Arcón de Clío

Rosario, la ciudad sin fecha de fundación[1]

 

 

La ciudad de Rosario, en la Provincia de Santa Fe, Argentina, a diferencia de otras ciudades, no tuvo fundación, es decir, no es posible indicar ni un fundador, ni un año puntual de fundación e, incluso, en sus orígenes ha sido dificultosa una localización geográfica precisa.[2] Por tal motivo, se ha dicho de ella que su pasado colonial es el de la “no ciudad” (Barriera, 2010, p. 36). Aunque existen en el país otras ciudades cuyos orígenes resultan imprecisos, la ausencia de una fecha de fundación inquietó muy pronto a sus habitantes debido al contraste que esto marcaba con las primeras, más antiguas, y tradicionales ciudades de creación colonial. En particular, nos referimos al caso de Santa Fe, ciudad capital de provincia, la cual ha constituido una especie de némesis en las representaciones de los rosarinos por largo tiempo.

A nuestro juicio, desde comienzos del siglo XIX y ya entrado el siglo XX, los cronistas e historiadores locales pensaron la ciudad como destinada a una grandeza que, en alguna medida, resultaba lábil debido a esos orígenes imprecisos. No obstante, desde diferentes perspectivas, todos ellos creían en esa grandeza, ya fuera como promesa,[3] ya fuera como un logro tangible vinculado a su desarrollo económico, político y sociocultural producto de la modernización capitalista ocurrida en el país desde mediados del siglo XIX (Carrasco y Carrasco, 1897; Álvarez, 1998). Asimismo, coincidieron en el deseo de insertar la historia de esta ciudad en la historia nacional, con sus hechos relevantes y su particular fisonomía. Mientras tanto, Rosario, aunque no era capital de provincia, crecía a pasos agigantados. En ese contexto, sus elites comenzaron a construir relatos que dieran cuenta del origen, aportaron imágenes, ideas, representaciones e incluso mitos, con el fin de crear una identidad común. Y se produjeron importantes debates sobre el tema, los cuales encontraron un punto crítico en 1925, cuando se buscaba una fecha para celebrar 200 años de la ciudad.

Si bien la documentación fehaciente era escasa, en 1925, por razones prácticas, se llegó a consensuar que una fecha posible para considerar el origen de la ciudad sería 1725. En realidad, el territorio que hoy ocupa Rosario estaba por entonces en los márgenes de la región originada desde Santa Fe y recibió población que se desplazaba en distintas direcciones en procura de ganado cimarrón, o corrida por la presión de los malones, o desastres naturales, y en busca de tierras para asentarse. La apropiación sin títulos fue común y dio lugar a chacras y estancias, tanto como a la instalación de pequeños fuertes y rancheríos dispersos e inestables. El trabajo estacional y la circulación de personas fue asimismo una constante. Se suele decir que el punto de confluencia de esa población dispersa fue la capilla de la Virgen del Rosario y la creación de un curato a partir de ella, en 1730, abriendo los registros parroquiales el sacerdote a cargo -Ambrosio de Alzugaray- al año siguiente (de Santillán, 1967; Carrasco y Carrasco, 1897). En realidad, el culto a la Virgen del Rosario no era exclusivo, pues se había difundido por un espacio mucho más amplio, que llegaba a territorios vecinos dentro de las actuales provincias de Córdoba, Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes.

En 1823, durante el gobierno de Estanislao López, la legislatura designó a Rosario como Villa Ilustre y Fiel y, a pedido de sus habitantes, se la colocó bajo el patronazgo de la Virgen del Rosario. Pero recién el 5 de agosto de 1852 fue declarada ciudad. Fue a partir de este momento, en el marco de la Confederación encabezada por Justo José de Urquiza, que comenzó su fase de crecimiento acelerado, asociado a la modernización y al progreso; incluso la Guerra del Paraguay (1865-1870) resultó para ella un importante estímulo económico. En consecuencia, entre 1862 y 1875 ingresaron varias propuestas parlamentarias para que Rosario fuera la capital del país. Mientras la ciudad acariciaba esa posibilidad, y acorde a este deseo, se creaba su diario emblemático, La Capital, en 1867. Se produjo asimismo la progresiva institucionalización del gobierno municipal, tanto como de entidades bancarias y financieras, la instalación de líneas ferroviarias, a lo que se sumó el desarrollo del tráfico fluvial y terrestre. El tránsito al siglo XX estuvo marcado por una abundante inmigración europea y un puerto cuya importancia sería decisiva en sus primeros años.

El proceso de modernización económica e institucional implicó a su vez una transformación sociocultural importante. Desde las últimas décadas del siglo XIX Rosario surgió como una ciudad cosmopolita, ilustrada, liberal y laica, con una prensa propia y un campo cultural en formación. Quienes la observaban la definían como progresista, moderna y prescindente en materia religiosa. Se destacaban más los edificios de los bancos y la Bolsa de Comercio que las iglesias (Prieto, 2014, p. 44). Rosario era la “Chicago argentina”, por el ajetreo del puerto y los negocios, y por las nacientes multitudes en sus calles. Pero el crecimiento acelerado tuvo también efectos no deseados: las diferencias de clases, la cuestión social y la emergencia del problema obrero. La burguesía rosarina descubrió la otra cara del progreso: el conflicto social (Falcón, 2005).

Hoy, en 2025, la ciudad de Rosario ha decidido emular los debates abiertos entre 1924 y 1925 sobre la posibilidad de celebrar sus orígenes, retomando la fecha de 1725.  De este modo, la ciudad actual, reconocida por su actividad comercial, financiera, industrial, portuaria, universitaria y de importante desarrollo cultural, conmemorará muy pronto sus inciertos 300 años de fundación. Es precisamente en este contexto que nos proponemos contribuir, a través del Arcón de Clío, a la discusión que por estas horas recorre la ciudad.

A continuación, reproducimos una publicación de la Academia Nacional de la Historia y su sección local, realizada en ocasión del centenario de su declaración de ciudad (1852-1952). En esa coyuntura, se trató de señalar el derrotero de su institucionalización como entidad urbana de envergadura: de Villa Ilustre y Fiel (1823) a Ciudad (1852). Allí se transcriben varios documentos, tres de ellos revelan las razones por las que sus habitantes solicitaban la declaración de su poblado como Ciudad o Villa, bajo la advocación de la Virgen del Rosario. En los fundamentos se mezclan el consabido argumento de su desarrollo poblacional, con “los méritos contraídos en la causa de la libertad y la independencia” y motivos religiosos que apelaban a la protección especial que se atribuía a la Virgen del Rosario en momentos de desastres naturales, en este caso, con la referencia concreta a una sequía que pudo haber sido muy perjudicial. Un cuarto documento reproduce la ley a partir de la cual se otorgaba a Rosario el rango de ciudad, unos meses después del triunfo de Justo José de Urquiza en la batalla de Caseros. Esta vez la argumentación estaba teñida de nociones propias del contexto, es decir, referidas a la situación provincial antes de 1852, pero también se rescataba el crecimiento y la ubicación estratégica de la ciudad “que la pone en contacto directo con el interior y el exterior”, revelando la clave del interés del urquicismo en esta localidad, la cual, a partir de entonces entró en el torbellino de rápido crecimiento.

El quinto documento que seleccionaron los integrantes de la Academia Nacional de la Historia de Rosario, en 1952, es una carta de agradecimiento de Domingo F. Sarmiento, salida de la imprenta ambulante del Ejército Grande, un mes antes del triunfo de Caseros, el 1º de enero de 1852. Esta carta exaltaba el heroísmo del pueblo rosarino en la campaña contra Rosas y mencionaba una donación de sus libros a fin de promover la educación popular entre los ciudadanos de la región. Sin embargo, una paradoja acompaña ese vínculo de los rosarinos con Sarmiento. Hemos mencionado más arriba que la ciudad de Rosario, por su ubicación espacial y por ciertas ventajas comparativas, entró en una espiral de continuo crecimiento estimulado por las políticas urquicistas. Este constante progreso material llevó a que, en varias oportunidades, durante la década de 1860, se presentaran en el Congreso de la Nación proyectos para su capitalización. Esa iniciativa fue vetada por el presidente Bartolomé Mitre primero y, en varias ocasiones, por su sucesor, Domingo F. Sarmiento. Un saldo de esta aventura, como ya hemos dicho, fue la creación del periódico La Capital que, considerado decano de la prensa argentina, se publica hasta la actualidad.

 

Bibliografía

 

Álvarez, J. (1998) Historia de Rosario (1689-1939), UNR Editora / Editorial Municipal de Rosario.

Barriera, D. Dir. (2010), Instituciones, gobierno y territorio. Rosario, de la Capilla al Municipio (1725-1930), ISHIR/CONICET, 2010.

Carrasco, E., Carrasco, G. (1897), Anales de la Ciudad del Rosario de Santa Fe con datos generales sobre Historia Argentina, 1527-1865, Peuser, Buenos Aires.

de Santillán, D.A. (1967) Gran Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe, EDIAR Sociedad Anónima Editora, Comercial, Industrial y Financiera, Santa Fe.

Falcón, R. (2005) La Barcelona Argentina. Laborde Editor, Rosario.

Martín, M.P. (2017) “El culto de a la Virgen del Rosario como representación fundacional”, en Megías, A., Prieto, A., Piccoli, L., Dell´Aquila, A.V., Múgica, M.L., Chapo, J., Martín, M.P., Glück, M., Rastrear memorias: Rosario, Historia y representaciones sociales (1850/1950), UNR Editora, Rosario.

Prieto, A. (2014) “El mito del centro laico”, en Megías, A., Prieto, A., Martín, M.P., Múgica, M. L., Montini, Pablo, Las batallas por la identidad, EMR Editora, Rosario.

Tuella, P. (1944) Relación histórica del Rosario de los Arroyos, en el Gobierno de Santa Fe, Provincia de Buenos Aires. Escrita por Pedro Tuella en 1801, Arayl, Rosario.

 

 

 

María Pía Martín

Directora Cuadernos del Ciesal

 



[1] Agradecemos al Museo Histórico Provincial “Julio A. Marc” de Rosario y a su director, Pablo Montini, por habernos dado acceso a la documentación que hoy reproducimos en el Arcón de Clío.

[2] A partir de las narrativas sobre la ciudad elaboradas por cronistas e historiadores, podemos pensar diversas representaciones respecto de su localización geográfica: unas, en sentido restringido, referidas estrictamente a la pequeña aldea; y otras que señalan delimitaciones -también diversas- que remiten a su entorno regional (Martín, 2017, p. 169).

[3] Entre otros, así puede deducirse del relato de Pedro Tuella, un comerciante monárquico de origen aragonés, radicado en Rosario, que publicó en El Telégrafo mercantil, rural, político e historiógrafo del Río de la Plata, en 1802, una primera crónica sobre la ciudad, la cual hemos consultado en su edición de 1944. Cfr. Martín, 2017, p.166 y sigs.