades pequeñas del interior del país donde, según expusieron, no se ven con frecuencia a parejas homosexuales.

Así, los entrevistados de Agronomía presentan una valoración negativa de la homosexualidad.

Uno de los estudiantes de Agronomía, en el marco de su definición de lo que considera qué es ser varón y acorde a los lineamientos de la masculinidad hegemónica, expresa cierta nostalgia por modelos referentes anteriores donde los homosexuales no eran visibles ni aceptados.

 

Muchas cosas han cambiado y el varón ha perdido mucho su esencia. Hoy están cosas como los gays, y todas esas cosas.[22]

 

Por su parte, otro de los colaboradores de Agronomía, acorde a la postura homofóbica que mostró en el trabajo, señaló que se trata de un fenómeno en auge, reprochando a la sociedad el permiso que les otorga para ser visibles.

 

Pienso que la gente está loca, que ni ellos saben qué les pasa. No puedo creer que lo permitan, que le den lugar. Es algo que no existió [La homosexualidad como fenómeno visible].[23]

 

Posteriormente, prosiguió expresando su temor por el futuro de la humanidad ante estos “fenómenos”. Según expone, le resulta incomprensible que, en vez de censurarlos, subsidien a las personas homosexuales, constituyendo una especie de incentivo.

De todas formas, se observa aquí que confunde a homosexuales con personas trans, exponiendo su odio insultándoles:

 

Si esto sigue así, no sé a dónde vamos a llegar. Cada vez va a haber más [homosexuales]. Si encima los subsidian. Hay gente que paga impuestos para que le den a estos “trolos hijos de puta”. [24]

 

Por su parte, un entrevistado de Trabajo Social señala que, aunque no es algo nuevo, ahora se ve a personas homosexuales haciendo libre ejercicio de su sexualidad, lo que contrasta con momentos históricos anteriores. A diferencia de los estudiantes de Agronomía, expone su valoración positiva al respecto.

 

En cuanto a la sexualidad, lo que me gusta es que se haya despertado la homosexualidad, que hayan salido a mostrarse como son. Esa es la diferencia de años anteriores. Yo tengo un amigo que siempre fue gay y me terminó confesando que era gay el año pasado. Yo sé que era gay del secundario. Y eso está bueno.[25]

 

Por otro lado, un estudiante de Psicología, reconociendo la emergencia pública de la homosexualidad en los últimos años, expone una especie de homofobia sutil al respecto. Si bien expresa que ve positivamente que puedan vivir libremente su sexualidad, no puede evitar sentir malestar ante las expresiones públicas de estas relaciones, marcando el peso de haberse socializado en un ambiente conservador cargado de prejuicios:

 

Antes no veías ni a palos a una pareja gay por las calles. Ahora se ve y está bien, aunque uno por venir criado con tantos prejuicios puede sentir algo de impresión, no tiene que ser así.[26]

 

Cuatro entrevistados señalaron que la homosexualidad masculina es una elección que algunos varones pueden realizar en algún momento de sus vidas. Estos refieren a la orientación sexual de las personas como producto de una elección entre otras alternativas. Se trata de dos estudiantes de Ingeniería en Agronomía, uno de Ingeniería en Computación y uno de Trabajo Social. El entrevistado de Ingeniería en Computación, inmerso en un marco heteronormativo, se refirió además a la homosexualidad como algo impensado e impactante:

 

Es bastante chocante [pensar la homosexualidad]. Nunca lo había pensado. ¿Qué pienso? Me parece que es su decisión [...] Me parece que les gusta, también.[27]

 

Por otro lado, señalando que se trata de una elección por la que los varones pueden optar, dos entrevistados hacen hincapié en la importancia de respetar las experiencias sexuales de cada persona, señalando que estas no repercuten en la vida de los demás y que las experiencias ni siquiera marcarán definitivamente la sexualidad o identidad de alguien:

 

Creo que es una elección que cada uno tiene [la homosexualidad]. Es una cuestión de gustos que cada uno puede elegir lo que quiere, así que… y ni siquiera tener sexo con varones marca una sexualidad, sino que solamente es una experiencia que el varón eligió vivir con todo su derecho y creo que está mal discriminar por eso, no tiene sentido.[28]

Yo creo que eso es elección propia de cada uno [homosexualidad]. A mí no me repercute en lo más mínimo, no me molesta. Es más, tengo un primo que es gay y tiene novio, vive con su novio. Al principio tenía a mis tíos que no les gustaba nada, estuvieron mucho tiempo peleados, pero no les quedó otra que aceptar, porque es lo que él siente, es a quien ama. A mí, como primo, no me repercutió en nada, cada uno decide.[29]

 

En esta línea, hay quienes expresaron que la homosexualidad visible de la época representa una experiencia que revoluciona/impugna/transgrede los tradicionales mandatos de la masculinidad hegemónica referidos a la heterosexualidad. En consecuencia, la homosexualidad es vista como una oportunidad de ruptura de mandatos que se pensaban infranqueables.

En este punto, los que hicieron referencia a esto fueron estudiantes de “territorios” feminizados, dos de Trabajo Social y uno de Psicología. Cabe aclarar que los colaboradores de Trabajo Social señalan lo antes descripto desde sus experiencias personales, en tanto que uno de ellos expresó ser bisexual y otro homosexual:

 

[Mis familiares] Se quedaron así helados porque les dije: mirá, a mí me gustan los varones hace un tiempo, y no se los dije porque éramos muy machistas […] Cuando me di cuenta de que empecé a sentir atracción por hombres, sentí que era algo estúpido que me pasaba en la cabeza. Empecé a evadirme y me di cuenta de que no era eso lo que yo quería [tener relaciones sexuales con mujeres]. Empecé a romper con los roles. Todo se abrió un montonazo, cambió un montón en el tema del machismo.[30]

No me parece mal [la homosexualidad]. Yo creo que hay que romper estructuras: las nuevas generaciones lo están haciendo y me parece perfecto que se vaya haciendo eso. No hace bien reprimir tanto, a nadie le hace bien. Somos bastante inteligentes para romper estructuras. Le hace mucho mal a mucha gente esto. Hay gente que se lastima por todo esto.[31]

 

Posicionamientos ante la homosexualidad

En esta subcategoría se hizo referencia a la postura que los entrevistados toman al ser interrogados sobre la homosexualidad.

De acuerdo con los señalamientos de la masculinidad hegemónica, y en base a lo indagado, encontramos varones con claras posturas homolesbotransfóbicas. Nos referimos a personas que exponen sin escrúpulos su rechazo y desprecio absoluto a personas homosexuales y personas trans. Se trata de una homofobia agresiva que durante años ha perseguido y condenado abiertamente a las personas por su orientación no heterosexual. Entre estos, pueden vislumbrarse posicionamientos que, aunque en diferentes grados, dejan en claro sus sentimientos de aversión y odio.

Un señalamiento cabría apuntar aquí. Para el universo simbólico de los entrevistados existe una clara indiferenciación de las identidades no heterosexuales. Tal como se viene señalando, la identidad masculina es sostenida por un pilar heterosexual, de manera que todo aquello que no entre en dicha categoría, vale decir no solo las mujeres y los homosexuales, sino todas aquellas personas que se posicionan con identidades por fuera de los binarismos tradicionales, que son agrupadas por su orientación sexual e identidades de género, con esto me refiero a personas LGBTIQ+, ponen en jaque el sentido de la masculinidad.

Dentro de tales posturas, se observa que quienes expresan esto, son varones de “territorios” masculinizados, con una leve superioridad de varones de Ingeniería en Agronomía por sobre los de Ingeniería en Computación. Estos entrevistados comparten aspectos, como ser: haber expuesto fuertes discursos esencialistas a lo largo de sus entrevistas y haber crecido en pueblos, además de cursar actualmente sus estudios en unidades académicas masculinizadas.

Uno de los entrevistados de Ingeniería en Agronomía se opone con firmeza a la exposición pública de prácticas homosexuales, marcando su desacuerdo con los valores que considera están en la sociedad actual y que abren posibilidades para que se expongan relaciones que rompen con la heteronorma. Además, expone oponerse a la homoparentalidad y refiere al mérito mayor de las personas heterosexuales en la adopción de hijos/as:

 

Yo no soy partidario de eso, pero está bien visto [la homosexualidad]. Por cómo está todo hoy, mientras lo hagan reservadamente, me da lo mismo. Está todo bien si son heterosexuales, si es un varón y una mujer. Yo veo mal a la homosexualidad, pero para la sociedad es lo mismo. Ah, y hoy tienen más posibilidades de adoptar los homosexuales que una pareja heterosexual que se esforzó.[32]

 

Por su parte, un colaborador de Ingeniería en Computación señala negarse a una posible amistad con personas homosexuales por la orientación sexual de estas.

 

No, si es homosexual, olvidate. Hasta no me haría amigo de él. En realidad, nunca me pasó. No me imagino siendo amigo de un homosexual.[33]

 

Creemos pertinente hacer una mención especial a este estudiante de Ingeniería en Agronomía por su extrema actitud de odio hacia las personas homosexuales. La agresión que expone llega a niveles tales, que propone matarlos y/o negarles todo tipo de derechos. Cabe señalar que, a lo largo de toda la entrevista, no mostró fisuras en su postura homolesbotransfóbica, dicho entrevistado proviene de la zona rural de la provincia de Córdoba, donde ha vivido todos sus años hasta su ingreso a la universidad.

 

[Los homosexuales] están locos, hay que matarlos con un fusil. Es ilógico todo esto. Como los “trava”. A veces te dan risa y a veces te dan ganas de matarlos. Es ilógico. No puedo creer que lo permitan, que le den lugar. Para nada estoy de acuerdo. Esos cambios no los tolero.[34]

 

El desconcierto y consecuente odio que señala el colaborador en cuestión permite pensar lo planteado por Maffía (2005) cuando refiere al pensamiento organicista que entiende a la sociedad como un cuerpo. Con ello se sostiene que, si algunas personas nacen destinadas a oreja y otras a pie, nadie debe intentar cambiar esa condición natural, que tiene sus jerarquías naturales. Por ello, es necesario que cada uno cumpla con las funciones a las que está destinado para que todo funcione. En este sentido, el entrevistado pretende eliminar ese “cáncer social”, en tanto se trata de sujetos que pretenden rebelarse respecto de lo que les toca ser y hacer (Maffia, 2005).

Asimismo, aparecen argumentos que identifican la homosexualidad como producto de una enfermedad psíquica o metabólica. En uno de los casos, hasta se señala información de divulgación sobre la cual sustentan su opinión.

Se trata de dos estudiantes de “territorios” masculinizados (uno de Ingeniería en Computación y uno de Ingeniería en Agronomía), provenientes de pueblos y con discursos de carácter esencialista.

 

Esos tipos [homosexuales] están perdidos de la cabeza, eso es no valorarse ni solo. Se pierden de casi todo, viven en otro mundo.[35]

Yo vi varios documentales de eso [la homosexualidad]. Si lo ves del lado psicológico, podes decir que está enfermo o tiene mal la cabeza. Hay un cincuenta por ciento, más o menos, que es una cuestión física, biológica. El cuerpo nace hombre, pero las hormonas están desbalanceadas. No me acuerdo qué sustancia segregan en el cerebro. Había un caso de un chiquito que tenía tres años que quería vestirse como mujer. Nació así, porque de dónde va a sacar eso un chico de tres años, si no tiene ni idea de nada.[36]

 

Por otra parte, tres entrevistados de “territorios” femeninos (dos de Psicología y uno de Trabajo Social) se expresaron a favor de los derechos por los que bregan los homosexuales, señalando las injusticias que padecen tales personas y la importancia de desmontar los prejuicios imperantes. Según sus expresiones, se trata de un hecho respetable, teniendo en cuenta el derecho que cada quien tiene de vivir la sexualidad a su manera. Para ello, un estudiante de Trabajo Social realiza la comparación con las personas heterosexuales, que pueden vivir sin cuestionamientos su sexualidad. Además, destaca la importancia de la sanción de la ley de matrimonio igualitario en Argentina como un hecho que permitió hablar del tema y poner en cuestión viejos prejuicios.

Los que postularon mayor énfasis en esto son personas que actualmente se encuentran en “territorios” feminizados y con participación actual o anterior en espacios de discusión de género.

 

Sobre los varones que tienen sexo con varones tengo la misma opinión que puedo tener de los varones que tienen sexo con mujeres. Es un hecho agradable, respetable, mientras sea mutuamente decidido. Me parece fantástico que cada persona pueda experimentar, vivir, sentir su sexualidad de la manera que se le cante, si es por mutuo deseo.[37]

No tiene nada de malo [la homosexualidad], tiene que dejar de verse mal. Creo que después de la ley de matrimonio igualitario, es un avance tremendo que se hablara de la homosexualidad. La Iglesia dice que es un castigo para la humanidad. Si vos andás con una mujer, por qué ellos no pueden andar entre ellos, por qué una mujer no puede andar con una mujer.[38]

No tengo ningún problema con los varones que tienen sexo con varones. Me parece bien. Me parece que, así como se organizó una marcha de ni una menos, la cuestión de igualdad no tiene que pasar por una cuestión de violencia de género, sino de la igualdad en que todos somos personas.[39]

 

Por otro lado, en la mayoría de los casos, se identifican posicionamientos que podríamos marcar dentro de una tercera postura identificada. Son posiciones “intermedias” respecto de los extremos antes descriptos. En estos casos, si bien exponen ciertas actitudes favorables a las personas homosexuales, posteriormente realizan argumentaciones que ponen en duda lo inicialmente planteado. Vale la pena remarcar que son colaboradores que supuestamente aceptan la homosexualidad, pero negándose a que puedan adoptar o hacer ejercicio de su sexualidad, al igual que los heterosexuales.

Aquí podríamos hablar de “homofobia aversiva” (Frías, 2005), caracterizada por suavizar los signos de discriminación hacia gays, lesbianas [y personas trans], donde las personas toleran ciertos derechos sociales no reconocidos anteriormente, pero no aceptan la igualdad. Se trata de sujetos heterosexuales que, si bien señalan su apoyo a la protección de los derechos sociales de gays y lesbianas, manifiestan mayor oposición a su capacidad como padres o a la exposición pública de estas parejas (Frías, 2005).

Dentro de estos, encontramos fundamentalmente a varones de “territorios” masculinizados y un varón de Psicología (“territorio” feminizado).

Es importante considerar que el estudiante de Psicología argumenta que, por su adhesión a la religión católica y por lo cuestionado que está el tema en el pequeño pueblo donde vivió hasta hace poco, siempre ha tenido resistencia a aceptar a personas homosexuales.

 

Antes se los veía [a los homosexuales] como con una patología. Ya no los veo así. Los respeto más últimamente, pero me cuesta un poco. Yo soy católico, creo mucho en dios y creo que a los ojos de dios eso no es agradable. Dios dijo que tenía que ser entre varones y mujeres para traer hijos al mundo, pero el otro día el papa dijo que no había drama si un gay quería acercarse a la Iglesia; y esas cosas te hacen reflexionar.[40]

 

Otro estudiante de Psicología sostiene que, si bien no ve a la homosexualidad como un problema, anteriormente sostenía posturas más cercanas a la homofobia. Es de considerar, como se señaló antes, que el entrevistado proviene de una pequeña ciudad del interior cordobés y tuvo un paso previo como estudiante en carreras masculinizadas:

 

Me da lo mismo, no creo que [la homosexualidad] sea un problema. No lo veo como algo malo. Quizás en otro momento de mi vida hubiese respondido algo más nazi, pero ahora no lo veo como algo problemático.[41]

 

Aclaro que, cuando se hace referencia a la procedencia de los entrevistados de pequeños pueblos o ciudades del país, es en razón de que sostienen que mientras más pequeñas sean las ciudades, menor es la frecuencia con la que se perciben rupturas a los mandatos de la masculinidad hegemónica.

Dos de los estudiantes de Ingeniería en Agronomía señalaron “no estar en contra de” siempre que las relaciones homosexuales no se expongan públicamente y no impliquen adopciones, ya que esto podría generar perjuicios en estas/os niñas y niños.

 

No me interesan [los homosexuales]. Es su vida y no se los prohíbo. Mientras no estén expuestos.[42]

Son elecciones, no tengo problema. A mí no me molesta que se casen [los homosexuales], pero por ahí no estoy de acuerdo con la adopción, porque ya entra un tercero. Como sea, es algo que lo afecta, ya sea para bien o para mal. No creo que tenga una influencia positiva. Cuando el hijo se dé cuenta de cómo son las cosas, que él no tiene mamá y papá, le va a afectar. Por eso no estoy de acuerdo. Antes era raro que vieras a una pareja de homosexuales, pero ahora la sociedad lo acepta mucho más. Está bien eso, mientras no adopten chicos.[43]

Me parece perfecto, si a ellos les gusta. Algunos dicen mal “puto”, “gay”; pero a mí me parece que está bien. Son gustos y no podés estar en contra de eso. Creo que mientras que tengan sexo o que sean así desde la casa para adentro, todo bien. No me gusta por ahí cuando lo hacen en lugares públicos, porque le pueden dar a un nene una imagen diferente a la que puede tener desde su casa. Yo como padre quiero que mi hijo tenga una novia mujer; y si es mujer que tenga un novio varón.[44]

 

Dos estudiantes señalaron estar a favor de las personas homosexuales o, al menos, respetarlas, siempre y cuando no intenten seducirlos. Destacan la importancia de ser respetado por tales personas.

 

Yo estoy a favor [de la homosexualidad], siempre y cuando sus ideales no me molesten. Que te digan “vení, te toco el culo” no me gusta. Conozco muchos gay y no tengo drama, mientras me respeten.[45]

No discrimino y no tengo ninguna objeción [a los homosexuales], mientras a mí no me jodan. Por ejemplo, si vos estás con un varón, está perfecto. Voy a venir, te voy a dar la mano, te voy a saludar igual, pero no me vengas con cosas raras. En el sentido de tirarme algún palo raro porque ahí sí que no me gusta.[46]

 

Homosexualidad como práctica personal

Aquí hago referencia a potenciales experiencias eróticas que los entrevistados estarían dispuestos -o no- a experimentar con varones, así como a las reacciones de los mismos en caso de negarse a estas. Como señala Sáez (2016), la identidad masculina es de una fragilidad tal que necesita reafirmarse continuamente, y es muy sensible cuando se ve amenazada, lo que permite entender en gran parte el odio homófobo o las reacciones desmesuradas cuando son seducidos por otros varones (Sáez, 2016)

Solo dos de los varones entrevistados se reconocían como homosexuales y uno como bisexual, mientras que los demás expresaron su orientación de carácter heterosexual.

Ante la interrogación sobre sus posibles experiencias sexuales con varones, los tres primeros dieron cuenta de sus experiencias homosexuales consumadas, mientras que solamente uno de los varones heterosexuales reconoció su apertura a potenciales experiencias homosexuales. Todos los demás entrevistados –casi absoluta mayoría– se opusieron, exponiendo que reaccionarían de diversas maneras a una propuesta erótica de esta índole: desde una simple negación, hasta reacciones que incluyen violencia física.

La mayoría expresó que, si bien responderían negativamente a una hipotética propuesta de experiencias eróticas con varones, explicarían sin violencia y en buenos términos que no están interesados en estas.

 

Si un varón me encara, le digo que pare un poco. Que está todo bien, pero que cada uno vaya por su lado. Le pido que nos respetemos. Igualmente, no van de frente, salvo que estés en un boliche gay.[47]

Yo supongo que le diría que respeto su sexualidad [a un varón que le proponga una experiencia erótica], pero que yo soy heterosexual. Si es mi amigo, no va a dejar de serlo, pero no me interesa la propuesta. Aunque debería estar en el momento.[48]

 

Por su parte, un estudiante de Agronomía señaló su disposición a reaccionar de manera agresiva con violencia contra varones que se acerquen con propuestas sexuales. Tal estudiante puso de manifiesto, asimismo, su postura homofóbica, expresando su oposición radical a la homoparentalidad.

 

Y, le pego un patadón, lo cago a trompadas; si yo escucho hablar a un puto y me saco.[49]

Como se mencionó, de los entrevistados que se reconocieron como heterosexuales, solo uno de ellos expresó su apertura a potenciales experiencias eróticas con varones. Además, este colaborador señaló lo difícil que es perforar la ideología católica familiar que se opone a estas prácticas sexuales.

 

En este momento, yo me considero heterosexual, pero no sé mañana que va a suceder. Por ahí mañana estoy con un guaso y me parece que está buenísimo y bueno, lo más complicado va a ser hacerle entender a mi familia hipercatólica de por qué me gusta la pija y ya me dejaron de gustar las flacas. Pero creo que debe estar muy bueno, aunque estamos cargados de esos miedos. Considero que se la debe pasar muy bien, también porque es una experiencia nueva. Si vos estás acostumbrado a estar con flacas, es todo completamente nuevo y es replantearse tu posición con respecto a la homosexualidad y a la heterosexualidad.[50]

 

Conclusiones

 

La segunda mitad del siglo XX aceleró muchos cambios en las relaciones de género. Frente a estas transformaciones, los varones se vieron afectados individual y colectivamente de manera general, situación que ha generado modificaciones que tornan imposible que los varones permanezcan neutrales, ya que una vez modificado el lugar que se asignaba a las mujeres en la cultura, es inevitable el cuestionamiento del lugar del varón ante las mujeres, ante otros varones y ante sí mismos. (Fuller, citada en Valdés y Olavarría, 1997).

La idea de estos cambios que se están gestando en los papeles de los géneros, según De Barbieri (1993, citada en Ramírez Rodríguez y Cervantes Ríos, 2013), ha convertido al campo de las masculinidades en un sitio de interés. Así, se está hablando de una serie de relaciones más igualitarias, de una crisis en la masculinidad, de la democratización en las relaciones entre los géneros, de nuevas formas de hacerse varón o mujer y de vivir las “masculinidades” y “feminidades”. Sin embargo, es importante tener en cuenta que, si bien algunas de las concepciones que condenaron a las mujeres han ido modificándose, tales injusticias sociales no han desaparecido en su totalidad, sino que, más bien, han adoptado las características propias de la época.

Aunque muchos varones observan que no están en condiciones de alcanzar las demandas de la masculinidad hegemónica, y que los mandatos de esta son fuente de dolores, molestias y perturbaciones, y otros sientan que no se acercan a sus aspiraciones, los varones continúan gozando de recursos de poder que no están dispuestos a abandonar (Olavarría, 2001).

Más que de la derrota del patriarcado, sostiene Ciriza (2007), debemos hablar de cierto estrechamiento de sus márgenes reales de tolerancia, de una transformación en las condiciones existenciales que acepta, por ejemplo, a las mujeres como trabajadoras mal pagas, pero las rechaza como integrantes de derecho pleno. Se trata de una estrategia que tolera las excepciones, pero escamotea las posibilidades de universalización, de un estado que acepta la proliferación de diferencias, en tanto estas no constituyan el punto de partida de una crítica radical al orden establecido, que sigue marcado por el dominio capitalista, blanco, patriarcal y homofóbico (Ciriza, 2007).

Como primera medida cabe destacar que, aquellos varones que realizaron su trayecto universitario en carreras “masculinizadas”, son los que expusieron significados más acordes a la masculinidad hegemónica. Se encontró, por ejemplo, el homolesbotransfobia, con niveles agresivos, mayores a los esperados; como así también una violencia como respuesta legitimada, por ellos mismos, en ciertas ocasiones donde se sienten “amenazados”. Por su parte, los estudiantes de las carreras “feminizadas”, los de Trabajo social y en menor medida los de Psicología, fueron quienes sostuvieron posturas más críticas al hablar de la subjetividad masculina, mostrando aperturas y rupturas, a los contextos socio-culturales actuales en relación a los mandatos genéricos.

En ese marco, en esta investigación se encontró que las primeras experiencias sexuales con mujeres revisten trascendental importancia en la identidad de género. Son reconocidas como encuentros guionados que exigen determinados comportamientos que deben alcanzarse. Además, encontramos que fundamentalmente los estudiantes de Ingeniería en Agronomía y, en menor medida, los de Ingeniería en Computación y los de Psicología, señalaron haber disfrutado de tales experiencias. Mientras tanto, los colaboradores que más críticos se mostraron a lo largo del trabajo, expusieron que se trató de situaciones con sensaciones ambivalentes o displacenteras. Hacemos referencia principalmente a los varones de Trabajo Social y, en menor grado, a los de Psicología.

Por otro lado, se están gestando transformaciones socioculturales en las formas de ser de los varones, que se evidencian en prácticas como mostrar ciertas emociones o realizar actividades deportivas que incluyen el patinaje, la danza, la vestimenta, entre otras. En esta línea, la homosexualidad y la bisexualidad reconocidas como sexualidad propia por tres de los entrevistados, es otro de los puntos que representan un quiebre a uno de los mandatos clave de la masculinidad hegemónica, a saber: la heterosexualidad.

Asimismo, uno de los estudiantes de ingeniería agronómica expresó que, en las relaciones con mujeres, asume una posición de pasividad, dejando el rol protagónico y activo a ellas en sus encuentros sexuales. No obstante, estas prácticas se expusieron como elementos aislados que, salvo en casos como la homosexualidad, no significaron una problematización más profunda de los patrones hegemónicos. También se encontró que la definición de ser varón se hace en función de la negación absoluta de la homosexualidad, con una consecuente valoración excesiva de los encuentros sexuales con mujeres.

 

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Recepción: 27/04/2022

Evaluado: 18/04/2022

Versión Final: 28/05/2022



(*)Licenciado en Psicología. Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina. Email: mauroj_m@hotmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4748-7149

 

 

 

[1] Este artículo se desprende de un trabajo de investigación final de la carrera de Lic. en Psicología de la UNC, realizado con el Lic. Bustos, Omar y dirigido por la Dra. Rodigou Nocetti, Maite.

[2] Esteban, estudiante de Ingeniería en Computación.

[3] Franco, estudiante de Trabajo Social.

[4] Esteban, estudiante de Ingeniería en Computación.

[5] Leandro, estudiante de Trabajo Social.

 

[6] Ricardo, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[7] Daniel, estudiante de Psicología.

[8] Carlos, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[9] Ibídem.

[10] Pedro, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[11] Leandro, estudiante de Trabajo Social.

[12] Damián, estudiante de Psicología.

[13] Pedro, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[14] Sebastián, estudiante de Ingeniería en Computación.

[15] Sergio, estudiante de Ingeniería en Computación.

[16] Daniel, estudiante de Psicología.

 

[17] Carlos, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[18] Alexis, estudiante de Psicología.

[19] Diego, estudiante de Ingeniería en Computación.

[20] Sergio, estudiante de Ingeniería en Computación.

[21] Roberto, estudiante de Psicología.

[22] Ricardo, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[23] Carlos, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[24] Ibídem.

[25] Leandro, estudiante de Trabajo Social.

[26] Leandro, estudiante de Trabajo Social. 

[27] Alfredo, estudiante de Ingeniera en Computación.

[28] Sebastián, estudiante de Ingeniería en Computación.

[29] Elio, estudiante de Trabajo Social.

[30] Mariano, estudiante de Trabajo Social.

[31] Leonardo, estudiante de Psicología.

 

[32] Ricardo, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[33] Diego, estudiante de Ingeniería en Computación.

[34] Carlos, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[35] Ibídem.

[36] Diego, estudiante de Ingeniería en Computación.

[37] Alexis, estudiante de Psicología.

[38] Mariano, estudiante de Trabajo Social.

[39] Leandro, estudiante de Trabajo Social.

 

[40] Damián, estudiante de Psicología.

[41] Daniel, estudiante de Psicología.

[42] Marcelo, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[43] Guillermo, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[44] Pedro, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[45] Roberto, estudiante de Psicología.

[46] Esteban, estudiante de Ingeniería en Computación.

 

[47] Ricardo, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

[48] Leonardo, estudiante de Psicología.

[49] Carlos, estudiante de Ingeniería en Agronomía.

 

[50] Franco, estudiante de Trabajo Social.