La corpo-realidad en la contemporaneidad: el capital corporal

 

 

Lara Trilce Rangel (*)

 

Resumen

 

El siguiente trabajo girará en torno a la construcción de corpo-realidades y proyectos corporales contemporáneos transversalizados por el sistema económico capitalista. En la actualidad occidental y capitalista nuestra materialidad (cuerpo) se moldea y significa distinto que hace un siglo. Gestionamos nuestra apariencia en función de otros parámetros de deseabilidad y estatus. La importancia de esta puntualización radica en poder reflexionar sobre el capital corporal y las corpo-realidades que se configuran bajo las dinámicas de consumo que cosifican a los cuerpos —propios y ajenos— en diferentes niveles de la vida cotidiana. Se eligió el caso de los proyectos corporales porque permiten ejemplificar cómo se establecen los imaginarios sobre la corporalidad y el deseo amarrados al género, la racialización, el estrato socioeconómico y la edad. Por lo tanto, la reflexión pivoteará los conceptos de corpo-realidad, proyecto y capital corporales para tejer un argumento que plantea un enfoque novedoso sobre los estudios corporales y su abordaje en sociedades contemporáneas.

 

 

Palabras clave: Corpo-realidad; Capital corporal; Proyectos corporales; Cuerpo; Capitalismo.

 

Corpo-reality in contemporary times: body capital

 

Abstract

 

The following essay will focus on the construction of contemporary body-realities and bodily projects, transversalized by the capitalist economic system. In today's Western, capitalist world, our materiality (the body) is shaped and signified differently than it was a century ago. We manage our appearance based on other parameters of desirability and status. The importance of this clarification lies in being able to reflect on bodily capital and the bodily realities that are configured under the dynamics of consumption that objectify bodies—our own and others'—at different levels of everyday life. The case of body projects was chosen because they exemplify how imaginaries about corporality and desire are established, tied to gender, racialization, socioeconomic status, and age. Therefore, the reflection will pivot on the concepts of body-reality, body project, and body capital to weave an argument that proposes a novel approach to body studies and their approach in contemporary societies.

 

 

Key Words: Corpo-reality; Body capital; Body projects; Body; Capitalism.

 

La corpo-realidad en la contemporaneidad: el capital corporal

 

 

Introducción

 

Cuando uno se propone analizar algo relacionado con la corpo-realidad, o las maneras de percibir/habitar los cuerpos, el primer problema con el que se topa es que suena a un proyecto inabarcable pues, el cuerpo, es el primer espacio que ocupamos y el lugar en el que se concreta nuestra interacción con el entorno (Mauss, 1979). Por lo tanto, la carga simbólica que contiene es densa[1]. Sin embargo, hay un olvido constante de nuestra condición material sustentada en la distinción cartesiana entre mente y cuerpo que conlleva una omisión de la corpo-realidad en el cotidiano, la cual, comúnmente, emerge con el dolor/place. Entonces, ¿cómo puedo analizar la manera en que los sujetos construyen su corpo-realidad cuando no existe una consciencia de esta en el cotidiano?

Los proyectos corporales, como procesos elegidos de modificación, me permiten atajar el problema anterior, pues exigen una toma de consciencia de la existencia corporal de los sujetos, a la vez que un establecimiento de estrategias de acción para llevar a cabo los cambios deseados. Estas estrategias responderán a un proceso rizomático[2] en el que el “punto de partida” de los sujetos, es decir, una autoevaluación de su corpo-realidad en tanto objeto de consumo y deseo, se entrelaza con la comparación del “ideal” o la meta a obtener, el cual es negociado según los estereotipos de moda y las apreciaciones de los sujetos que se quieran atraer.

En este entendido, podemos definir a las estrategias de intervención corporal como acciones o procedimientos que son realizados en la materialidad de los sujetos, con la finalidad de moldear, alterar u ornamentar la piel o la forma corporal de manera permanente o temporal. Pueden ser clasificadas en dos tipos de regímenes: de intervención dérmica (tatuajes, perforaciones, escarificaciones y uso de sustancias cosméticas inyectables) y de modelamiento corporal (cirugías estéticas, ejercitamiento, dietas). Es por lo anterior, que podemos considerar a las estrategias de intervención corporal como andamiajes que permiten conectar estos dos elementos en un bucle que se va “perfeccionando” con cada vuelta y que a la par, evidencian las normas culturales que permean la construcción contemporánea sobre el cuerpo y cómo se encarna en trayectorias personales: corpo-realidades[3].

En la actualidad, podemos observar una proliferación de estrategias de intervención corporal que se vinculan a la resignificación del cuerpo como objeto de consumo (y de estatus), como herramienta para la obtención de un bien mayor y que ha generado una industria del cuidado corporal que se ha apuntalado desde discursos médicos de bienestar y de salud y, por otro lado, un imaginario social de la deseabilidad, el placer, la belleza y la moda, entre otros.

Sin embargo, las estrategias de intervención corporal no son un fenómeno de la contemporaneidad, desde hace milenios distintos grupos culturales han desarrollado técnicas para modificar el cuerpo, ejemplo de esto son los tatuajes; una práctica ampliamente extendida en distintos continentes y que, gracias a las expediciones marítimas, empezó a practicarse en sociedades occidentales. El uso del tatuaje, actualmente, se ha filtrado a grupos sociales de lo más diversos, con motivaciones y significaciones particulares que se distinguen de lo que podríamos denominar “tatuaje ritual”[4] y se asocia a rituales de paso y adquieren sentido para el grupo que lo emplea constituyéndose como una práctica grupal y no individual-estética como lo es comúnmente en nuestra sociedad. Entonces, ¿Qué tienen de novedoso las intervenciones corporales contemporáneas si el tatuaje y el ejercitamiento han sido practicadas por diversas culturas desde hace milenios? Lo novedoso se encuentra en tres dimensiones que propongo: 1) la concepción del cuerpo ha cambiado debido a la centralidad que ha tomado en las dinámicas capitalistas de producción-consumo. Esto ha generado que se sitúe como el anclaje de la identidad y con esto se busca “imprimirle” una serie de elementos de orden individual que permiten hacerlo-propio, es decir, le conferimos la responsabilidad de mostrar nuestra originalidad, nuestro carácter, nuestras consignas políticas por lo que el cuerpo (y particularmente la piel) devienen la carta de presentación de nuestra mismidad. 2) esto ha generado una proliferación de estrategias de modificación corporal que tratan de generar y atender una demanda de maneras de concretar características individuales; y, por último, 3) el empleo que están teniendo las estrategias de alteración corporal se están combinando en proyectos corporales complejos, de largo y corto alcance, para construir cuerpos ideales y armados a gusto por los sujetos. No se emplea el “paquete completo” de un estereotipo corporal; de un abanico de posibilidades, impulsadas por medios de comunicación y redes sociales virtuales, los sujetos configuran cuerpos ideales mediante una estrategia de parcialización que recoge los atributos físicos que consideran más bellos/atractivos/viables para irlos montando de acuerdo con el lugar de enunciación a la apreciación que logran armar vinculada a su adscripción social.

La siguiente reflexión se originó durante el proceso de elaboración de tesis doctoral, auspiciada por el Consejo Nacional de Ciencias y Tecnología[5] (2017-2021). El trabajo versó sobre proyectos corporales[6] en contextos urbanos y se ha ido nutriendo de otras aproximaciones que he tenido al estudio de corpo-realidades ancladas en otras vivencias durante una estancia posdoctoral en curso —iniciada en 2022— en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) unidad regional de Occidente en la Ciudad de Guadalajara en México[7]. Aunque en este texto no abordo de manera directa los datos construidos en investigaciones pasadas y actuales, sí hago referencia en múltiples ocasiones a las estrategias de modificación corporal y ejercitamiento para apuntalar la reflexión con ejemplos concretos de las manifestaciones culturales de la intervención de corpo-realidades.

 

Corpo-realidad

 

Para comenzar quisiera hacer algunas anotaciones sobre este concepto que podría considerar novedoso en las ciencias sociales. Las contadas investigaciones en español e inglés que lo han empleado se volcaron a una dimensión que no es el objeto de este texto, ni creo, permite considerar su potencialidad para los estudios sobre corporalidades, pues se enfoca en concebir la corpo-realidad vinculada a proceso de observación en distintos espacios y con interlocutores no solo humanos. En este sentido, aunque se entiende lo potente que resulta para hacer proyectos o análisis de performances o piezas artísticas/textiles (Hansen, 2022; Harwood et al., 2018; López López, 2015; Sawday, 2008), aquí quisiera apuntar a una dimensión distinta del concepto.

 

Quisiera definir la corpo-realidad como el proceso en el que se encarnan distintas trayectorias o vivencias y que son asimiladas de vuelta, permeando el lugar desde donde se vinculan y se conciben los sujetos. Es decir, la corpo-realidad, considero, excede a la corporeidad, dado que es un proceso de ida-vuelta donde los sujetos incorporan y dialogan con el entorno en función de vivencias encarnadas que comparten el registro cultural de la época. En este sentido, se pone el énfasis en las trayectorias que han moldeado las corporeidades y cómo son vivenciadas, refiriendo a esto como corpo-realidad. Considero, por lo anterior, que es un concepto más denso y específico que cuerpo[8], el cual puede ser inaprensible o confuso en muchas de las investigaciones, dado que no se define y su uso hace referencia a elementos diversos que no ayudan a clarificar ni entender las reflexiones al respecto.

En la actualidad es importante puntualizar que las corpo-realidad que se generan están atravesadas, de una u otra manera y en mayor o menor medida, por el sistema capitalista, dado que es el marco referencial de la globalidad occidental e impone dinámicas de producción y consumo. En él, la materialidad de los sujetos entra en los flujos de integración y capitalización, so pena de ser excluidos (Molina Derteano, 2020; Moreno Pestaña, 2020), en este sentido, no es posible obviar el peso que tiene el sistema económico en la construcción de corpo-realidades, pues las atraviesa y moldea, siendo, posiblemente, uno de los elementos característicos de nuestra época.

Cuando me propuse estudiar, ¿por qué los sujetos intervienen su carnalidad de manera intensiva y vuelcan tanta energía y recursos en ello? Pronto me di cuenta de que el fenómeno, del cual soy parte[9], transversaliza todas las capas de la realidad social y eso que observaba, era simplemente la concreción de la concepción cultural sobre las dimensiones, potencialidad, límites y atributos que concebimos tiene nuestra materialidad y lo que se espera de ella, siendo imposible desvincularlo del marco cultural hegemónico en occidente[10]. En ese sentido, tomando el caso de los tatuajes, hoy en día son distintos a los de hace 50 o 100 años, ya que los sujetos portadores, los sentidos, los usos y las gráficas que incorporamos son diferentes. Al respecto, habemos algunos investigadores que hemos preferido distanciarnos de los estudios “tradicionales” sobre las modificaciones corporales[11], dado que se han limitado a inventariar “la tinta” que incorporan personas privadas de libertad (PPL) en entornos carcelarios, lo cual, solo contribuye a la estigmatización y poco abona al diseño de modelos explicativos sobre los procesos y motivaciones en la intervención corporal por estrategias de modificación. La adquisición de tatuajes ha devenido un proceso complejo donde no puede vincularse a los mismos significados que tenían cuando los marineros en el siglo XVIII empezaron a “diseminarlos” por Europa (Grognard, 1992).

Los tatuajes, también como técnica, han evolucionado, pues pasaron de crearse con insumos con fines distintos al diseño de máquinas inalámbricas cada vez más ligeras y similares a plumas. El desarrollo de tecnología, enfocada en la industria de la modificación corporal, se origina por la demanda, pero a la vez genera más demanda pues “facilita” el tatuaje para ambas partes: el tatuador puede realizar sus trabajos en menos tiempo y más cómodo, mientras que el cliente agradece las sesiones rápidas y el uso de productos destinados a adormecer las zonas tatuadas.

Podría decir que el nuevo enfoque en los estudios sobre modificaciones corporales construye el fenómeno desde una postura que critica la estigmatización de los portadores. En este marco, podemos encontrar un número creciente de investigaciones que ponen énfasis en las motivaciones y las trayectorias de proyectos corporales y que tratan de rescatar los sentidos que dan los sujetos jóvenes urbanos al construir corpo-realidades modificadas (Bourdreau et al., 2020; Braunberger, 2000; Ferreira, 2014; Henle et al., 2021; Le Breton, 2024; López Naranjo et al., 2023; Molloy & Wagstaff, 2021; Pérez Amigo, 2022) y en las que se manifiesta el sistema económico mediante la aspiración a ganar/mantener capital corporal.

 

Del capital(ismo) encarnado o capital corporal

 

En este apartado quisiera hacer una acotación importante y justificar el uso de capital corporal en lugar de capital erótico, el cual ha ganado terreno en la última década. En primer lugar, me parece que es infértil que integre esta reflexión a la discusión que se ha sostenido durante quince años en torno a este concepto, pero particularmente a la propuesta de Catherine Hakim (2010; 2011)[12]. Aunque interesante, no considero fructífero puntualizar en el cuerpo del texto los argumentos que muchos investigadores ya han establecido magistralmente y son relevantes (Izcara Palacios, 2020; Kogan, 2003; López Villagrán, 2023; Menéndez Menéndez, 2015; Moreno Pestaña, 2016, 2020; Palumbo, 2019; Perafán Del Campo et al., 2020). Por el contrario, me interesa centrar mi reflexión en terrenos que, en lugar de constreñir la realidad social, den elementos para analizarla y comprenderla. En este entendido, me parece idónea la propuesta que hace Moreno Pestaña sobre capital corporal (2016; 2020) que no se amarra a una sola dimensión de lo que puede ser la corpo-realidad y se sitúa en un nivel meso de integración de sentidos y prácticas corporales contemporáneas (Árles Gómez & Sastre Cifuentes, 2007; Muñiz García, 2010, 2014).

El capital corporal, entendido como la valía y apreciación que los sujetos tienen de sus corpo-realidades en función de ideales de belleza y deseabilidad, se articula en la teoría de campos propuesta por Bourdieu que, señala la fluidez de las interrelaciones en función de reglas de “juego” y la capacidad de los actores en valerse de ellas para aprovechar sus recursos o generarlos (capitales) (Bourdieu, 1990). En este sentido, se ha sugerido que “las propiedades corporales confluyen dentro de una composición orgánica del capital cultural” (Moreno Pestaña, 2020, p. 1) y se integran; y de este modo, el capital corporal entra en el proceso de circulación y transformación de capitales. La relevancia de esto es que permite entender las normas sociales que dan sentido a las motivaciones detrás de la intervención de las corpo-realidades con fines estéticos[13] y no se limita a un ejercicio individual, sino que da elementos para analizar los modos en que la cultura y el sistema capitalista se encarna en los sujetos. De esta manera, podríamos argumentar que se construyen habitus diferenciados por género, estrato socioeconómico y racialización.

Si entendemos el habitus como el conjunto de prácticas, significados e imaginarios dominantes que los sujetos incorporan para jugar en el campo a convenir y que tiende a generar categorías de percepción y apreciación del mundo, entonces, es indicado argumentar que estos elementos son encarnados de maneras distintas en función de la corpo-realidad de los sujetos, pues en ella se materializan las relaciones sociales de producción y dominación mediadas por la mirada ajena (Perafán Del Campo et al., 2020). De ahí la diversidad de habitus que puedan construirse, dadas las herramientas a las que tienen acceso y las percepciones que integran los sujetos sobre ideales corporales.

Como los demás capitales, el capital corporal también está sujeto a incrementarse y modificarse con el fin de convertirlo en otro tipo. La circulación de los capitales es lo que permite la reproducción de los grupos y dinámicas sociales. Sin embargo, el capital corporal tiene un componente azaroso, es decir, así como hay maneras de vincular capitales económicos, culturales y sociales, el corporal puede darse fuera de estos círculos e incluso en estratos socioeconómicos bajos, según Bourdieu:

 

Los cuerpos tendrían todas las probabilidades de recibir un precio estrictamente proporcional con la posición de sus poseedores en la estructura de la distribución de las demás propiedades fundamentales, si la autonomía de la lógica de la herencia biológica con respecto a la lógica de la herencia social no otorga a veces a los más desfavorecidos bajo todos los demás aspectos las propiedades corporales más singulares, por ejemplo, la belleza (que a veces es llamada “fatal” porque amenaza las jerarquías) y sí, a la inversa, los accidentes biológicos no privaran a veces a los “grandes” de los atributos corporales de su posición, como la gran estatura o la belleza  (Bourdieu, 2003, pp. 190-191).

 

Los atributos que son considerados como agradables a la vista o bellos son parte del capital corporal que puede ser poseído por sujetos desposeídos de otros capitales, y que en la circulación de ese capital puede multiplicarse en otros tipos —pensemos en el caso de Daniela Cott que pasó de “cartonear” a desfilar en pasarelas internacionales— (Czerwacki, 2015). Hay una búsqueda del fenotipo eurocéntrico por parte de los estratos socioeconómicos altos para dotar a su descendencia de capital corporal. Tal vez el ejemplo más llamativo de esto sea la valoración de los tonos de piel, ojos y cabellos claros por sobre las demás posibilidades, llamamos a esto racialización de los cuerpos, parte fundamental del capital corporal, pues se generan valoraciones dependiendo de características fenotípicas a las que se les atribuye, en el imaginario social, características sociales distintivas mayormente positivas. Cabe señalar que la propuesta teórica de Bourdieu ha cobrado mucha relevancia en las últimas décadas en los estudios corporales y su concepto de capital corporal ha sido objeto de reflexiones que han permitido nuevas propuestas operativas.

Otra aproximación interesante es la que hace David Harvey sobre los procesos de construcción corporal y los consumos en torno al cuerpo. Esto es notable porque tiende un puente entre un aparato teórico denso y un momento histórico que permite, como decimos de manera común, “bajar la teoría”. Al autor le interesa dejar en claro dos cosas: la primera tiene que ver con evidenciar las lecturas erradas que se han hecho de Marx respecto a sus conceptualizaciones sobre el cuerpo y, la segunda, consiste en anteponer una concepción del cuerpo (obrero) como no pasivo. Esto último es en lo que sustenta su reflexión teórica sobre la corpo-realidad:

 

Los enfrentamientos a un sistema dominante de representación del cuerpo (por ejemplo, los establecidos por las teorías feministas y queer en años recientes) se convierten en enfrentamientos directos con las prácticas corporales. El efecto neto, es decir, que distintos procesos (físicos y sociales) “producen” (tanto desde el punto de vista material como representativo) tipos corporales radicalmente diferentes. Distinciones de clase, raciales, de género y de cualquier otro tipo se marcan sobre el cuerpo humano por medio de los diferentes procesos socioecológicos que lo afectan (Harvey, 2007, p. 121).

 

La potencia de la cita anterior está contenida en la concepción no pasiva de los sujetos ante la representación dominante del cuerpo, pero que esto tiene sus límites en el enfrentamiento de sujetos con diferencias físicas, pues, lleva a una racialización, sexualización y estigmatización de ciertas corporalidades, sin embargo, reconoce las luchas que han dado ciertos colectivos hacia la apropiación y desestigmatización de práctica corporales. Esto último es muy importante si consideramos que lo común es la invisibilización de la praxis corporal cuando los cuerpos devienen cuerpos-haciendo. Hay aquí algo que se hila con la idea del cuerpo obrero, pues este es categorizado así de acuerdo con las prácticas productivas que realiza y constituye un eje en la conceptualización que enarbola el autor y que retoma de Marx. Si bien otros autores hablan de un cuerpo en general, en esta postura neomarxista hay un constante llamado a anclar al cuerpo en dinámicas de producción y consumo muy particulares que lo materializan mediante prácticas con sus limitantes; los cuerpos no “se hacen” por mero voluntarismo, existe una serie de condicionantes de tipo cultural, social, y económico que permean lo que es posible, o no, hacernos —lo que yo he estado refiriendo como corpo-realidad a lo largo de este texto—, aunque el autor pone especial énfasis en el capital variable:

 

Una amplia gama de prácticas corporales y de decisiones culturales respecto al consumo puede estar en principio inserta en la circulación del capital variable. La gama depende, por supuesto, de la cantidad de renta discrecional en posesión del trabajador (y, claramente, los mil millones aproximadamente de trabajadores que viven con menos de un dólar al día no pueden ejercer, ni mucho menos, tanta influencia como los trabajadores bien pagados de los países capitalistas avanzados). El capital variable no determina la naturaleza específica de las decisiones de los consumidores, ni siquiera de la cultura de los consumidores, aunque ciertamente tiene un efecto poderoso. Eso significa que la producción debe interiorizar poderosos efectos de tradiciones culturales y de decisiones de los consumidores heterogéneas, ya se registren colectivamente mediante la acción política (para establecer un “salario social” mediante programas de seguridad social) o individualmente mediante decisiones de consumo personales (Harvey, 2007, p. 136).

 

La gran apuesta de este autor es entender a los cuerpos anclados en los círculos de producción y consumo, y cómo en esto se hace evidente la acumulación de capitales por parte de unos en detrimento de otros. Son cuerpos los que producen los objetos y dan los servicios requeridos para la vida en sociedades occidentalizadas, a la vez que son los que hacen los consumos, pero en esta transacción hay una fuga de valor cuando lo que se paga por producir un objeto—y que podría ser considerado una renta del cuerpo y su fuerza de trabajo—no es suficiente para adquirir ese mismo objeto ya en el circuito de consumo[14]. Entender esto nos permite poner la base para seguir reflexionando sobre cómo es que esta construcción de corpo-realidades está anclada y puede ser conceptualizada desde distintos flancos.

Sin embargo, ¿qué pasa cuando lo que se consume no son objetos, sino el cuerpo mismo? Esta es la reflexión en torno a la que giran las aportaciones de Baudrillard, conocido por su trayectoria dentro de las humanidades. En su libro, La société de consommation, dedica un capítulo al “más bello objeto de consumo”: el cuerpo. Si con el autor anterior se hablaba de cuerpos que consumen y del cuerpo como estrategia de acumulación, en el caso de Baudrillard tenemos “otro giro a la tuerca”; lo que consumimos no son objetos, son corpo-realidades, pues, en términos del autor, el cuerpo

 

Ha devenido el objeto más bello a solicitar, monopolizado en beneficio de toda la afectividad llamada normal (contra otras personas reales) sin por ello tomar un valor propio, desde luego, en ese proceso de inversión afectiva, no importa que el otro objeto pueda, de acuerdo con la misma lógica fetichista, jugar este rol. El cuerpo es el más hermoso de los objetos poseídos, manipulados y consumidos (Baudrillard, 2005, p. 199).

 

No compramos ropa para solo cubrirnos, compramos cierto tipo de ropa que acentúe/oculte porciones del cuerpo. No consumimos alimentos en general, consumimos nutrientes que tienen efectos en nuestro cuerpo. El fin último de ciertos consumos no es el objeto obtenido, sino el efecto de encarnarlo. Quien se somete a una cirugía de aumento de senos no está pagando por bolsas de silicona, quiere otros pechos, más grandes, pero no son solo los pechos por los pechos; es a lo que pueden aspirar con ellos, es un incremento de su capital corporal que puede circular. Una dinámica similar sucede con la ejercitación para modelamiento y las modificaciones corporales; la finalidad del consumo no son tintas, dolor o quema de calorías, es la intervención de nuestro cuerpo mediante estrategias precisas que permitirán obtener la corpo-realidad que deseamos, porque con ellas podemos aspirar a posicionarnos de manera distinta en el campo.

 

Los proyectos corporales

 

El cuerpo puede ser concebido como el proyecto eterno al que siempre se le puede “hacer algo más”. Los individuos decidimos realizar tal o cual acondicionamiento físico, ingerir ciertos alimentos, ornamentar la piel de manera permanente o temporal, intervenir nuestra silueta paulatina o instantáneamente. ¿Qué hace que esto sea posible? ¿Por qué podemos concebir al cuerpo como algo maleable? ¿Cuáles son los consumos que realizamos en torno al cuerpo y cómo son? ¿Cuáles son las corpo-realidades que anhelamos ser/tener? ¿Todos estamos aspirando a los mismos modelos de deseabilidad? ¿Qué hace que varíen y cómo?

El primer autor en trabajar el concepto de proyecto corporal fue Chris Shilling en la introducción de su libro “The body and social theory” (1993). En esta obra, se propone dos grandes hazañas; por un lado, hacer un recuento de cómo es que el cuerpo se posicionó como objeto de estudio en las ciencias sociales y, por el otro, se da a la tarea de elaborar su propio modelo, que poco tiene que ver con los proyectos corporales como tal, aunque en la introducción anuncia que sí, con la idea de la muerte. La manera en que el autor conecta los puntos de su interés es mediante la propuesta de Giddens (1998) de la centralidad de los cuerpos en la constitución de identidades individuales y qué es lo que sucede cuando la muerte, inminente, empieza a rondar los pensamientos de los sujetos. La propuesta de este autor se relaciona con el análisis que hace de obras de Bourdieu y lo amarra en cómo opera la idea de proyecto en vistas de la muerte y el deterioro como finales inalterables de los sujetos.

Aunque el libro contiene distintos elementos muy interesantes, lo que aquí nos ocupa es el concepto de proyecto corporal y es abordado en la introducción del libro, en un pequeño apartado de no más de cinco cuartillas, con bastante premura, pero dejando algunas ideas centrales, según el autor:

 

Hay una tendencia por ver al cuerpo como una entidad que está en proceso de devenir; un proyecto que debe de ser trabajado y considerado como parte de la identidad individual. Esto difiere de las maneras en que el cuerpo ha sido decorado, inscrito y alterado en las sociedades tradicionales como un proceso más reflexivo y está menos ligado a modelos heredados de cuerpos socialmente aceptables que se forjaron a través de rituales en ceremonias comunitarias (Rudofsky, 1986 [1971]). Los proyectos corporales tienen variaciones de acuerdo con distinciones sociales, especialmente en el caso del género. Sin embargo, en los últimos años ha habido una proliferación de formas en que tanto mujeres como hombres han desarrollado sus cuerpos (Shilling, 1993, p. 5).

 

Se hace latente una particularidad de las corpo-realidades contemporáneas vinculadas a la idea de proyecto inacabado ligado a la identidad individual. También llama la atención que el autor apunta que las alteraciones corporales no son cosa “moderna”, pero que lo que las particulariza en esta época es que se desarrollan de manera diversa, a lo que yo agregaría, y múltiple. El proyecto corporal, como concepto, categoría o unidad de análisis, según el uso que se le quiera dar, es la concreción de la realidad y de la vivencia social, pues visibiliza imaginarios sociales sobre belleza, deseabilidad y hasta éxito en función del género, la edad, el estrato socioeconómico y la racialización.

Los proyectos corporales son procesos conscientes de modificación del cuerpo, en los que los sujetos deciden, primero, un referente de lo deseable —que puede ser articulado con la parcialización de otros cuerpos y estándares de salud movilizados en los discursos médico y publicitario— y, después, un cúmulo de estrategias y regímenes que les permitirán devenir esos cuerpos a los que les atribuyen significaciones sociales que exceden la piel misma y su forma (Díaz Soloaga & Gómez, 2012; Vásquez Rocca, 2005).

Mientras se va desarrollando el proyecto corporal, la corpo-realidad también se “mueve” y se posiciona en un lugar distinto, ya dotando a los actores de otros recursos que pueden circular en el campo. Lo que decidimos hacernos, o no hacernos, responde a proyectos corporales precisos que se establecen mediante una negociación entre lo que ya tenemos/somos, lo que queremos obtener y las estrategias a nuestra disposición. A la vez que eso que queremos obtener es una negociación entre distintos referentes corporales que llevan una significación de acuerdo con el lugar donde consideren movilizarse los sujetos. Pensemos en el caso de las suicidegirls: la aspiración de algunas chicas jóvenes de obtener una estética suicidegirl, la cual incluye tatuajes, perforaciones, cabello teñido y cuerpos categorizados como esbeltos y torneados[15] (Christiansen, 2009), las lleva a considerar limitaciones en ese tipo de proyectos si el “medio” en el que se mueven, no corresponde o valora esta estética. Por ejemplo, en algunos casos, seleccionan las áreas a tatuarse en función de que puedan quedar ocultas por sus uniformes de trabajo o por otro tipo de ropa y la joyería de sus perforaciones es removida diariamente. Sin embargo, si estas chicas se mueven en ambientes como el de las modificaciones corporales, el arte o el diseño, no hay necesidad de que esa estética corporal sea ocultada, sino que es una “carta de presentación”. Algo que puede entrar cabalmente en la definición de capital erótico.

La estética suicidegirl tiene una connotación altamente sexualizada donde las chicas, aunque son consideradas objetos de deseo, ejercen ciertas libertades y autonomía en la construcción de su belleza no-hegemónica, pero recientemente asimilada. En este caso, podemos ver cómo el campo determina qué es un capital corporal y en función de qué se construye. Pues no todas las características o intervenciones que hacemos en nuestra carnalidad son leídas de manera similar, sino que se atan a los contextos. Se hace imposible entender este tipo de proyectos corporales sin una imbricación entre los tres planteamientos expuestos que permitan entender: 1) la inserción de los cuerpos en cadenas de producción y consumo; 2) las motivaciones y ganancias que pueden obtener los sujetos al desarrollar proyectos corporales; y 3) la constitución de corpo-realidades para ser puestas en juego en campos.

En este entendido, los proyectos corporales pueden ser concebidos como las trayectorias que los sujetos “trazan” para moldear y ornamentar su materialidad, y que construyen su corpo-realidad desde sus vivencias, las cuales les dan sentido integral. Siguiendo esta idea, podríamos apuntar que las corpo-realidades son el “punto de partida” en la configuración de los proyectos corporales, que al ir modelando se va reorganizando, puliendo y definiendo en mayor medida el proyecto, y “la meta” se sostiene por elementos vinculados al estatus, la belleza y la idea de éxito que tienen sentido en el capitalismo.

 

Knitting the body/ies o conclusiones

 

El capital corporal no puede ser operativizado como una categoría analítica si no se concibe desde la complejidad del sistema económico que lo ancla y le permite la circulación como capital cultural. En este sentido, es una elección cuestionable pensar en analizar cuerpos en lo general, en lugar de construirlos y visibilizarlos desde sus prácticas y trayectorias. Por esta razón, ha sido problemático, por ejemplo, que la fuerza de trabajo se analice como algo “libre” o incorpóreo, pues moldea corpo-realidades que tienen referentes sociales y geográficos precisos que se insertan en dinámicas de producción y consumo que no se limitan a los objetos o servicios brindados, y por los que reciben un salario. Su misma corpo-realidad se sitúa al centro por ser la materialidad de su vivencia y de la cultura en general. En este entendido, no es posible proponer una explicación sobre la construcción de corpo-realidades que no considere el sistema económico, que funciona como marco referencial de intercambios, ni las normas culturales sobre deseabilidad, belleza y éxito, dado que, en conjunto, integran un modelo explicativo que permite analizar la construcción de corpo-realidades en múltiples dimensiones.

Este acoplamiento es importante al permitir entender y explicar la centralidad de las corpo-realidades en dinámicas complejas que no respondan a parcializaciones de la realidad o se limiten a espacios en concreto (manera más común de analizar las prácticas corporales). En este entendido, es inspirador enlazar los planteamientos sobre las dinámicas de producción y consumo en la que se sitúan las corpo-realidades, las lógicas que han permitido concebir al cuerpo como un objeto de consumo que circula y las razones que llevan a los sujetos a hacerlo al considerar las ganancias que les representaría en su vida. Porque al final, nadie modifica su apariencia por y para sí mismo, siempre es en relación con los otros, sean estos sujetos concretos o simplemente introyectados o abstractos.

En este entendido, los proyectos corporales son un entramado teórico que permita establecer puentes entre lo micro (las corpo-realidades) y lo macro (el capital corporal) que consideren ciertos marcos de acción de los sujetos, pues los deseos e ideales corporales que construyen como metas no están flotando, ni son individuales; deben de ser entendidos desde la complejidad de las interrelaciones culturales y económicas que hacen posibles ciertas representaciones sobre el cuerpo. Esto sin considerar que el abanico de estrategias de alteración corporal es solo posible dada una dinámica de oferta y demanda de modelamiento con estéticas particulares que suelen ser promovidas en medios de comunicación masiva y plataformas virtuales con proyección global.

Seguir pensando que las decisiones que toman los sujetos sobre sus corpo-realidades son aisladas o responden a posiciones simplemente de recepción de contenidos, no abona a entender la complejidad de la realidad social en la que los sujetos encarnan realidades culturales y económicas.

 

Referencias bibliográficas

 

Árles Gómez, J., & Sastre Cifuentes, A. (2007). Prácticas corporales y construcción del sujeto. Hallazgos. Revista de Investigación, 7, 289-310.

Baudrillard, J. (2005). La société de consommation. FolioEssais.

Bourdieu, P. (1990). In other words, essays towards a reflexive sociology. University Press Stanford.

Bourdieu, P. (2003). La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Taurus.

Bourdreau, J.-A., Ferro Higuera, L., & Villamar Ruelas, A. (2020). Ser y estar en lo urbano. Un acercamiento espacio-temporal al tatuaje. Disparidades. Revista de Antropología, 75(2), 1-15.

Braunberger, C. (2000). Revolting Bodies: The Monster Beauty of Tattooed Women. NWSA Journal, 12(2), 1-23.

Christiansen, S. (2009). Written in skin: Suicidegirls. En 2008 European Conference of the Association of Borderland Studies (pp. 45-52). Nordlit.

Czerwacki, A. (2015, junio 28). Daniela Cott: Un largo camino, muchacha. Clarín. https://www.clarin.com/opinion/cartoneros-modelo-villa_caraza_0_SJVbbPFDQl.html?srsltid=AfmBOoq41GQ-9JBEpPLF-UtsPwJN0baF_cekUDUH2_YUdHL0fSh18AzB

Díaz Soloaga, P., & Gómez, P. (2012). Corporalidad femenina, autoestima y discurso de moda: Un estudio cualitativo. Cuestiones de género: de la igualdad y la diferencia, 7, 207-225.

El duro trabajo en las fábricas de celulares de Apple en China. (2017, junio 27). LM NEUQUÉN. https://www.lmneuquen.com/el-duro-trabajo-las-fabricas-celulares-apple-china-n555422

Ferreira, V. (2014). Becoming a heavily tattooed young body: From a bodily experience to a body project. Youth & Society, 46(3), 303-337.

Foucault, M. (1999a). Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. Siglo XXI.

Foucault, M. (1999a). Historia de la sexualidad II. El uso de los placeres. Siglo XXI.

Foucault, M. (1999a). Historia de la sexualidad III. La inquietud de sí. Siglo XXI.

Giddens, A. (1998). Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea. Ediciones Península.

Grognard, C. (1992). Tatouages, tags à l’åme. Syros Alternatives.

Guber, R. (2001). La etnografía, método, campo y reflexividad. Norma.

Hansen, A. (2022). Corpo;reality [University of Borås, Faculty of Textiles, Engineering and Business]. https://www.diva-portal.org/smash/get/diva2:1709638/FULLTEXT01.pdf

Harvey, D. (2007). Espacios de esperanza. AKAL.

Harwood, T., Garry, T., & Belk, R. (2018). Convergence Mark gence Markets: Vir ets: Virtual [Corpo]r tual [Corpo]reality. Markets, Globalization and Development Review, 3(3), 1-27.

Henle, C., Shore, T., Murphy, K., & Marshall, A. (2021). Visible tattoos as a source of employment discrimination among female applicants for a supervisory position. Journal of Business and Psychology, 1-19.

Izcara Palacios, S. (2020). Trata, prostitución y capital erótico. Revista Internacional de Sociología, 78(2), 1-14.

Kogan, L. (2003). La construcción social de los cuerpos o los cuerpos del capitalismo tardío. Persona, 6, 11-21.

Le Breton, D. (2002). Sociología del cuerpo. Nueva Visión.

Le Breton, D. (2010). Firmar o rasgar el cuerpo: Las nuevas generaciones. En E. Muñiz (Ed.), Disciplinas y prácticas corporales. Una mirada a las sociedades contemporáneas (pp. 72-85). Anthropos Universidad Autónoma de México.

Le Breton, D. (2024). Signos de identidad. Tatuajes, piercings y otras marcas corporales. Topía.

López López, M. (2015). Corpo-realidad: Arte, tecnología y lo aparentemente invisible. Revista Croma, Estudos Artísticos, 3(6), 18-27.

López Naranjo, F., Córdova Moreno, R., Heyerdahl Viau, I., & Martínez Nuño, J. M. (2023). Evolución histórica y actualidad de los tatuajes. Fides Et Ratio, 25(25), 45-68.

López Villagrán, G. (2023). Strippers masculinos en Ciudad de México: Aproximación cualitativa. Particularidades de un trabajo sexual mimetizado: Capital erótico con esteroides. Ibeforum, Revista de Ciencias Sociales, 3(2), 1-40.

Mauss, M. (1979). Sociología y Antropología. Tecnos.

Menéndez Menéndez, M. I. (2015). Alianzas conceptuales entre patriarcado y postfeminismo: A propósito del capital erótico. Revista CLEPSYDRA, 13, 45-64.

Molina Derteano, P. (2020). La nueva bestia de la sociología: El capital erótico aposrtes paa su conceptualización, medición e implementación en los estucios sobre discriminación. Revista Científica de UCES, 25(1), 178-207.

Molloy, K., & Wagstaff, D. (2021). Effects of gender, self-rated attractiviness, and mate value on perceptions tattoos. Personality and Individual Differences, 168, 1-7.

Moreno Pestaña, J. L. (2016). La cara oscura del capital erótico. Capitalización del cuerpo y trastornos alimentarios. AKAL.

Moreno Pestaña, J. L. (2020). Cuerpo, capital erótico, explotación. En L. E. Alonso, C. Fernández Rodríguez, & R. Ibáñez Rojo, Estudios sociales sobre el consumo (pp. 1-16). CIS.

Muñiz García, E. (2010). Las prácticas corporales. De la instrumentalidad a la complejidad. En E. Muñiz García (Ed.), Disciplinas y prácticas corporales. Una mirada a las sociedades contemporáneas (pp. 17-50). Anthropos Universidad Autónoma de México.

Muñiz García, E. (2014). Descifrar el cuerpo. Una metáfora para disipar las ansiedades contemporáneas. En A. Garcias Andrade & O. Sabido Ramos, Cuerpo y afectividad en las sociedades contemporánea. Algunas rutas del amor y la experiencia sensible en las ciencias sociales (pp. 279-316). Universidad Autónoma de México.

Palumbo, M. (2019). Capital erótico y expectativas de género: Criterios de selección en mujeres y varones heterosexuales. Sociedade e Cultura. Revista de Pesquisa e Debates em Ciências Sociais, 22(2), 1-17.

Perafán Del Campo, E., Polo Alvis, S., & Caro Pulido, J. (2020). Mirror box: ¿una reivindicación estética sobre el capital erótico de la mujer? Revista Latinoamericana de Sociología Jurídica, 1(1), 183-206.

Pérez Amigo, J. (2022). El cuerpo modificado como proyecto utópico desde una perspectiva feminista. En S. Olivero Guidobono, El camino hacia las sociedades inclusivas (pp. 434-445). Dykinson.

Rangel Lara, T. (2020). El discurso fitness hecho cuerpo. Revista Ciencias y Humanidades, 11(11), 287-313.

Sawday, J. (2008). The art of medicine. Corpo-reality. Perspectives, 372, 528-529.

Shilling, C. (1993). The body and social theory. SAGE Publications.

Un proveedor de Apple recorta el sueldo a sus trabajadores en China. (2023, abril 19). La voz de Galicia. https://www.lavozdegalicia.es/noticia/economia/2023/04/19/proveedor-apple-recorta-sueldo-trabajadores-china/00031681912943658867518.htm

Vásquez Rocca, A. (2005). La moda en la postmodernidad. Deconstrucción del fenómeno fashion. Nómadas, 11, 1-10.

Vigarello, G. (2005a). Historia de la belleza. El cuerpo y el arte de embellecer desde el renacimiento hasta nuestros días. Nueva Visión.

Vigarello, G. (2005b). Corregir el cuerpo: historia de un poder pedagógico. Nueva Visión.

 

 

 

Recepción: 28/02/2025

Evaluado: 12/03/2025

Versión final: 14/04/2025



(*)Dra. en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara. Realiza una estancia posdoctoral desde 2022 y participa en diversos seminarios institucionales sobre corporalidades, educación y autoetnografía.. Correo: trilce.rangel@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3563-6992

 

 

[1] Diversos autores reconocidos internacionalmente han dedicado su vida a rescatar y reflexionar en torno a las maneras en que hemos concebido y vivido nuestra condición corpórea en distintas épocas. Tal vez los ejemplos más conocidos sean Foucault (1999a, 1999b, 1999c), Vigarello (2005a, 2005b) y Le Breton (2002, 2010, 2024).

[2] El rizoma es un modelo, propuesto por Deleuze y Gauttari (1997), que tiene la característica de que cualquier punto puede conectarse con otro. La linealidad es contraria al rizoma y permite entender el funcionamiento de sistemas de manera tridimensional y no consecutiva, donde el antes y el después pueden dejar de tener sentido para la explicación.

[3] Me parece importante apuntar en este momento, aunque será algo que se expondrá con detalle en apartados posteriores, que la elección de estas estrategias de intervención corporal está condicionada a variables como el género, el estrato socioeconómico, la racialización y la edad. No solo por la capacidad de asignar recursos a esto, si no a la concepción misma de atributos que buscan adquirirse en función de las motivaciones y los campos (a lo Bourdieu) en los que se encuentran integrados los sujetos.

[4] Aquí cabe aclarar que el “tatuaje ritual”, se inserta en una lógica grupal en la que este significa para el grupo de origen, son marcas cargadas, ya sea con la edad, alguna hazaña o para denotar adscripción a un clan o a una actividad. El tatuaje, en estos casos, puede ser pensado de manera colectiva. Los sujetos no eligen los diseños, el momento, el área del cuerpo, los colores ni el “artista”, estos son determinados socialmente por la situación. Esta podría ser la distinción más relevante entre el “tatuaje ritual” y lo que podríamos denominar el tatuaje contemporáneo el cual no se instaura (todavía) en alguna etapa de la vida como un acto legítimo que permita que el otro lea en el sujeto algún tipo de datos biográfico-referencial dado su contenido individualista.

[5] En la actualidad ha dejado de ser un consejo y se ha vuelto una secretaría.

[6] Mediante la estrategia de reconstrucción de trayectorias corporales, entrevistas semiestructuradas, charlas informales en gimnasios, estudios de tatuaje y clínicas de belleza y participación observante (Guber, 2001) en cada uno de ellos.

[7] La estancia posdoctoral que estoy realizando también es financiada por la ahora Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (SECIHTI).

[8] El concepto de cuerpo también es empleado en el texto, en menor medida que corpo-realidad, y hace referencia en términos general, y con un uso mayormente vernáculo, a la materialidad del ser, sin que se ponga atención en las vivencias que lo atraviesan o las prácticas que lo moldean.

[9] La discusión que expongo surgió de un proceso reflexivo en el que cuestionaba mi corpo-realidad marcada por un contexto de dietas abrumadoras desde temprana edad por las concepciones de mi madre sobre la belleza vinculada a la delgadez (y al tono de piel) aunado a un proceso de “liberación” y “reclamo” de mi carnalidad durante la adolescencia (Le Breton, 2010), marcado por la adquisición de tatuajes y perforaciones. Durante el desarrollo de la tesis empecé a emplear otras estrategias de intervención corporal: ejercitación de fuerza y tratamientos cosméticos faciales (bótox). Al momento de escribir este texto, poco espacio queda en mi cuerpo sin tatuar, volviéndome un “personaje” peculiar en la academia mexicana dado que conjugo una trayectoria vinculada al desarrollo intelectual, así como un “cuerpo densamente tatuado” y con tono muscular evidente, cuestión que sigue descolocando a muchos, pues opera un imaginario donde “el cultivo de la mente y el cuerpo” son antagónicos.

[10] Considero que no puedo hablar de manera global dado que hay elementos en otras regiones donde cuestiones como la religión y el Estado tienen una injerencia importante en la constitución de las corpo-realidad y, aunque están insertos en dinámicas capitalistas, no es el único sistema que interviene.

[11] En el ámbito académico es el término que se emplea para referir a los tatuajes, piercings, escarificaciones y otras alteraciones de la dermis y partes blandas que son asociadas con “culturas” y estéticas “alternativas”. Existe una discusión en ciernes al respecto sobre si, actualmente, este tipo de marcaciones de la piel, de las que hay registro desde hace poco más de 5.000 años (López Naranjo et al., 2023), siguen siendo “alternativas”, dada la masificación de su empleo en las últimas dos décadas entre los grupos etarios más jóvenes.

[12] Tal vez lo más relevante de este concepto ha sido el debate que se ha generado en torno a él y las posturas antagónicas que se han consolidado. Por un lado, se tiene a una corriente de postfeministas que conciben al capital erótico como una herramienta que emplean las mujeres (aunque los hombres también lo cultivan) para obtener ganancias personales por su apariencia y por el déficit sexual masculino, que se resume en que los hombres quieren más sexo del que obtienen —y lo “justifica” desde presupuestos biologicistas— lo que permite a estas últimas obtener ganancias de otros tipos. Por otro lado, están las feministas críticas del sistema patriarcal, que concibe a las mujeres como objetos sexuales, en el que las desigualdades de género ponen en desventaja a las mujeres para acceder a las mismas oportunidades. El entramado conceptual que propone Hakim sobre el capital erótico parte de una falacia: que la equidad entre los géneros ya ha sido lograda y que entonces las mujeres hacen uso de su capital erótico —atractivo físico, atractivo sexual, habilidades sociales, vitalidad, presentación social, performance sexual y fertilidad, siendo esta última opcional dependiendo de la cultura— de manera “libre”. Tal vez el debate donde más se polarizan las interpretaciones de esto es en el ámbito del trabajo sexual —diferenciada de la trata o esclavitud sexual— dado que, bajo el supuesto de la equidad, la decisión de las mujeres de dedicarse al trabajo sexual sería “libre” y no estaría condicionada por una serie de desigualdades sistémicas que las vulneran. Sin embargo, tenemos datos estadísticos que contravienen esto (Izcara Palacios, 2020; Menéndez Menéndez, 2015). La postura abolicionista, ante todo, no es un posicionamiento contra las mujeres que realizan estas prácticas, es contra la naturalización de las lógicas que la permiten. Tal vez la principal sea la mercantilización del cuerpo de la mujer, pues al convertirlo en objeto sexual/de consumo para los hombres, hace evidente que las desigualdades de género siguen siendo operativas.

[13] En este punto hay una controversia bastante peculiar. Ha habido un ascenso en la apreciación de los cuerpos “trabajados” —mediante el ejercitamiento de fuerza, resistencia y movilidad— y coexiste con el ideal de la delgadez, y aunque pueda parecer, en un primer momento, que son corpo-realidades antagónicas —dado que el ejercitamiento tiende a la ganancia de masa muscular—, ambos estereotipos de belleza comparten un desprecio por la acumulación de grasa en ciertas zonas del cuerpo como el abdomen, brazos y piernas; siendo los únicos lugares aceptables, y de manera moderada, el busto (en mujeres) y nalgas. Entonces, la controversia radica en que pese a que en el discurso fitness se enaltece y pondera la construcción de corpo-realidades en función de destrezas y salud, hay investigaciones que han demostrado que estos discursos tienen capas y actitudes raciclasistas y gordofóbicas que emergen a la menor oportunidad, evidenciando que el ideal de belleza es más relevante que el de salud (Rangel Lara, 2020).

[14] Al respecto hay artículos en medios digitales que exponen las remuneraciones que ofrece la empresa Foxconn en China a los trabajadores que ensamblan smartphones y otros aparatos electrónicos de compañías como Apple, Huawei, Xbox y PlayStation, entre otros, así como estimaciones del costo de producción de los diversos dispositivos. También se han generado piezas de investigación periodística que rescatan, y exponen, las condiciones deplorables en las que se labora en estas armadoras donde los sujetos son “desechables” con turnos de doce horas, viven en hacinamiento y la calidad de vida es inexistente («El duro trabajo en las fábricas de celulares de Apple en China», 2017). Sin mencionar que el salario que reciben por esta labor demandante durante un par de meses no es suficiente para adquirir el dispositivo que fabrican («Un proveedor de Apple recorta el sueldo a sus trabajadores en China», 2023).

[15] Las mujeres jóvenes que empezaron con esta moda fueron “modelos alternativas”, mayormente de ropa interior o productos relacionados con la industria del sexo a finales de los años 90. Se creó un sitio web que servía como escaparate para que ellas —que pagaban suscripción para aparecer— pudieran ir generando redes clientelares.