Historia colectiva de los lavaderos comunitarios y el barrio antigua fábrica de loza en Bogotá

 

 

Alejandro Mendoza Jaramillo (*)

 

Resumen

 

La historia colectiva es un enfoque que se ha utilizado en Latinoamérica para la construcción de memoria desde el Estado, la sociedad civil y la escuela, y que en el contexto colombiano ha sido muy útil para una comprensión multidimensional del conflicto armado. El presente trabajo busca a través de ejercicios de memoria colectiva con la comunidad que vive y usa los lavaderos comunitarios del barrio Antigua Fábrica de Loza, realizar una historia colectiva del territorio, comprendiendo tres elementos de valor para la comunidad: transformaciones sociales y espaciales del barrio y el entorno; ejercicios de resistencia para permanecer en el territorio y el espacio de los lavaderos comunitarios como epicentro de la vida comunitaria del sector.

 

 

Palabras clave: Historia colectiva; Lavaderos comunitarios; Barrio Antigua Fábrica de Loza.

 

 

Collective history of the community laundries and the Antigua Fábrica de Loza neighborhood in Bogotá

 

Abstract

 

Collective history is an approach that was used in Latin America to construct memory by the state, civil society, and schools. In the Colombian context, it has been beneficial for a multidimensional understanding of the armed conflict. This paper, through collective memory exercises with the community that lives and uses the community laundries in the Antigua Fábrica de Loza neighborhood, seeks to create a collective history of the territory, encompassing three elements of value for the community: social and spatial transformations of the neighborhood and its surroundings; resistance to remain in the territory and finally, the space of the community laundries as the epicenter of community life.

 

 

Key Words: Collective history; community laundries; Antigua Fábrica de Loza neighborhood

 

 

 

Historia colectiva de los lavaderos comunitarios y el barrio antigua fábrica de loza en Bogotá

 

 

 

Introducción

 

El territorio objeto de la presente discusión es el barrio Antigua Fábrica de Loza, localizado en el borde sur del centro histórico de Bogotá, el cual ha sufrido continuas transformaciones desde su origen, pasando de ser campo de cultivos a sede de la primera fábrica de loza fina de la ciudad y posteriormente consolidarse como barrio obrero. Las transformaciones físicas, construcción de redes comunitarias y liderazgos propios llevaron a la consolidación de escenarios de resistencia que desde los liderazgos comunitarios se han encargado de la gestión de diferentes necesidades de la población. En este contexto, ha sido central el rol que han cumplido la Junta de Acción Comunal (en adelante JAC) y los vecinos organizados, pues han logrado resistir a los intentos de desplazamiento para reutilizar esa área con proyectos o de uso institucional público y al contrario, permanecer en el territorio, manteniendo los lavaderos comunitarios en funcionamiento en las condiciones originales en las que fueron inaugurados, sin contar con una figura de administración o apoyo directo.

Estos lavaderos comunitarios se consideran como una pieza clave en el tejido urbano y social de la zona, no solo por su antigüedad (construidos en la primera mitad del siglo XX por parte de la administración), sino porque desde su construcción han sido centro de la vida comunitaria así como un elemento importante para la consolidación y habitabilidad del entonces barrio irregular de la Antigua Fábrica de Loza.

Esa carga de historias alrededor de distintas poblaciones, oficios y temporalidades, desde lo que funcionó como la primera fábrica de loza fina de la ciudad, la autogestión del hábitat por parte de los antiguos trabajadores, las memorias asociadas a la lavandería tradicional y la agricultura, y los cambios que sucesivamente se han venido ocurriendo en diferentes dimensiones llevaron a que desde un ejercicio institucional realizado por una entidad del gobierno de la ciudad, se iniciara la exploración de lo que originalmente serían memorias para la comunicación intergeneracionales o la valoración patrimonial de los residentes del barrio sobre sus lavaderos comunitarios. El ejercicio institucional se realizó a satisfacción, sin embargo, se identificaron algunas ideas potenciales que quedaban sin desarrollarse adecuadamente, precisamente porque no era su alcance, sobre todo lo que tenía que ver con la reconstrucción de la historia colectiva del espacio, por lo que se consideró realizar un ejercicio académico posterior, previa autorización de todas las partes, en el que a partir de la información recabada, se diera mayor profundidad en el análisis de los aspectos que permiten construir la historia colectiva de los habitantes sobre su territorio.

El concepto de memoria colectiva, muy presente en las investigaciones de Ciencias Sociales sobre el patrimonio cultural puede considerarse como un campo disciplinar complejo en virtud de las múltiples disciplinas desde las cuales se nutre. En el caso del presente documento se entendió como el esfuerzo consciente por parte de un grupo por narrar su pasado a través de hechos, personajes, lugares, vestigios, basado en lo real -hechos- o imaginario -interpretaciones-, y valorarlo a la luz de los eventos presentes; algo así como “recuperar la memoria”. Se basa en la construcción de una historia colectiva a partir del (re) conocimiento de diferentes memorias particulares. En ese sentido, los instrumentos implementados buscaron recoger las visiones particulares y personales de las distintas generaciones de memoria que acudieron a la convocatoria.

Ahora bien, en cuanto al orden del presente documento, es el que se refiere a continuación: en el primer apartado se hace una contextualización de los referentes teóricos que orientaron la reflexión académica hecha; el siguiente presenta la propuesta metodológica utilizada, para después desarrollar propiamente la historia colectiva desde el contexto territorial. El apartado de cierre presenta algunos hallazgos y reflexiones finales que enfatizan en los tres elementos que la comunidad destacó: las transformaciones sociales y espaciales del barrio y el entorno; los ejercicios de resistencia para permanecer en el territorio y el espacio de los lavaderos comunitarios como epicentro de la vida comunitaria del sector.

 

Referente teórico

 

La memoria colectiva como objeto de estudio fue desarrollado por Maurice Halbwachs en su texto “La memoria colectiva”, en el que argumenta que la memoria individual frente a lugares, hechos y personajes, está intrínsecamente ligada a la memoria de grupo y que los recuerdos son socialmente construidos y compartidos.

La memoria colectiva se caracteriza por requerir técnicas múltiples y comprensivas, otorgando sentido a los fenómenos sociales y los significados que los sujetos individuales o sociales le dan a estos, pues engloba y enfoca su atención en la experiencia que recrean los sujetos a través de sus discursos, que es donde se traen al presente los recuerdos, no como objetivos o “puros”, sino que involucran una previa interpretación mediada por los sentimientos y emociones de la persona. Lo interpretativo del ejercicio se caracteriza por la intención de comprender y reconstruir  la realidad de los sujetos involucrados en torno a una situación y lugar particulares. En ese sentido, la interacción y contraste de los diferentes discursos e imaginarios de los sujetos son clave para construir una imagen global que recoja las diferentes versiones existentes, incluyendo también las versiones contradictorias y disidentes.

En su texto, Halbwachs (1925) identifica cómo la interacción en los marcos sociales específicos ayuda en la construcción y reconstrucción de la memoria por parte de las personas involucradas, proceso que además está determinado por cada época particular. Este énfasis en la perspectiva del grupo o sociedad, superando la lectura del sujeto individual, abre la posibilidad de estudiar instituciones sociales que tradicionalmente han servido de marco para la construcción de la memoria, como la familia, la religión y las clases sociales, pero que hasta entonces se habían comprendido como des-historizadas.

Por último, otro aspecto importante de señalar de este referente teórico principal, es que la memoria colectiva trata de reconstruir los recuerdos, no revivirlos en un sentido estricto, en virtud a que cada ejercicio de memoria implica una ficcionalidad, una nueva lectura del pasado que se da a partir de la experiencia presente. Es decir, no se trata de recrear una imagen pura de lo que se supone que era, sin ninguna carga valorativa, porque esto no es posible.

La perspectiva ofrecida por el autor se consideró pertinente para la reflexión académica propuesta con la comunidad en virtud a que presenta elementos comunes al ejercicio realizado: la finalidad de la memoria colectiva es asegurar la permanencia del tiempo y la homogeneidad de la vida en un grupo o sociedad, rescatando los procesos de aquellos elementos (materiales o no), que tienen permanencia dentro del colectivo poblacional. Hacer esto, por ejemplo alrededor de la infraestructura de los lavaderos, nos remite a la preservación de elementos identitarios propios que sirven de valor para el barrio y que han ayudado en la generación de cohesión social, una permanencia en el tiempo, la comunicación de experiencias compartidas por el grupo, construcción de una identidad; permanencia del grupo y el anclaje espacial.[1]

 

Referente metodológico

 

En el marco del proyecto de reconocimiento de las valoraciones patrimoniales existentes en el territorio se implementaron estrategias correspondientes a un diseño metodológico cualitativo relacionadas con la memoria colectiva como marco, dentro de las cuales se vinculan y contrastan las historias de vida individuales con las historias orales comunitarias. Se consideró como el enfoque más adecuado para reconstruir una versión no oficial o institucionalizada de los procesos históricos ocurridos en el territorio. Aquí juega un papel importante el elemento de subjetividad, con incidencia de lo simbólico, al tiempo que se recupera lo que no está presente en la historia oficial o institucionalizada, pues tiene un papel esencial en la configuración de identidades e ideologías.

La ruta metodológica fue acordada en todas sus fases con la comunidad participante,[2] lo cual brindó mayor legitimidad y confianza en el proceso. Siguiendo los principios de las metodologías alternativas, que propenden por una decolonialidad en el trabajo comunitario, durante el acercamiento con las personas se propendió por una relación horizontal, en donde la filiación institucional no era importante,  se validaba los conocimientos y experiencias de todas las personas así como se buscó escuchar las voces de todas las personas posibles. La devolución de resultados del proceso también se consideró, para lo cual se realizó un festival con estaciones de actividades en las cuales los participantes interactuaban con los productos construidos: exposición in situ con la historia; álbum fotográfico; olla comunitaria; presentación del grupo de personas mayores de danzas folclóricas, entre otras. 

En términos de población y muestra, la población objetivo eran todos los habitantes del barrio y usuarios de los lavaderos comunitarios, sin restricciones, pues se partió del supuesto de que todas las personas que desearan participar tendrían algo que enseñar y algo que aprender.[3] El muestreo aplicado fue el de tipo bola de nieve, que consiste en  identificar participantes clave los cuales se agregan a la muestra, a estos se les pregunta si conocen a otras personas que puedan proporcionar más datos o ampliar la información, los cuales se fueron contactando e incluyendo en la medida que aceptaran participar (Hernández et al., 2014). Así, se contó con la participación de 15 personas en promedio durante la implementación de las diferentes actividades.

En su orden, las actividades realizadas fueron entrevistas semi estructuradas con líderes comunales y algunas vecinas/usuarias[4] de los lavaderos; círculo de la palabra con líderes y lideresas así como personas de la comunidad;[5] revisión de fuentes documentales de diferente tipo como documentos técnicos, diarios, videos, podcasts y literatura académica; y por último, recolección de material gráfico para constituir un álbum fotográfico del barrio.

Es importante precisar que como no fue posible constatar en fuentes oficiales toda la información recabada en los diferentes instrumentos implementados, así como tampoco era la intención hacerlo, se optó por anonimizar el dato de las instituciones o personas involucradas en algunos apartados, de manera que no se replicaran las que pueden parecer como “imprecisiones” en los hechos ocurridos. Así se optó por contar una versión general de la historia de los dos lugares que eran de interés, el barrio y los lavaderos comunitarios,  alternando con algunas fuentes académicas o institucionales para complementar, no para corregir los relatos recogidos de mano de la población.  

 

Referente espacial: la fábrica, el barrio, los lavaderos

 

A continuación se hace una presentación general que busca contextualizar las características de los lugares en los que se desarrollaron una serie de actividades de activación de memoria con la comunidad. Si bien estamos hablando de un mismo barrio, dada la complejidad de los procesos y transformaciones ocurridas en los espacios, este apartado se divide en dos partes: por un lado, el contexto general del barrio Antigua Fábrica de Loza, y del otro, la infraestructura que actualmente continúa siendo punto de encuentro de la comunidad: los lavaderos comunitarios.

 

1. De fábrica de loza a barrio popular

 

Lo que se conoce actualmente como el barrio Antigua Fábrica de Loza, era antiguamente la primera fábrica de loza fina de la ciudad. La misma se ubicaba en el borde sur del Centro Histórico de la ciudad de Bogotá, en donde se localizaban zonas de explotación de recursos tales como arcillas y otros materiales disponibles en las zonas de ladera de la montaña, espacios conocidos como “chircales”.

De acuerdo con Beltrán (2008), en el siglo XIX empezó el auge por la producción de materiales para construcción como ladrillos, tejas y tubería, así como en la elaboración de loza fina. Therrien (2007) señala que la fábrica de loza fue fundada en 1832 con el fin de satisfacer las necesidades locales de la clase alta, aprovechando la disponibilidad de materias primas en el territorio local, sustituyendo la importación del viejo continente que además, era más costosa.

 

Imagen 1

Localización de la Antigua Fábrica de Loza

 

Fuente: Therrien (2007)

 

La implantación de esta fábrica generó cambios en el paisaje urbano, pues alrededor de la misma se construyó el conjunto de viviendas para los operarios de esta industria, así como se consolidaría el perfil obrero de la población que ocuparía los barrios que posteriormente irían consolidándose a los alrededores.[6] Esto incidió en la especialización de ese sector con un uso predominantemente industrial, al tiempo que, gracias a la dinamización de la economía, pronto se convirtió en un centro poblacional y de comercio de relevancia para la Bogotá de fines del siglo XIX.

El cierre de la fábrica ocurrió a inicios del siglo XX debido a los problemas financieros, la baja venta del producto, los altos costos en la producción, así como a un incendio presentado en el inmueble. Esto derivó en la transformación y adecuación de la infraestructura industrial original como nuevo lugar de residencia por parte de los antiguos obreros, los cuales subdividieron el inmueble en distintas unidades habitacionales o piezas que no contaban con servicios domiciliarios. El inmueble fue el germen desde el cual empezaría a construirse de manera paulatina nuevas viviendas, consolidando el barrio que lleva su mismo nombre.

De esto, da cuenta Luis Alberto Tovar[7] (en adelante LAT): “Mi abuelo y mi abuela trabajaban acá en la fábrica. Y cuando eso cerró nosotros nos quedamos acá (en la fábrica), porque mi mama tenía una piecita con mi tía y mis primos, eso era una sola familia(LA Tovar, comunicación personal, 17 de mayo de 2022).

Al respecto, existen distintas versiones que explican lo sucedido: algunos aseguraron que los obreros lo hicieron como represalia por los salarios adeudados, y otras, que la fábrica fue abandonada por el propietario, que luego entró en sucesión y los herederos se desentendieron del predio y del inmueble (Participante, Círculo de la palabra, 15 de octubre de 2022). Sin importar la razón que ocasionó su refuncionalización, se podría afirmar que desde entonces, empezaría una larga historia de luchas desde lo comunitario para defender el territorio de los diferentes procesos que amenazaron la permanencia de la comunidad en el barrio, de adaptarlo y transformarlo a las nuevas necesidades familiares y comunitarias así como de exigir las infraestructuras básicas al sector público, tales como saneamiento o electricidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen 2

Localización del barrio Antigua Fábrica de Loza (A) y de los lavaderos comunitarios (B)

 

Fuente: Elaboración propia (2022)

 

 

 

 

2. Transformaciones y consolidación del barrio

 

En la entrevista, el participante afirmaba que en la década de 1960 vivían alrededor de 98 familias, cada una tenía alrededor de siete u ocho hijos. Este dato permite hacerse una idea de la alta densidad poblacional que ocupaba el barrio. La misma era población de bajos recursos, en un territorio donde se consolidó un mercado de micro tráfico de sustancias psicoactivas (marihuana) y la respectiva lucha de bandas por el control del territorio, lo cual redundó en la estigmatización del lugar con una imagen de alta criminalidad e inseguridad.

Los relatos dan cuenta de cómo esto afectó sus vidas cotidianas, pues fueron objeto de persecuciones y violencia tanto de parte de los delincuentes como de las instituciones del orden:

 

Era bonito hasta que cierta persona le dio por traer la marihuana y venderla acá. Esa persona hizo cosas buenas e hizo cosas malas, porque dañó la niñez de nosotros, porque vivíamos en paz. Ahí venían a fumar… ahí es donde empezó la venta de marihuana, ya es donde empezaron a vender otras drogas (bazuco) (…) comenzó a presentar revanchas entre ellos mismos.  (…) Nosotros nunca “sapeamos” a nadie. Entonces ya comenzó la competencia de la venta y empezaron a sentirse inseguros. Ellos comenzaron a pelear entre ellos mismos, despareciendo, pero entre ellos mismos (…)

 

Todos los días, en este patio, dejaban un muerto. Aquí entraban y había un pasaje que salía aquí al potrero. (…) Usted entraba por este zaguán, había otro pasadizo y había potrero. Ud. daba la vuelta por atrás y salía acá, había escape. Lo que no tolerábamos eran a los que robaban a los que pasaban, nosotros les “cascábamos”, les decíamos “que tuvieran pelotas y robaran donde hubiera plata y no robaran a la misma gente de uno que apenas va con lo de su pan o su comida (…) (J Ramírez, comunicación personal, 27 de mayo de 2022).[8]

 

En el barrio se empezó a consolidar el fuerte imaginario del contraste urbano y socioeconómico entre el norte y el sur de la ciudad, en donde el sur del Centro Histórico se determinó como sector destinado para obreros y clases económicamente desfavorecidas, y como contracara, el norte como exclusivo para las clases acomodadas. La diferencia en infraestructura y equipamientos destinadas a cada sector empezó a ser notable (vías, redes de tren y tranvía), y de hecho las administraciones locales ayudaron a remarcar esta distinción (Zambrano, 2007). 

A propósito, es importante referir que el barrio permaneció prácticamente aislado a las transformaciones urbanas y corrientes arquitectónicas que sucedían en los barrios vecinos, en donde se hizo común la llegada de servicios públicos domiciliarios, vías y rutas de transporte público. En cambio, en el barrio Antigua Fábrica de Loza sí estuvieron vigentes fenómenos como la compactación, subdivisión y sobrepoblación. Estas condiciones hicieron que entrara en una franca decadencia, evidenciado en la intensificación de problemáticas sociales tales como: riesgos sanitarios derivados de la insalubridad en la que viven sus habitantes, venta y consumo de droga, presencia de grupos delincuenciales, alto deterioro urbano, hurtos y lesiones personales, y en general, inaccesibilidad a los medios que asegurasen los recursos necesarios para la vida comunitaria (como atención médica, educación o equipamientos comunitarios). Durante ese tiempo el sector era conocido como “el Túnel”, nombre que fue cambiado en 1982 por el presidente de la JAC, debido a la connotación negativa de inseguridad que tenía el mismo.

 

Venía “institución” eso le ponían el gas, se tumbaban las puertas, nos sacaban a las patas eso no importaba si había niños o ancianos porque desafortunadamente todo lo que pasaba alrededor, los robos, atracos, muerte y todo lo que había eran los del Túnel (…)  Todo eso me ayudó a reaccionar más, y estas personas son las que han sufrido más, son las que han colocado el pecho a la policía cuando les pegan, cuando los sacan, nos han hasta roto todas las puertas (LA Tovar, comunicación personal, 17 de mayo de 2022).

 

Empezamos a demostrar que nosotros no éramos gente de mala clase sino que lo hacíamos para ayudar a la otra gente, entonces “institución” empezó a cambiar con nosotros, de tumbar las puertas, de sacarnos empelotas a la calle y amarrarnos como lo hacían en ese tiempo. Eso uno tenía un radiecito y se lo rompían, uno tenía comida y se la tumbaban al piso. Eso era una persecución muy berraca en ese tiempo (…) (Participante, Círculo de la palabra, 15 de octubre de 2022).

 

 

Imagen 3

 Esta aerofotografía presenta transformación y desaparición de parte de las edificaciones originales a causa de la falta de intervención, así como la densificación y transformación paulatina de las viviendas

 

Fuente: Mapas Bogotá (2022).

 

Un elemento que determina la permanencia de la población en un territorio es la seguridad en la tenencia de su vivienda. Esto no ocurrió en el territorio que se presenta en este documento, pues los ocupantes del predio empezaron a ser reconocidos con los títulos de propiedad o legalización de las unidades habitacionales en términos administrativos solo hasta mediados de la década de 1980, en un proceso que además tomó 15 años aproximadamente. Por ello, en los mapas históricos el actual barrio aparecía como un área de extensión de la mancha urbana de otros barrios que se consideraban consolidados o regulares, tales como Las Cruces, Santa Bárbara o Belén (Universidad Nacional de Colombia, 2011). Lo anterior ocasionó que los límites administrativos fueran confusos, siendo “reconocidos” únicamente por sus residentes, al tiempo que llevó a que el área que originalmente hacía parte de la antigua fábrica de loza fuera cambiando y reduciéndose a medida que se urbanizaban los límites del barrio y se instalaban nuevos usos.

Al respecto, el desarrollo urbano histórico del barrio estuvo definido por etapas de consolidación sucesivas. La construcción de alcantarillado, apertura de calles o instalación de servicios públicos domiciliarios como alumbrado, agua potable y otros, se fue dando de manera paulatina con actividades específicas y siempre como un proceso de acción comunitaria. En el Círculo de la Palabra una informante señalaba que estas jornadas de instalación de cualquier servicio eran importantes porque se requería el parte de todos para llevarlo a cabo. Normalmente, la Junta de Acción Comunal tomaba la iniciativa, pero se requerían recursos adicionales, los cuales se sufragaban de manera colectiva. De allí, se fortalecían los lazos de amistad y vecinazgo de los residentes:[9]

 

abrir calles, mandar a colocar luz y servicios, como les dije la vez pasada también tenía que pagar los entierros de las personas que fallecían en el barrio, juguetes para los niños y mercado para la gente pobre (…) Se celebraba el día de la madre, se reunía a todos en el patio grande. Ese era el salón comunal de nosotros. Lo que pasa es que en navidad se celebraba y estábamos todos. Cada uno hacía su comidita y sus cosas, pero cuando se fundó la junta de acción comunal es cuando empiezan a hacerse diferentes celebraciones (LA Tovar, comunicación personal, 17 de mayo de 2022).

 

Gracias a la población entrevistada y participante en los círculos de la palabra se pudo elaborar una línea de tiempo en la que se relacionan algunos eventos que consideraron claves dentro de la consolidación del territorio como barrio: 1976, con la construcción del alcantarillado y apertura de calles; 1978, como un año de conflicto debido a la construcción del actual Centro de Desarrollo Comunitario Lourdes (en adelante CDC Lourdes) y la pérdida de una parte significativa del predio original del barrio; 1983, con la instalación de las redes de servicios de electricidad y de acueducto y alcantarillado domiciliarios; 1985, en el que se hizo la escrituración de las propiedades individuales de las familias que vivían en la fábrica y 1990 con la instalación de servicios de televisión y teléfono domiciliarios. Los años recientes han sido dedicados al mantenimiento de los logros previos, en la administración del espacio de los lavaderos comunitarios y en la pérdida de espacios por culpa de la acción o inacción estatal (Avenida Los Comuneros y La Casona).

 

3. Lavaderos comunitarios

 

Los lavaderos comunitarios son una infraestructura de lavaderos compartidos que consiste en una cubierta con implantación en “L” que cobija 34 lavaderos, una poceta en la que se almacena y distribuye el agua en todo el circuito y un inmueble de una planta en doble altura en el que se encontraban instalados los servicios anexos para la comunidad (Mendoza, 2024).  Fueron construidos en 1936, durante la alcaldía de Jorge Eliécer Gaitán en un predio donado para tal fin. Este espacio se convirtió en relevante en tanto que concretó una acción por dignificar el trabajo de las personas dedicadas a la lavandería, que se realizaba en la quebrada San Juanito, la cual pasaba por el predio que actualmente ocupa los lavaderos y que fue canalizada por el gobierno de la ciudad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen 4

Infraestructura de los lavaderos comunitarios

 

Fuente Álbum comunitario (2022)

 

Respecto a los recuerdos de los participantes en el espacio, coinciden en destacar las condiciones del terreno antes de la construcción, las actividades desarrolladas y las personas que les llevaban a ese lugar. Hay diferentes versiones con respecto a la administración del predio y la infraestructura, sin que ninguna pudiera ser comprobada a través de archivos oficiales: se refiere que del espacio estuvo bajo la Administración Distrital[10] hasta el año de 1974, momento en el que son abandonados sin razón aparente, siendo el espacio ocupado por consumidores de drogas y delincuentes, quienes se robaron los elementos de construidos al interior del inmueble.

 

Eso dejaron cerrar todo porque acá había hasta cocinas que había antes que eran de carbón y eso cerraron todo y fue peor (…) Los baños que existían eran estos. Aquí había duchas con agua caliente de carbón. (…) Había cocina, pero no le digo que se la robaron.  (JA Ramírez, comunicación personal, 27 de mayo de 2022).[11]

 

Otra versión refiere que la primera administración fue dada directamente a la madre de Luis Alberto Tovar, señora Blanca Lilia Mora, quien estuvo al frente hasta su muerte. Posteriormente, la administración pasó a manos de la Junta de Acción Comunal (antes llamada Junta de Mejoras[12]), quien en cabeza de Luis Alberto, se encargó de carnetizar a los usuarios, asignar los lavaderos disponibles, hacer los reparos permanentes que la infraestructura requería así como programar actividades comunitarias en el espacio (Mendoza, 2024).

El agua del que se surten los lavaderos es de origen natural, con un flujo permanente y que de acuerdo con LAT, viene de la montaña y seguramente es un caudal de la misma quebrada. Con respecto a la gestión del agua, fue necesaria la construcción de un pozo que sirviera para la recolección y distribución del líquido. Como espacio construido, los lavaderos han sido vitales para la comunidad del barrio y sectores vecinos en virtud a que los mismos ofrecían servicio de agua potable y servicios comunitarios tales como baños y cocinas (en el inmueble anexo).

Mendoza (2024) identifica que el inmueble que aún se conserva, tuvo cambio en su uso desde la década de 1970,[13] momento en el que los servicios anexos fueron retirados y se adecuó el uso residencial:

 

El área de los lavaderos ha servido históricamente como punto de encuentro para la comunidad del barrio, pues ante la ausencia de un salón comunal propio, históricamente se han realizado las actividades comunitarias en el área de tendido. Así, los lavaderos se convirtieron en punto de encuentro para habitantes de los barrios próximos (Las Cruces y Belén), para la realización de jornadas institucionales propias o de la administración de la ciudad tales como jornadas de salud, capacitaciones, entre otras (Mendoza, 2024, p. 125).

 

En términos de infraestructura, no solo el inmueble anexo a los lavaderos ha sido objeto de modificaciones, sino que las áreas y usos existentes en el predio se han adecuado. En un apartado anterior se señaló cómo el predio original fue reducido debido a la instalación de un uso dotacional vecino (CDC Lourdes), ahora es importante referir que a mediados de la primera década de los 2000, el área de tendido cambió su uso en virtud al escalonamiento realizado por la Lotería para la integración de ambos predios al momento de construir el CDC y la baja sensible en la cantidad de usuarias de los lavaderos.

 

4. Huerta Urbana

 

En la memoria de los entrevistados, aparecieron las instituciones del gobierno de la ciudad para proponer la adecuación de la huerta en el marco de un programa de seguridad alimentaria y huertas urbanas, el mismo proponía la instalación de 14 huertas. Este predio fue elegido gracias a que contaba con una fuente de agua natural, algo que no está presente en otros lavaderos comunitarios del sector. Originalmente era el espacio que se utilizaba como tendedero de los lavaderos, pero que debido a la baja sensible de usuarios, se decidió re utilizar:

 

Estábamos así como cualquier día lavando, llegó una señora (…) me dijo que si yo no me quería meter a un proyecto que había de 14 huertas para hacer un invernadero y hacer una huerta comunitaria ahí (…) Entonces yo le dije a mi hijo (…) le dijimos a José de Euclides, le dije “hola por qué no me ayuda, yo quiero participar en lo de la huerta ¿Qué hay que hacer?”, le dije “no pues empezar a labrar la tierra mijo”. Entonces ya éramos 3, le dije a mi esposo y le dije es que hay una señora que quiere que hagamos una huerta y me dijo, “Pues hagámosle que hijuemadres” (…) Entonces ya éramos 4 personas y dije yo le voy a preguntar a Doña María que está al pie de la casa y ella me dijo que sí (…) fue decirle a ella, cuando el lunes ya llegó con ingenieros, con tablas, plástico y empezamos eso. Armaron los invernaderos desde acá, contra la pared, de 70 metros. Primero armamos este, el de acá, entonces ellos trajeron las cajas, tablas y armaron todo eso, y empezamos a sembrar en forma (Participante, Círculo de la palabra, 15 de octubre de 2022).

 

El trabajo en la tierra con actividades como limpiar, abonar, cultivar y cosechar, se convirtió entonces en una nueva actividad que tenía lugar en el predio de los lavaderos bajo el liderazgo de Marina Caballero de Avendaño. Entonces se contaba con la participación de un grupo de personas mayores quienes encontraban en el espacio una manera tener una vejez activa. De acuerdo con la información compartida por los participantes, el escenario servía de fuente alimentaria a las personas de los barrios vecinos, que llegaban no solo a la compra de los productos en cosecha, sino también a aprender a través del “aula ambiental” que allí se instaló, pues las personas interesadas intercambiaban experiencias en el trabajo huertero, intercambiaban semillas o plántulas, así como en ejercicios más estructurados y guiados, se invitaban a las instituciones educativas del área circundante para hacer recorridos guiados a niños y niñas. A propósito, son muchas las anécdotas y actividades realizadas en pro de la sostenibilidad del escenario:

 

Yo era la que le pedía perdón a la tierra, porque yo era la que sembraba todo, mi esposo José y ellos, echen azadón y revuelvan la tierra. Empezamos a hacer abono, abono orgánico, yo empecé a traer todo que había en mi casa (Participante, Círculo de la palabra, 15 de octubre de 2022).

 

Hicimos un compost de las cosas más hermosas (…) Lo contraté y me cobraba 40mil pesos por el viaje, me traía 30 o 40 bultos de abono y empezamos a revolver todo ese abono con todo allá y en seguida lo encostalábamos todo, pero seco, eso no tenía olor de nada, le echábamos melaza, más cal y cascara de arroz. (…) Yo administraba la plata, yo sembraba, yo todo. (…) Esto es de dedicación, esto no es de que venga hoy y mañana no, esto es todos los días (Participante, Círculo de la palabra, 15 de octubre de 2022).

 

La huerta urbana tuvo una primera fase hasta el año 2020, momento en el que como consecuencia  de las restricciones a la movilidad impuestas por la pandemia del Covid 19, los huerteros debieron abandonar el espacio y el mismo cayó en desuso. Era poco lo que podían hacer las personas que visitaban el predio, pues era mucho el trabajo que demandaba la huerta. La misma quedó abandonada hasta el año 2021, momento en el que el profesor Joaquín Ramírez, líder comunitario y referente de artes del área del borde sur del centro de la ciudad ingresó a la huerta para llevar a sus grupos de trabajo, conformados también principalmente por mujeres de la tercera edad. La huerta se convirtió nuevamente en epicentro de la sostenibilidad ambiental, seguridad alimentaria y escenario de formación ambiental para las instituciones educativas interesadas en conocer el proceso que allí se adelantaba. El espacio recuperó su importancia al servir de sede para el lanzamiento de planes institucionales del gobierno de la ciudad, por ejemplo, el Plan Especial de Manejo y Protección del Centro Histórico de Bogotá o de la Ruta Agroecológica a cargo de otra entidad del ámbito distrital.   

 

 

 

Imagen 5

Espacio de la huerta urbana

 

Fuente: Archivo personal (2022)

 

Hallazgos y reflexiones de cierre

 

El análisis de la información presentada anteriormente permite encontrar diferentes niveles de lectura que se desagregan grosso modo en el presente apartado, a saber: transformaciones sociales y espaciales del barrio y el entorno; ejercicios de resistencia para permanecer en el territorio y el espacio de los lavaderos comunitarios como epicentro de la vida comunitaria del sector.

Para empezar, en cuanto al primer nivel de lectura, dentro de las transformaciones sociales y espaciales del barrio y el entorno se incluyeron

(a) las acciones desarrolladas por la Junta de Acción Comunal a lo largo de su historia de existencia las cuales tenían como común denominador la defensa y conservación del territorio. En este sentido, es común el reconocimiento del trabajo realizado por la JAC liderada por Luis Alberto Tovar. Desde intervenciones relacionadas con la instalación de servicios públicos domiciliarios, gestión de recursos para el entierro de las personas fallecidas, jornadas de sanidad u organización de actividades comunitarias como celebración de navidad, día del niño o de la madre.

 

Además, la acción realizada para el reconocimiento legal de las propiedades ante la administración distrital, lo cual para los participantes representó la seguridad en su propiedad y la posibilidad de contar con un recurso con el cual exigir sus derechos ante la administración distrital, pasando de ser usufructuarios a propietarios.

(b) las transformaciones físicas propias del barrio refiere a cambios hechos a partir de la auto gestión de los propietarios, quienes a través de adecuaciones y autoconstrucción, han llevado a la pérdida de referentes históricos significativos para el barrio tales las cubiertas de teja de barro originales o de la escala original de la edificación de dos plantas dada la aparición de nuevos pisos: 

 

Como en los 80 (…) Ellos llegaron a acabar con el patrimonio también porque fueron los primeros que construyeron el segundo piso, empezaron a auto construir. En esta casa de un zaguán, hizo una casa nueva de tres pisos que hizo una señora (…) Construyeron en otro espacio en donde había un camino (…) En el barrio nuevo, por ejemplo, la gente sigue haciendo construcciones en el barrio (por gusto, por necesidad). Ya no queda nada de la teja, ahora todo es eternit (teja de fibrocemento) (LA Tovar, comunicación personal, 17 de mayo de 2022).

 

Por su parte, también fueron importantes (c) los eventos de intervención con infraestructura de alguna entidad del gobierno y que resultase en tensión con la comunidad. A propósito, se destacan en el discurso principalmente la ocurrencia de tres eventos: la construcción CDC, de la Av. Los Comuneros y desaparición del inmueble La Casona. Acciones que son abordadas más adelante. 

Por su parte, en cuanto a los ejercicios de resistencia para permanecer en el territorio aquí se referirán tres transformaciones urbanísticas ocurridas en el sector y que significaron una presión importante en la permanencia de la comunidad del barrio; estas intervenciones fueron financiadas por el gobierno de turno y buscaron, desde una perspectiva de intervención tradicional, resolver la “cuestión social” presente en el territorio: la construcción del CDC Lourdes, de la avenida Los Comuneros y la pérdida del inmueble La Casona.

En el primer caso, el predio residual que ocupa actualmente los lavaderos, de forma irregular, es producto de un proceso de defensa del territorio pues en 1978 la Lotería de Bogotá construyó el equipamiento comunitario denominado actualmente CDC Lourdes en una parte importante del predio original del barrio. Esta entidad buscó integrar los lavaderos para hacerse cargo de su administración debido a que entonces la administración distrital había abandonado el espacio a su suerte, esto se expondrá en el siguiente apartado. La JAC y los vecinos del barrio detuvieron ese proceso, incluso utilizando acciones de hecho, resultando entonces en la subdivisión del predio original, dejando un loteo diferente para el CDC y otro para los lavaderos. Esto modificó el acceso principal a los mismos y la configuración original del prado plano que rodeaba los lavaderos y que eran utilizados como zona de tendido:

 

esto (donde se encuentran) no existía porque esto lo hizo en el año 1978 la lotería de Bogotá, que fue cuando quería apoderar de los lavaderos y querían tumbar paredes y también me agarré con ellos, como siempre también con la policía y pues en ese tiempo la gente si respondía, vinieron diferentes personas de diferentes partidos (JA Moreno, comunicación personal, 27 de mayo de 2022).

 

En cuanto al segundo hito, como se refirió más arriba, el territorio ocupado por el barrio y los lavaderos ha sido lugar de interés para entidades que han buscado diferentes formas de integrar estos espacios urbanos a las dinámicas de mercado y renovación que se intensifica desde hace algún tiempo en el área del centro histórico de la ciudad. Así, de acuerdo con la información de LAT, el trazado original de la Avenida Los Comuneros atravesaba el barrio, es decir, proponía su demolición completa. 

La construcción de la avenida se hizo a finales de la primera década del 2000, y significó la ruptura del tejido del barrio dada la desaparición de viviendas de los barrios Belén y Antigua Fábrica de Loza. De acuerdo con los testimonios recogidos, la desaparición de manzanas de viviendas, el traslado de esos residentes y la aparición de una vía doble calzada que dejó culatas a ambos lados de la vía, reforzó el límite entre el centro histórico tradicional y el sur de la ciudad:

 

tumbaron desde la carrera 4 hasta la carrera primera, tumbaron todas esas viviendas, de aquí para allá y de allá para acá... pero así es la vida, lloré porque pues destruyeron mi barrio y yo lo lamento, por eso porque a mí me tocó luchar para que dieran vivienda a los que no tenían escrituras todavía (…) En esta parte de acá había 21 viviendas que también fueron demolidas (por la avenida Comuneros). Esa parte de acá y acá también habían viviendas (…).

Dañó el tejido social de la comunidad, la Avenida Comuneros, acabó totalmente. Porque primero todos fuimos separados por diferentes caminos. Y eso fue muy duro, porque cada vez que uno llegaba al barrio, saludaba a todo el mundo. Se ponía a echar pajarilla. Y hoy en día uno pasa y no está ninguna de ellas. Están unas en España, otras están por allá en sus hogares, ya no viven por acá, eso rompió el tejido social. Lo otro, es que hay gente a la que todavía no la han pagado. (… ) (J Ramírez, comunicación personal, 27 de mayo de 2022).

 

Todavía estoy en la pelea. Esto es inhumano, es desplazar a la gente, mucha gente llora cuando voy por allá y lo agarran a uno por el brazo, por haberlos sacado de nuestro barrio, es lo peor. Y eso que nosotros no valoramos, que hay que este (grosería) barrio, no sabe el dolor tan grande del que tiene que irse del barrio donde a uno no lo conocen, donde a uno lo van a tratar horrible, porque en mi barrio me lo han hecho (Participante, Círculo de la palabra, 15 de octubre de 2022).

 

La reubicación de las personas hizo que el tejido social del sector se transformara, así como generó un nuevo imaginario de las fronteras y las personas que habitaban de lado y lado de la nueva avenida. Los que otrora eran vecinos, ahora, son personas que hacen parte de diferentes barrios y áreas administrativas (localidades), en donde además nuevamente se refuerzan imaginarios de marginalidad social sobre el barrio Antigua Fábrica de Loza y el borde sur de la avenida. En la actualidad, la avenida se mantiene como una cicatriz en el tejido urbano compacto del centro que aunque ha sido intervenida a través de diferentes iniciativas que han propendido por su dinamización y revitalización de ambos lados de la vía (pe. a través de muralismo o jardines), aún se conservan culatas o espacios baldíos, además de la alta presencia de escombros, sin que hayan tenido mayor incidencia en la recuperación del tejido social.

Por su parte, originalmente el barrio contaba con un inmueble denominado “la casona”, el cual hacía parte de la antigua fábrica como área de secado de la loza y que la JAC quería utilizar como salón comunal del barrio. Debido a la falta de mantenimiento del mismo, entre 2020 y 2021 desapareció por colapso estructural, dejando a la comunidad sin el espacio comunitario requerido. La versión común es que dicho inmueble se cayó como consecuencia de la falta de intervención oportuna de las entidades de gobierno que debieron velar por su integridad:

 

destruyeron el salón más grande que tenía la fábrica de loza. Ahorita solo existe el horno de la Fábrica de loza y eso es porque nos prometían muchas cosas como vigilancia e incluso nos prometían que lo iban a restaurar y “entidad distrital” dejó acabar esto como Pompeya (…) nos prometió tantas cosas, que iban a poner celaduría (…) íbamos a tener un tejado encima de otro, pero eso dijeron que no (…) dejó acabar la historia de la fábrica de loza (LA Tovar, comunicación personal, 17 de mayo de 2022).

 

Los tres hitos referidos fragmentaron la conexión simbólica que había entre el inmueble de la fábrica y los lavaderos comunitarios, al tiempo que intensificó la distancia física, social y simbólica del barrio del resto del centro histórico de la ciudad. Estas intervenciones, o falta de las mismas, se consideran como relevantes en varios sentidos:

1) para la comunidad debido a que sienten que su barrio ha sido cercenado y que la llegada de ciertos usos e infraestructuras, como la instalación del centro comunitario o de la avenida, han representado el cambio de las dinámicas propias de la vida de barrio.

2) el desconocimiento de la administración desarrollada por la comunidad por parte de una entidad del gobierno de la ciudad visibilizado en la intención de ocupar los lavaderos comunitarios.

3) como resultado de tales cambios, algunos habitantes que viven en las calles perimetrales o de borde de los barrios son desatendidos por las diferentes JAC que están en el territorio, pues creen que hacen parte del área de acción de los otros barrios (es decir, se desconocen los límites administrativos). Así, en la práctica cotidiana quedan resquicios de barrio que son desatendidos debido al desconocimiento de los límites de cada unidad territorial.

Por último, en cuanto al espacio de los lavaderos comunitarios como epicentro de la vida comunitaria del sector se identificó que el espacio construido no solo da cuenta de un proyecto de la administración de turno, sino que es testigo de los cambios sociales que ocurrían por entonces:

 

La permanencia de los lavaderos comunitarios en algunos sectores de la ciudad, aún en uso a pesar de la amplia cobertura que alcanzó el servicio de acueducto y alcantarillado domiciliario y del uso masivo de lavadoras eléctricas en los hogares, representan una huella importante de la colectividad y memoria urbana, así como también son testigos de los procesos comunitarios de desarrollo de tales sectores  (Mendoza, 2024a, p. 54).

 

Se destaca entonces que alrededor del elemento construido, los lavaderos, es un lugar significante en la vida de la comunidad pues ha servido históricamente como punto de encuentro para la comunidad del barrio, y no únicamente para las lavanderas. Así, ante la ausencia de un salón comunal propio, históricamente se han realizado las actividades comunitarias en el área de tendido.

 

Referencias bibliográficas

 

Beltrán, L. C. (2008). Patrimonio industrial colombiano: la definición de paisajes productivos en la Sabana de Bogotá. Apuntes: Revista De Estudios Sobre Patrimonio Cultural, 21(1), 26-43.

Halbwachs, M. (1925). La memoria colectiva. Prensas Universitarias de Zaragoza.

Hernández, R., Fernández, C., & Baptista, P. (2014). Metodología de la investigación. McGraw-Hill Education.

Majín, O. (2018). El círculo de la palabra, tecnología ancestral e intercultural en la comunidad Yanakuna -Popayán Cauca. Ciencia e Interculturalidad. https://camjol.info/index.php/RCI/article/view/6574

Mapas Bogotá (2022). Portal de Mapas Bogotá. Disponible en: https://mapas.bogota.gov.co/

Mendoza, A. (2024). No se puede hablar de patrimonio cultural sin resistencia: los lavaderos comunitarios y el barrio Antigua Fábrica de Loza en Bogotá DC. En Libro memorias VI Encuentro Internacional y XI Institucional sobre tendencias en investigación. "Tendencias de investigación social en y desde los márgenes". Fundación Universitaria Monserrate.

__________ (2024a). Camine mis chinitas y me ayudan a lavar: lavaderos comunitarios y el oficio de la lavandería en el barrio Antigua Fábrica de Loza de Bogotá DC. Fundación Universitaria Monserrate.

Therrien, M. (2007). Patrimonio y arqueología industrial: ¿investigación vs. protección? Políticas del patrimonio industrial en Colombia. Apuntes: Revista De Estudios Sobre Patrimonio Cultural, 21(1), 44-61.

Universidad Nacional de Colombia. (2011). Proyecto Prediagnóstico Sectores De Interés Cultural-Bogotá. Proyecto de Extensión Académica Contrato Interadministrativo No. 160 de 2010.

Zambrano, F. (2007). Historia de Bogotá: siglo XX. Villegas Editores.

 

Entrevistas realizadas

J Ramírez, comunicación personal, 27 de mayo de 2022

JA Moreno, comunicación personal, 27 de mayo de 2022

LA Tovar, comunicación personal, 17 de mayo de 2022

Participante, Círculo de la palabra, 15 de octubre de 2022

 

Recepción: 28/02/2025

Evaluado: 12/03/2025

Versión final: 14/04/2025



(*)Sociólogo urbanista, actualmente cursa el doctorado en Geografía de la Universidad Complutense de Madrid. Correo electrónico: alemen05@ucm.es. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7332-4100

 

 

[1] Una precisión que es necesario hacer es que, si bien se utilizó este autor como referente, en el proyecto se encontraron algunos otros temas que requieren otras fundamentaciones analíticas,  tales como lo referente a liderazgos comunitarios y gestión social del hábitat. Sin embargo, por no hacer parte del alcance del presente documento, en un documento posterior se propone revisar esos otros referentes, pues son casos muy ricos por explorar.

[2] Para ello se realizaron mesas de trabajo con líderes comunitarios y algunas personas usuarias de los lavaderos, en las que se planteó el objetivo y alcance del ejercicio a realizar. Se realizaron algunos ajustes a partir de la retroalimentación recibida, así como en cada fase se contó con participantes claves que fueron quienes ayudaron a la buena ejecución de la actividad. Por ejemplo, en la realización de una olla comunitaria se pagó a una de las señoras para que fuera quien coordinara la actividad.  

[3] Para ello se hicieron distintas estrategias de convocatoria como el pegue de flyers informativos en el barrio, entrega de volantes casa por casa y a través del líder de la JAC.

[4] La entrevista se podría definir como una interacción verbal cara a cara entre un entrevistado y un entrevistador, constituida por un guion de preguntas orientado a una temática y objetivos específicos; es una técnica que tiene por intención hacer que el entrevistado se exprese libremente en el desarrollo de la misma. En el caso del presente trabajo se utilizó la entrevista semiestructurada, en la cual el guión puede adaptarse de acuerdo con la conversación que se construye con el informante (Hernández et al., 2014). Se llevaron a cabo el 17 y 27 de mayo,  15 de octubre y 07 de diciembre.

[5] El “Círculo de la palabra”, de acuerdo con Majín (2018), es un espacio de vida ancestral, es un camino en donde además de aprender, se comparten conocimientos y sabiduría; es usado tradicionalmente por comunidades étnicas en contextos urbanos para revitalizar los saberes ancestrales que han sido debilitados. Vale la pena destacar que esta técnica no cuenta con una estructura determinada, sino que se desarrollan a partir de la necesidad de la comunidad, entre los temas que se abordan están la familia, toma de decisiones comunitarias, compartir saberes, entre otros. Vale señalar que no se cuenta con autorización para publicar los nombres de estos participantes por lo que se refiere a ellos como “participante”.

[6] Por ejemplo, en el caso de Las Cruces, el barrio estaba reservado a los indígenas y criollos pobres que trabajaban en los chircales, por lo que una considerable proporción de los residentes eran maestros y obreros de la construcción y de oficios complementarios.

[7] Líder comunitario con 75 años de edad que desde hace más de 30 años ha estado liderando la Junta gracias al apoyo recibido por parte de la comunidad que lo ha elegido desde entonces. Actualmente se dedica a las labores comunitarias y a compartir con sus nietos.

[8] Joaquín Ramírez es docente de educación física y artes con población adulta mayor. Ha sido residente y líder comunitario de toda la vida, acompañando procesos de gestión comunitaria de la mano de la Alcaldía Local. Al momento se realizar el trabajo de campo, acompañaba la gestión de la huerta urbana, en donde coordinaba al grupo de mujeres mayores que se encargaban del trabajo, así como había instalado un aula ambiental a la cual asistían las instituciones educativas del sector.

[9] Se considera necesario destacar que producción social del hábitat es común en distintos lugares de América Latina y ha sido estudiada de manera prolífica por parte de distintos autores. No obstante, no es el objeto de análisis del presente artículo.

[10] Se desconoce la entidad encargada de su gestión.

[11] Actualmente es el vicepresidente de la Junta de Acción Comunal. Vecino del barrio desde su fundación, también habita el inmueble que se encuentra dentro del predio que ocupan los lavaderos, siendo desde hace más de 10 años el custodio principal de los mismos.

[12] Vale señalar que la creación de la JAC estuvo asesorada por actores políticos tradicionales; las razones que motivaron esta decisión es que se necesitaba tener el reconocimiento institucional para recibir ayudas de los concejales distritales, así como gestionar acciones frente a las entidades locales. En entrevista concedida por LAT, se lee un reconocimiento de las personas que acompañaron la organización de la primera Junta en 1978 (Jaime Losada Silva, Ricardo Sáenz, Carmenza (no recuerda el apellido) y “Gallito” Contreras, el secretario de cuentas).

[13] De acuerdo con la información suministrada por los entrevistados, aunque no se cuenta con registro oficial de esto en ninguna entidad pública consultada.