Adultez(ser): transiciones etarias contemporáneas en la frontera
Guillermo Reyes Rodríguez(*)
Resumen
En este estudio se presentan los primeros hallazgos de una investigación cualitativa sobre la generación de identidad en la edad desde la adultez joven de sujetos frikis[1] de Ciudad Juárez. Al ser la consolidación de ciertos valores y umbrales sociales una condición esperada para la identificación de un sujeto adulto en nuestras sociedades, la dificultad en el cumplimiento de estos elementos esperados vuelve la mirada hacia la conformación de dicha identidad de la edad adulta y los nuevos valores que esta puede tener y los umbrales o transiciones que la han de caracterizar. Partiendo desde el enfoque de curso de vida se realiza una revisión teórica de los cambios en las construcciones etarias en las sociedades contemporáneas, para después presentar una propuesta de construcción de una identidad etaria desde la adultez; al finalizar se expondrán los primeros resultados obtenidos del trabajo de campo con las trayectorias vitales de los sujetos de esta investigación.
Palabras clave: Joven adulto; Identidad, Edad; Curso de vida.
Adult(ing): Contemporary age transition at the border
Abstract
This study presents the first findings of a qualitative research on the generation of identity in the age from young adulthood of geek subjects from Ciudad Juárez. Since the consolidation of certain values and social thresholds is an expected condition for the identification of an adult subject in our societies, the difficulty in meeting these expected elements turns the gaze towards the conformation of said identity of adulthood and the new values that it may have and the thresholds or transitions that must characterize it. Starting from the life course approach, a theoretical review of the changes in age constructions in contemporary societies is carried out, to later present a proposal for the construction of an age identity from adulthood; Finally, the first results obtained from the field work with the vital trajectories of the subjects of this investigation will be exposed.
Key Words: Young adult; Identity; Age; Life course.
Adultez(ser): transiciones etarias contemporáneas en la frontera
Introducción
Probablemente uno de los primeros problemas al intentar definir los criterios de la edad es la cuestión de la identificación con esta. La edad es un asunto cultural que presenta variaciones históricas y espaciales en nuestras sociedades y que se transforma con respecto al tiempo. Quizá uno de los puntos de reflexión desde el cual debemos partir es la consideración de que los grupos de edad están delimitados conforme a órdenes institucionales relacionados con los roles sociales y las características biológicas generales en la población. No obstante, estas delimitaciones se corresponden con estructuras deseables o esperables en otros períodos históricos y es posible que no puedan ser adscribibles por parte de los sujetos contemporáneos, aun si lo quisieran. El tener que corresponder con un grupo de edad, el poder hacerlo y el querer hacerlo al final demuestra una triple encrucijada para todo quien transita la vida en las sociedades post-industriales.
La necesidad de estudiar la identidad etaria de la adultez tiene que ver precisamente con la necesidad de crear “una teoría que señale cuáles son los mecanismos mediante los cuales los individuos, como sujetos, se identifican (o no se identifican) con las «posiciones» a las cuales se los convoca” (Hall, 1996, p.32) y cómo se sobrellevan en la práctica estos mecanismos en la vida de los sujetos adultos, este es precisamente el propósito de esta investigación.
Para este propósito se propone un acercamiento al fenómeno de la edad adulta desde el enfoque de curso de vida propuesto por Dávila y Ghiardo (2012) y Revilla y Tovar (2006), en el cual se explica el fenómeno etario a partir de tres frentes: los efectos de generación, es decir, la diferente socialización que tuvieron los sujetos (grupos de población específicos) cuando tuvieron la misma edad (condicionamientos históricos); en segundo, en los efectos del ciclo vital o las necesidades específicas de cada grupo de edad que denotan su realidad simbólica; y tercero, los efectos de periodo, o mejor, dicho, los cambios sociales (estructurales) que afectan a todos los grupos sociales en un determinado periodo (Revilla y Tovar, 2006). Estos frentes se ven reflejados en las decisiones de los sujetos respecto a cómo eligen y como les es posible transitar a través de los distintos umbrales o ritos de pasajes “deseados” o “esperados” para entrar a la adultez.
Marco Conceptual
Las edades son estados biográficos culturalmente producidos (Feixa en Roberti, 2017) y no dados de una vez y para siempre, ni poseen las mismas características de una cultura a otra (Carneiro y Sampaio, 2015). Los grupos de edad varían respecto a cada sociedad, por ejemplo, en el caso de Japón se le llama niñez a la etapa que antecede a la adultez y en Estados Unidos se le llama adolescencia. Ambos, aunque son procesos ocurridos en el mismo período de tiempo del curso de vida, son asignados con otros nombres y poseen características algo distintas que se deben a diferencias culturales y que también obedecen a cuestiones estructurantes como la clase. La edad, los ethos de los individuos en una misma edad, no va a significar lo mismo en países de primer mundo como en países de tercer mundo, no significa lo mismo para sociedades organizadas para la guerra que para las que están organizadas para el consumo (Gutiérrez y Ríos, 2006). Incluso la asignación o pertenencia a cada grupo de edad puede tener varios indicadores relacionados no solo con los años cumplidos sino con cuestiones como el empleo o la familia. Las trayectorias son moldeadas por el origen social de los sujetos y sus condiciones de vida, tanto como por sus posibilidades de acción (Mora Salas y de Oliveira, 2009).
En el caso de los estudios sobre la adultez joven como grupo etario, toman sus referentes en el fenómeno de la transición a la adultez, entendida esta como una nueva etapa del desarrollo humano en las sociedades contemporáneas occidentalizadas, condicionada por el contexto, con características de desarrollo particulares, no lineales y reversibles, pero en la que se van constituyendo poco a poco los procesos que van a terminar por establecer la adultez como proceso acabado, o como punto de llegada de todos los esfuerzos de construcción identitaria de la juventud (Carneiro y Sampaio, 2015; Mora-Salas y de Oliveira, 2009; Marzana, Pérez-Acosta y González, 2010; Soares, 2010; Urbina y Flores, 2020; Roberti, 2017; Dávila y Ghiardo, 2012; Grin, 2004; Uriarte, 2012; Naradowski, 2011; Dutra-Thomé y Koller, 2014).
Para comenzar a teorizar respecto a la adultez debemos de partir desde la premisa de que existen dos posiciones con respecto a lo que significa llegar a ser adulto. Por una parte, está la visión clásica de lo que significa ser adulto en nuestras sociedades, que entendemos como las definiciones que tuvieron su origen en otros periodos históricos con condiciones sociales distintas a las actuales, es decir, bajo lógicas modernas en sociedades industriales. Por otra parte, la segunda visión parte de la idea de que las condiciones sociales de existencia hoy han cambiado y se corresponden con otras lógicas posmodernas y post-industriales (basadas en el consumo, más que en la producción), y que hoy en día han cambiado también los ritos de pasaje y las formas en que se definen los grupos de edad, al menos desde los roles sociales. Esta segunda visión es en la que se posiciona el trabajo de investigación.
Adultez moderna
La adultez desde la perspectiva moderna es entendida como una etapa del curso de vida que se relaciona sobre todo con el punto en el que se ha alcanzado la madurez biológica y reproductiva y el cumplimiento de responsabilidades sociales productivas y reproductivas.
…el desarrollo se produce de una forma continua sin que haya puntos de inflexión a una edad siempre determinada, aunque ciertos aniversarios puedan marcar hitos desde la percepción individual e incluso social. De ahí que sostenga que no hay una edad clara en que se produce el paso a la etapa adulta, aunque convencionalmente, y desde la perspectiva demográfica, ésta se puede fijar en los 20 años, en que de una forma manifiesta se evoluciona de la adolescencia a la juventud y adultez, de tal modo que a partir de ese aniversario y hasta una edad variable, que puede oscilar entre los 28 y 35 años, la mayoría de las personas se hallan en plena vitalidad fisiológica, biológica y cognitivo-intelectual. (Martín, 2005, s.p.).
Sabemos que la cronologización de la vida y su división en edades periodiza la transición de una etapa a otra e institucionaliza el curso de vida (Grin, 2004). Esto ha permitido que la adultez, en tanto que ha sido concebida como cenit del curso de vida, sea vista como la etapa superior del desarrollo y tenga un papel social privilegiado, y, por tanto, dotado de características específicas, inamovibles que le otorgan poder por sobre otras formas del curso de vida. El adulto posee, es decir, se apropia la capacidad productiva y reproductiva (en tanto que el adultocentrismo está configurado desde el patriarcado) de niños, niñas y mujeres adultas y es a su vez quien otorga dicha posesión a las generaciones venideras, esto dando origen de la relación jerárquica minoridad-mayoridad (Duarte Quapper, 2016).
Esta concepción de la adultez clásica fue producto de contextos sociales modernos y capitalistas que obedecen a lógicas de producción y propiedad. Fue a partir de la modernidad que se construyó lo que entendemos como el adulto independiente y maduro (Grin, 2004), visto así, sobre todo por su capacidad de reproducir socialmente el capital. Esta autonomía y madurez le han valido históricamente al sujeto adulto el privilegio, pero también la obligación, de mantener las condiciones sociales existentes, como por ejemplo la manutención de la dinámica laboral, familiar y económica de la sociedad. La interpretación de la adultez como autónoma y completa ha derivado en la imposición de ciertas conductas hacia los sujetos en esta edad.
Estos elementos de la adultez, que tienen su base en marcadores biológicos y legales, se relacionan con los roles y expectativas sociales vinculadas a la edad por las instituciones sociales. Estos aspectos se fijan en los elementos sociales de construcción de una forma específica de ser adulto, y se complementan con los procesos de individuación e internalización de valores productivos como la independencia, autonomía, responsabilidad y madurez.
El sujeto que comienza su mayoría de edad legal también comienza a verse dirigido o condicionado a alcanzar los roles que corresponden a la adultez como una suerte de responsabilidad social, es decir, un proceso de estructuración social, y por otro lado, el sujeto adulto se construye también a sí mismo a través de los valores representativos de las instituciones que determinan sus roles, convirtiendo así su proceso de autoconstrucción en una característica que le diferencia, de hecho, de las etapas previas de desarrollo como la adolescente.
El problema con la definición moderna (clásica) de la adultez, comienza con este proceso de construcción social y autoconstrucción adulta basada en la coerción o presión social que existe respecto a la asunción de responsabilidades sociales de este grupo de población, basada en el hecho de que es del adulto de quien depende en cierto punto la estructura social futura.
De cuál sea el comportamiento de este subgrupo de adultos jóvenes dependerá en muy buena medida el futuro de la población, porque determinadas por las estructuras económicas e ideológico-culturales de las sociedades, las cohortes que la integran adoptarán actitudes que podrán favorecer la desnatalidad, participando en la planificación familiar, retrasando la edad de entrada en pareja, o reduciendo la descendencia final y el número de hijos hasta poner en riesgo incluso el reemplazo o relevo generacional…En definitiva, el poder de decisión de este grupo es determinante sobre el total de la estructura por edad[...]el grupo de los jóvenes adultos, desde los 20 hasta los 39 años, es el decisivo en las variables directamente relacionadas con la estructura por edad (y también por sexo) y por consiguiente del envejecimiento, esto es, la fecundidad y las migraciones. (Martín, 2005, s.p.).
El cuidado de los otros grupos de población y su existencia misma, literalmente la formación de la pirámide poblacional, dependen en gran medida de las decisiones tomadas durante el periodo comprendido como la adultez, lo cual contribuye a colocar sobre los sujetos una carga social particular, que deja poco espacio para la construcción del propio lugar en la vida social.
Desde esta perspectiva el adulto se ve impelido a construirse a partir de su desempeño de roles. "En los adultos la diferenciación intragrupo ocurre fundamentalmente en términos sociolaborales" (Revilla y Tovar, 2006, p.3) a diferencia de los jóvenes que los hacen a través de contenidos estilísticos (Revilla y Tovar, 2006). Los adultos basarían su identidad, tanto personal como grupal, en mayor parte por su rama laboral según como lo plantean Revilla y Tovar, esto debido a que los adultos y su identidad grupal de edad están supeditados a lo económico: la adquisición de un trabajo estable, independencia económica del hogar en que crecieron, conseguir un espacio donde vivir, mantener una familia, son todos aspectos que se utilizan para definir a un adulto “funcional” y que operan directamente bajo una lógica de capital. Son también los adultos los mayores responsables de la circulación de la economía, dado que, al ser la edad laboral por ley son los principales productores y también quienes tienen las posibilidades económicas para consumir los productos ofertados por el mercado, supeditando parte de sus características identitarias como grupo de edad al aspecto económico.
Debemos considerar que este la adultez no es el único grupo de edad que se encuentra supeditado a lo económico o definido por este. Es a partir de la modernidad que se estipulan las relaciones de producción joven/escuela, adulto/trabajo y vejez/jubilación, asignando así valores productivos a las diferentes etapas de la vida del sujeto; la situación es distinta en sociedades postindustriales pues estas identificaciones etarias se basan más en el consumo que en la productividad (Grin, 2004), que aunque se encuentran igualmente ancladas a lo económico, el estilo posmoderno dicta un desdibujamiento de las líneas etarias, en lugar de remarcarlas, esto se verá a fondo a continuación.
Desde esta perspectiva, los tradicionales reductos adultos no son entendidos como exclusivos de personas experimentadas y maduras. Las distinciones entre la adultez y la adolescencia o juventud se han ido desvaneciendo. Las experiencias de lo que significa ser adulto se han ido transformando y las etapas de transición que antes eran claras, ahora no son un indicador que determine quién está en la adultez y quién no lo está. Las edades de entrada a la adultez consideradas en algunos países occidentalizados se han ido moviendo cada vez más, al punto que se han desarrollado “nuevas etapas” del desarrollo humano como la “adultez emergente” (Arnett, 2008), que es como se ha nombrado a la transición entre la juventud o adolescencia y la adultez que se da entre los 18 y los 25 años en estas sociedades occidentalizadas, no obstante, podemos encontrar propuestas que hablan de otros rangos muy distintos de edad para la entrada a la adultez.
Casi todas las variables, sobre todo las relativas a los factores biológicos, fisiológicos, psicosociales y de salud general, indican que a partir del 35 aniversario en promedio se inicia un proceso de salida y pérdida de la juventud, para entrar progresivamente en una etapa intermedia que conduce a la madurez primero y a la vejez más tarde, y desde el 40 aniversario “las huellas fisiológicas del envejecimiento son cada vez más evidentes” (Berger y Thompson en Martín, 2005, s.p.).
Otro ejemplo de cómo la edad adulta se ha convertido en una serie de elementos variables y no definitorios en términos de la asunción de una etiqueta social etaria o una identificación en la edad, son las transformaciones estructurales que ha ido sufriendo la sociedad, en que los jóvenes de nivel socioeconómico bajo suelen asumir antes los roles de adulto, pero, a su vez, las dificultades económicas pueden representar una prolongación del periodo de residencia en el hogar paterno, esto podría traducirse en una mayor dedicación a los estudios o la necesidad de contribuir a la renta familiar (Duthra-Thomé y Koller, 2014), trayendo también a colación el hecho de que, los adultos jóvenes podrían estar en una situación contradictoria de autonomía y dependencia al mismo tiempo (Cicchelli y Merico, 2007). Así, la adultez se presentaría como una identidad legitimadora (Castells, 2001) en la cual los sujetos vendrían a insertarse solo para reproducir de forma obligatoria los roles sociales institucionalizados, copiando modelos preestablecidos por la generación anterior, aun cuando no cumplieran con los demás requisitos, generando estas contradicciones y trayendo consecuencias negativas para los adultos jóvenes de menor nivel socioeconómico.
Estas contradicciones, generadas sobre todo por la dificultad que representa la inserción exitosa en el campo laboral y el éxito económico (independencia económica, autonomía), llevan a producir estas otras formas de insertarse en la adultez en donde los valores y roles considerados primordialmente adultos puedan no formar parte de estas otras formas de ser adulto hoy. Las desiguales formas de insertarse en lo laboral y de adquisición de bienes materiales, considerados como una meta para la adultez, marcan diferencias intragrupo debido a que:
Los contextos están socialmente estructurados en una conformación que involucra asimetrías sistemáticas en la distribución y acceso a recursos de diferentes tipos. Es decir, las formas simbólicas se distribuyen inequitativamente en campos que son estructurados por diferencias entre grupos como las clases sociales, la etnicidad o rasgos sociodemográficos (Barba, 2017, p.48).
Todos estos procesos actuando al mismo tiempo y cruzando los cuerpos de los sujetos llevan a considerar la edad como un asunto particular y contextualizado, situado a su vez en el tiempo corporal y social específico de los sujetos. Las formas de ser o estar en la edad se considerarían a partir de características específicas de los sujetos en cuestión y a la forma en que atraviesan estos momentos vitales e históricos aludidos arriba. Entonces, la edad se configuraría como el núcleo de un campo de significaciones muy amplio integrado, entre otros, al dominio de la identidad personal de los individuos y de la dinámica de su percepción subjetiva (Gutiérrez y Ríos, 2006, p. 21), y no exclusivamente estructural o impositiva. Es esta percepción subjetiva e identitaria la que permite entender los procesos etarios a través de la experiencia misma de los sujetos y no solo a través de los marcadores sociales de edad y los rituales de paso establecidos.
Desde luego, la generación identitaria de los sujetos en un momento específico de su itinerario vital es un proceso en el que se deben considerar otros aspectos transversales como la clase, etnia, cultura, región, etc., así como las variaciones demográficas y los impactos de los períodos socioeconómicos y culturales (Casal, et al., 2006). Las trayectorias biográficas al ser atravesadas por elementos de distinta índole van configurando formas particulares de asunción de una identidad etaria. Es decir, debemos comprender al sujeto desde donde está situado económica, social, cultural, espacial y temporalmente. Este situar al sujeto nos brinda herramientas para comprender la conformación identitaria de este.
En las sociedades contemporáneas, postindustriales, el fenómeno de la identidad se presenta como un fenómeno de multiplicidades en el cual puede darse la presencia tumultuosa de varias e incluso adherirse y abandonar a distintas identidades.
Para estudiar la identidad etaria de la adultez joven se necesitan considerar elementos particulares del contexto y de la trayectoria biográfica de los sujetos, repensar las etapas de desarrollo, no como estáticas, globales e inmutables sino en términos de clase, etnia, cultura, nacionalidad, etc. (Carneiro y Sampaio, 2015) y desde luego necesitamos también, entender la agencia del sujeto en la producción de su presente y de su identidad.
Los elementos que tienen una mayor consideración en el análisis sobre la constitución etaria identitaria de la adultez joven se pueden dividir en dos ámbitos: a) los estructurales, que constituyen la ocupación como el trabajo o los estudios, el estatus socioeconómico del sujeto, y su trayectoria biográfica, que alude a eventos diferenciados en su curso de vida que pudieron ser decisivos en cierta toma de decisiones respecto a su avance en la vida; y b) los subjetivos, que tienen que ver con las relaciones interpersonales del individuo como su familia de origen, pareja o hijos, y su autodefinición, es decir, cómo se asume y cuáles son los criterios personales que considera en esa identidad adulta, como la carga de valores, la responsabilidad, autonomía, libertad, etc. (Dávila y Ghiardo, 2012; Grin, 2004; Uriarte, 2012; Duthra-Thomé y Koller, 2014; Cicchelli y Merico, 2007; Vosylis, Erentaite y Crocetti, 2017; Landberg, Lee y Noak, 2019; Urbina y Flores, 2020, Marzana et al., 2010).
Las lógicas de la modernidad en su división de roles sociales configuradas principalmente a través de la división internacional del trabajo y la producción y reproducción social del capital, generaban identidades fijas y estables basadas en el trabajo, estudios, estrato socioeconómico, espacio geográfico, la etnia o el género heteronormativo a los que se pertenecía. Todos estos elementos son considerados como identificadores estructurales. No fue sino a partir de la segunda mitad del siglo XX que las etiquetas sociales de las sociedades modernas comenzaron a transformarse y tender hacia el reconocimiento de una multiplicidad de identidades (producto sobre todo de las luchas sociales de ese siglo), no supeditadas a los órdenes industriales que el capitalismo había propuesto, dando pie a los elementos identitarios subjetivos.
El concepto acepta que las identidades nunca se unifican y, en los tiempos de la modernidad tardía, están cada vez más fragmentadas y fracturadas; nunca son singulares, sino construidas de múltiples maneras a través de discursos, prácticas y posiciones diferentes, a menudo cruzados y antagónicos. (Hall, 1996, p.17).
Riquelme (2018) dice que la identidad personal (subjetiva) es algo que sigue construyéndose y modificándose aun durante la adultez pues no es algo que dependa del todo del individuo. La elaboración de una identidad personal se basa no solo en roles sociales o valores atribuidos a un grupo de edad, sino que puede ser constituida con base en elementos culturales o en grupos de afinidad. Estos elementos fungen como formas de reconocerse, aproximarse a la cultura e insertarse en lo social que les diferencian de viejos discursos que instauraban formas particulares de ser y estar en la adultez, es decir, concebimos la identidad etaria de estos sujetos como órdenes socioculturales que permiten contemplar los elementos sociales más amplios en los que se inserta el sujeto, en conjunto con una serie de autoadscripciones electivas.
Dicho esto, la propuesta para construir una identidad etaria adulta joven se conformaría a partir de los elementos presentados a continuación.
Entendemos que la identidad no es innata, sino que se construye social y culturalmente (Castells, 2010); tiene dos aspectos determinantes, la adscripción objetiva a órdenes sociales de edad, nacionalidad, sexo, estatus socioeconómico, etc., y la apreciación subjetiva, que se conforma por un proceso doble, de autoidentificación, y asignación de identificaciones por parte de los otros (yo soy lo que yo creo que soy, así como lo que los otros creen que soy) (Goffman, 2006), además de un aspecto flexible en el que “negocio” mi identificación con los otros (dialéctica entre lo macro y lo micro) (Alejos, 2006). La identidad también se configura a través de la diferencia o distinción, es decir, no solo con lo que me identifico sino con lo que excluyo o considero como diferente o no propio de mí (Hall, 1996; Alejos, 2006); y tiene que ver también con el proceso doble conformado por los grupos a los que pertenezco y las características psíquicas propias de mi individualidad (Gimenez, 2009).
Llevando esto a la identidad etaria tenemos que esta se construye a partir de la diferencia, pero no solo una diferencia de los otros contemporáneos, sino que existe una diferenciación con los otros históricos, es decir, que un adulto hoy, por ejemplo, no solo lo es en tanto que se distingue de un joven o un anciano de su misma línea de tiempo, sino lo es también en tanto que se distingue de quienes fueron considerados adultos en otros tiempos, espacios y culturas. La identidad etaria no es unívoca y tiene matices regionales, por sexo y estatus socioeconómico, de tal manera que un hombre adulto, en Estados Unidos, de estatus socioeconómico alto no tendría las mismas responsabilidades, ni entraría a dicha adultez a la misma edad ni en las mismas condiciones (ni habría tenido las mismas experiencias de vida) que una mujer adulta en México siendo de clase pobre.
También la identidad etaria obedece a las normativas sociales de entrada y salida de ciertos grupos de edad basados en la edad numérica y los ritos de paso, y estos permiten a su vez que los otros puedan atribuirle cierta etiqueta etaria de adulto, joven o adulto mayor, lo cual no necesariamente va a encajar con la forma en que el sujeto en cuestión se sienta o se autoperciba, o los grupos de pertenencia a los cuáles se adhiera. Aunque es verdad que existe un desarrollo biológico relacionado con las funciones y maduración del cuerpo en general y del cerebro en particular, estos no se generan tampoco en la misma forma en todos los seres humanos y hay factores sociales que llegan a influir drásticamente en este desarrollo, generando diferencias incluso en el crecimiento en edades tempranas (ONU, 2022). Esto, de la misma forma que puede suceder con un trastorno, trauma o con condiciones de nacimiento, puede llegar a afectar las características psíquicas de una persona, diferenciándola del resto de personas de su edad.
La “etariedad”, que es como se ha decidido nombrar a las características pertenecientes a determinadas etapas del desarrollo o curso de vida en una sociedad, se configura, no únicamente a través de la edad cronológica de los sujetos, sino de la serie de rituales, pasos o umbrales sociales necesarios para considerarse dentro de un grupo etario específico; además de esto, la etariedad se ve influida también por la autopercepción y la identificación por parte de los otros (exclusión y diferencia). Tomando en consideración que la etariedad se configura por aspectos, no solo objetivos (estructurales) sino también por aspectos subjetivos (autoadscripción), podemos hablar de que es posible una identidad etaria, que genera pertenencia, seguridad del yo y una relación específica con el mundo y con los otros.
Para este estudio se utilizó el enfoque de curso de vida, que alude a la institucionalización de nuevos “ritos de pasaje” y la conceptualización de los eventos en la trayectoria vital de los individuos como puntos de ruptura (Roberti, 2017; Mora-Salas y Oliveira, 2009). Lo que se hizo con el trabajo de campo es explorar las rupturas de los sujetos con los umbrales de transición a la adultez “clásicos” o modernos (salida de la casa en que crecieron o la consolidación de un hogar propio; la consolidación de una relación de pareja estable y el nacimiento del primer hijo (Nascimento y Álvaro, 2014).), y la forma en que se viven nuevas formas de transitar a la adultez (nuevos ritos de pasaje), esto para identificar los cortes generacionales que nos permitan ver con claridad la generación de una identidad etaria adulta joven.
Se ha escogido Ciudad Juárez como el centro de investigación debido a que en la última década (periodo de “adultización” de los adultos jóvenes de este estudio) se han presentado una serie de fenómenos sociales que han cambiado las formas de entrada a la adultez clásica como disminuciones de población general, matrimonios, viviendas habitadas y el número de personas por vivienda, así como un aumento en el grado promedio de escolaridad y una disminución de la pobreza (CONEVAL, 2020; INEGI, 2020); estas problemáticas derivadas de la violencia extrema del narcotráfico de 2008-2013 y la crisis económica norteamericana de 2008.
Mediante entrevistas a profundidad con 12 adultos jóvenes de Ciudad Juárez (8 hombres, 4 mujeres); se ha escogido el grupo de edad entre los 26 y los 39 años, esto basado en el fin de la adultez emergente de la que habla Arnett (2008) en Estados Unidos (26 años), y el límite de la edad adulta joven según la psicología evolutiva propuesta por Dörr, Gorostegui y Bascuñán (2008)[2]. En las entrevistas se han logrado identificar varios elementos de la experiencia de los sujetos relacionados con los ritos de paso y eventos de ruptura en su proceso de adultización, así como las condiciones estructurales por las cuales atraviesan en la transición de estos umbrales y el papel del consumo en la autoconstrucción de su identidad adulta.
Primeros hallazgos
El primer aspecto por abordar es el relacionado con la forma en que los sujetos se adscriben a lo que consideran adultez. A partir de las conversaciones surge la idea de un adulto “incompleto” es decir, “no 100% adulto”, un “adulto chiquito” que no tiene todavía todas las herramientas para poder valerse por sí mismo. Esta idea del adulto incompleto viene del hecho de que, para los sujetos de la investigación el ser un adulto implica cierto grado de independencia y autonomía económicas y sociales (sostenerse a sí mismo económicamente y resolver los propios problemas sin ayuda de terceros) y el no lograr por completo esta autonomía e independencia les genera la sensación de que aún les falta camino por recorrer hacia la adultez. Aun cuando posean casa propia, vivan en pareja, tengan trabajo estable o hijos, la sensación de la “adultez pequeña” sigue presente en tanto que necesitan aún de sus redes familiares o de otros “verdaderos adultos” para aconsejarles en la resolución de problemas. Esta idea del adulto incompleto tiene que ver con dos elementos.
En primer lugar, podría decirse que las condiciones sociales de los sujetos como el prolongamiento de los estudios y el encarecimiento de los elementos necesarios para vivir de forma autónoma como la vivienda y la comida han llevado a un prolongamiento de la estadía en la familia de origen y también a un aplazamiento en la adquisición de bienes inmuebles. Estas condiciones de seguir siendo estudiante y seguir viviendo en casa de los padres, son una forma de conservación del estado social del sujeto, es decir, se sigue viviendo, al menos en la cotidianidad, en el mismo estado desde la minoridad hasta casi los treinta años o superándolos en algunos casos, lo que da una sensación de prolongación del estado de juventud. Los sujetos se insertan en dinámicas que ellos consideran adultas como la autonomía en el uso de su tiempo y en la adquisición de bienes materiales, así como en la adquisición de un empleo formal y la planificación de la propia vida, pero el hecho de que aun existan “pendientes” por completar en una lista de metas de vida para lograr la autonomía total es que se traslapan la sensación de seguir sintiéndose parte joven y parte adulto.
En segundo lugar, las generaciones anteriores a ellos influyen en su concepción de lo que significa adultizarse. En el modelo que tienen los sujetos del adulto, la resolución de problemas y la adquisición de habilidades para la vida forman una parte vital. Desde su perspectiva es necesario que el adulto sepa hacer las cosas por su propia cuenta y en mayor medida sin ayuda de otros. Esto significa que se tiene que cumplir cierto estándar de habilidades sociales como la realización de trámites y gestiones (seguro social, fondo de ahorro, pago de impuestos) y la resolución de problemas (responder ante un choque, arreglar un aire acondicionado, cuidar de un menor). Estos estándares, si bien son considerados por ellos como parte de ser un “ser humano funcional”, en realidad el desconocimiento de estas destrezas puede llevar al pensamiento de no sentirse plenamente un adulto. Esta serie de habilidades sociales, que eran o son manejadas por la generación anterior, pueden llegar a ser pautas que sujetan a estos individuos a la idea de adulto incompleto, aun cuando las condiciones sociales actuales son distintas.
Ahora, el “atraso” en el cumplimiento de determinados umbrales de adultez puede no representar necesariamente una incompletud en el sentido negativo de la palabra, sino que también puede ser visto como una ventaja aprovechada por los sujetos para el desarrollo pleno de su vida profesional e incluso para el goce de sus recursos para el ocio. El vivir en casa de los padres hasta avanzada edad podría ser considerado como un privilegio y no como un problema, la educación superior puede ser un ejemplo en este aspecto, en tanto que los sujetos ven a la educación como una forma de superación y de oportunidades de crecimiento y aun con dificultades intentan a toda costa obtener su título para mejorar su vida y comenzar a cumplir sus metas, razón por la cual permanecen en casa de los padres hasta ver cumplida esta meta académica y estar listos para la vida laboral, la cual a su vez les abriría las puertas para el cumplimiento de otras metas. También, el permanecer en casa de los padres y no hacerse cargo de gastos de techo, comida o de hijos puede representar una ventana de oportunidad para la satisfacción de gustos materiales. Para los sujetos que ya adquirieron responsabilidades económicas de sustento, es más complicado hacerse de estos objetos ahora que tienen otras prioridades, de la misma forma que ocurre con el tiempo, es decir, que los recursos, hablando de tiempo, dinero y atención (energías) tienen que priorizarse hacia el sustento y dejar de enfocarse en los hobbies.
El valor del trabajo
La sociedad juarense tiene la particularidad de situarse en una de las fronteras más importantes del mundo, debido a su colindancia con Estados Unidos esta posición estratégica ha dotado a la ciudad de oportunidades laborales de diversos tipos, desde el comercio hasta la industria[3] llegada a Juárez hace al menos 60 años.
En el caso de los sujetos de la entrevista, estos han trabajado o trabajan actualmente en la industria tanto como operadores, técnicos o ingenieros; además poseen un estatus laboral activo, el cual mantienen desde que eran menores de edad y tienen planes de continuar desarrollándose en el campo laboral en el que están insertos actualmente. Asegurar un trabajo estable es la prioridad antes de concretar otro tipo de planes a futuro, tal como lo dijo Ángel uno de los sujetos de la investigación tras platicar sobre la posibilidad de formar una familia con su actual pareja:
Ángel (33). Se habló sobre que me permita primero acabar la carrera [Ingeniería industrial] para no batallar por pedos económicos tan, tan complicados… El plan hasta ahorita es acabando aquí la carrera es ir a buscar trabajo a Johnson and Johnson, Bosch o Smart porque tengo contactos ahí.
Los primeros dos espacios laborales de los que habla el sujeto son empresas maquiladoras y el tercero es un supermercado local, en los tres espacios el sujeto ya había tenido experiencia laborando como obrero y contador respectivamente. La necesidad de vincularse laboralmente a la maquiladora deriva de su idea general de que la industria manufacturera es particularmente fructífera en la ciudad y permite una seguridad (estabilidad) económica mayor que el resto de los puestos de trabajo.
De las entrevistas también podemos observar, en lo relacionado al trabajo, que la situación laboral juega un papel crucial en la decisión de querer formar una familia propia, debido a que no se busca concretar un plan más formal con la pareja o adquirir una casa propia a menos que su estatus económico se los permita, aludiendo a que la situación económica es complicada y no da pie a generar una seguridad laboral/económica propicia para independizarse.
Eduardo (32). He hablado con mi pareja pues de que, si queremos casarnos y hacer familia, pero todavía estamos en…viendo más que nada económicamente que podamos mantener una familia. Ahorita siento que con mi ingreso está bien para mantenerme a mí mismo, pero no me da para en caso de algo una emergencia, no bastaría para mantener una familia...incluso no siento que sea suficiente para mantener a dos personas ni siquiera.
La incertidumbre que genera la inestabilidad laboral o la falta de seguridad económica impacta en aspectos tan fundamentales del sujeto como la constitución de una familia, aunque existen otros elementos en la toma de decisiones respecto a este ámbito.
Familia y hogar
La formación de una familia propia aparece en el discurso de los entrevistados como un elemento importante a considerar en sus vidas, al menos en el mediano plazo; la formalización del vínculo con la pareja está supeditado más bien a la formación de un “hogar” o a la cohabitación más que a la vinculación legal o religiosa.
En el caso de los hijos, estos aparecen como un plan en la vida no prioritario, posterior a los demás elementos abordados en la entrevista como el trabajo, la adquisición de una casa propia y la formalización con la pareja. Esta postergación de los hijos se debe en gran parte a la idea de que la crianza de los hijos es un asunto que requiere de mucha responsabilidad para la cual se necesita cierta preparación. Ángel, uno de los sujetos de la investigación, comenta al respecto:
Ángel (33). Cualquier acción que tú hagas como persona, como padre no sabes cómo afecta al niño, puedes solo no dejarlo ir a un partido de fútbol con sus amigos y ya lo traumaste. Son responsabilidades muy grandes que la gente se toma muy a la ligera cuando decide tener hijos. Y como un niño que le tocó tener que hacer muchas cosas por sí mismo, ya que su señora madre tenía que trabajar todo el día pues tampoco le veo mucho el caso a involucrarme en algo si no estoy seguro de que puedo invertir el tiempo, la energía y el esfuerzo que requiere…
Este discurso puede representar el cambio de paradigma de la sociedad contemporánea respecto a la crianza de los hijos y la formación de una familia, ya que refleja la idea de tener especial cuidado en tener hijos y criarlos apropiadamente, sobre todo, pero no exclusivamente, basado en el propio pasado y las circunstancias adversas de la propia crianza. La definición de responsabilidad en este ámbito particular tiene un lugar especial, pues aparece constante en el discurso de los sujetos como un elemento clave para considerar tener hijos y criarlos.
Otro de los aspectos relacionado con las decisiones de tener hijos está relacionado con la percepción de las circunstancias económicas globales y las dificultades del mundo de hoy que no se prestan para el cuidado y la asunción de responsabilidad sobre un infante. Esta situación la podemos ver en lo que dice Ismael, uno de los entrevistados, él lo manifiesta con relación a la situación del mundo actual al preguntarle las razones de por qué no quiere tener hijos:
Ismael (30). Porque son caros los hijos, meramente por eso…la principal que son caros y ya somos muchos en el planeta. La típica de milenials: o sea si hay mucho por vivir, muy padre todo, pero hay cosas muy muy feas en el mundo como para estar trayendo más [personas], yo si pienso que el calentamiento global nos va a matar en diez años así que ya pa qué.
Esta percepción cataclísmica del mundo está fundada también en la propia experiencia y visión del mundo, pero así mismo, existe un componente de cuidado de sí mismo como prioridad en el discurso de ambos entrevistados, lo que también podría interpretarse como “egoísmo” (Eduardo, 32) o inseguridad sobre la propia capacidad económica para el sustento como lo manifiesta Eduardo (32), otro de los entrevistados.
Un asunto más que se vincula con el asunto de la familia es el de la adquisición de un espacio propio en donde formarla. La adquisición de una casa propia es un elemento que aparece en las entrevistas con todos los sujetos de la investigación, no obstante, todos parecen acordar en lo complicado, económicamente, que esto resulta y, aunque todos se sienten con la seguridad de lograrlo en el mediano plazo, reconocen que las circunstancias sociales actuales no se prestan para poder adquirir una casa propia tan fácilmente y solo es posible con el apoyo y la colaboración de su pareja.
Ideas sobre la adultez
Si bien se puede notar un cambio (aplazamiento) en el cumplimiento de los umbrales considerados necesarios para entrar en la adultez, la necesidad de cumplirlos como parte de la transición por la vida sigue presente en los sujetos de la investigación. De la misma forma ocurre con los valores, bajo los cuales la asunción de la adultez obedece a los conceptos de madurez, independencia y responsabilidad, mismos que aparecen en los discursos de los sujetos al momento de abordar el tema de lo que consideran como adulto.
Aunque estos conceptos conservados por los sujetos se corresponden con los valores clásicos asignados a un sujeto adulto en las sociedades modernas, el contraste con respecto a lo que antes era considerado adulto y lo que es ser adulto hoy es muy evidente en el discurso de los sujetos:
Alan (32). Si hay una disparidad ahí, si tomamos en cuenta que mis papás son mí unidad de medición de qué punto voy de mi adultez, pues yo sí me siento tal vez un poquito atrasado en comparación de ellos, pero al mismo tiempo no me frustra demasiado ni me quita el sueño y sentir que no voy a la par de la adultez de mis padres, simplemente, las épocas son otras y me estoy concentrando también en otras cosas. Estoy tratando de construir mi vida con bases sólidas, estoy tratando de irme a la segura en la vida.
Otro de los entrevistados se expresa respecto a las diferencias entre generaciones, defendiendo la idea de que el cambio ha sido para bien al final de cuentas:
Roberto (31). A lo mejor podemos no tener una casa, a lo mejor no tener una familia construida, un matrimonio, pero siento que es una generación un poco más feliz que lo que fueron nuestros padres, por el hecho de que podemos inspeccionar más en lo que nos gusta y tanto como hombres como mujeres, a lo mejor y podemos ver que hay aún una mayor libertad sexual, una mayor libertad de decidir, yo no me quiero casar y quiero viajar…
Este reconocimiento del cambio histórico nos ayuda a pensar que existe un rompimiento con la reproducción de los órdenes adultos de generaciones previas, tanto por los cambios sociales como las crisis económicas, aumento en los precios de la vivienda, aumento en la escolaridad y el cambio cultural, como por el deseo de romper con las formas anteriores de socialización. Es decir, en lugar del deseo de tomar la batuta generacional como adultos y cumplir con las expectativas y roles como reproductores del orden adultocéntrico, existe un reconocimiento del cambio, la diferencia y la transformación social respecto a lo que significa ser adulto en la contemporaneidad.
Conclusiones preliminares
Las expresiones de los sujetos de la investigación hacen alusión a que existen ciertos parámetros con los adultos de las generaciones anteriores que, si se quisieran cumplir provocarían un problema para la forma en que estos ven su progreso en la vida, es decir, con cierto “atraso”, no obstante, estos optan por diferenciarse claramente de aquellos adultos, primero bajo el reconocimiento de que la situación social como la relación estudios/trabajo ha cambiado, así como se han dificultado (encarecido) logros como la obtención de una casa o el sustento de una familia; y segundo, bajo la premisa de que ese desfase temporal respecto a la obtención de ciertas metas sociales no solo es anticipado sino que se desea, en tanto que esto demuestra un grado mayor de libertad respecto al cumplimiento de pautas o umbrales indispensables para considerarse adultos.
La identidad etaria de los adultos jóvenes de Ciudad Juárez se articula mediante aspectos estructurales como la edad numérica, maduraciones psicobiológicas, matices regionales, sexo y estatus socioeconómico, así como subjetivos, como las diferencias con otros contemporáneos, diferencias con otros históricos, el “yo para otros” y la autoadscripción (identidad personal).
En la sociedad juarense se ha observado que la mayoría de edad implica un cambio del estado legal de los sujetos, pero no necesariamente un cambio de vida, de actitudes o de estatus, pues ciertamente se conservan varias prácticas de la adolescencia hasta varios años después de haber cumplido la mayoría de edad legal; el verdadero problema es cuando se acerca o sobrepasa los 30 años de edad que es cuando comienza todo un proceso de reflexión respecto a las metas cumplidas y los roles de vida logrados. En este sentido podemos decir que las maduraciones psico-biológicas avanzan en los cuerpos de las personas, pero no es hasta que se está socialmente listo que se hace uso de estas capacidades adquiridas en el curso de vida en las cuales el desarrollo físico y mental pueden ser utilizados para la resolución de todos los problemas presentes en sociedad. Este cambio de estatus que se busca para poder considerarse “plenamente adulto” ocurre con varias similitudes entre hombres y mujeres en tanto que el tiempo de ocurrencia termina siendo el mismo y es afrontado con una actitud similar, sin embargo las distinciones se fundamentan en experiencias del pasado en las cuales a las mujeres se les encuentra en un proceso más individual, es decir, un proceso que ellas tienen que enfrentar sin la ayuda de una pareja necesariamente (al contrario de los hombres).
Las similitudes entre hombres y mujeres tienen que ver con el estatus económico, así como el nivel educativo que poseen. Al ser sujetos con un alto nivel de estudios y que no tuvieron problemas económicos que les dejaran en una situación de carencia de sus necesidades básicas ni de supervivencia, les es posible acceder a otros espacios en donde fortalecer su situación económica, aunque con las dificultades y retos que la sociedad contemporánea presenta como la dificultad para incorporarse a un trabajo formal con todas las prestaciones de ley, facilidades para la adquisición de una vivienda e incluso el capital necesario para ser responsable económico por otra persona a parte de sí mismos.
Para ser considerado un adulto hoy, los sujetos buscan un punto medio entre lo que fueron sus padres y lo que son las nuevas generaciones. En efecto, existe una clara diferenciación entre ellos y sus padres y entre ellos y los más jóvenes. Esta diferenciación tiene que ver con la forma en que conciben el mundo y entienden su papel en él y hacia los otros, el hecho de pensar que los “más adultos” no fueron tan responsables con ellos en su infancia y el pensar que los más jóvenes desconocen muchas cosas del mundo y no les interesa verlas, habla mucho de la forma en que los sujetos conciben su propio lugar en la sociedad actual. Estas mismas situaciones les ayudan también a distinguirse con los adultos de otras épocas, pues entienden que los tiempos han cambiado, así como la formación, las condiciones sociales y el mundo en general. Además, los adultos jóvenes encuentran en las prácticas de consumo, kits de identidad a los que son afines y pueden adscribirse para así ser reconocidos por los otros y sentirse parte de grupos o comunidades con quienes compartan estos elementos.
Como parte de las posibilidades futuras para este trabajo de investigación está el papel que juega el consumo cultural en el curso de vida de los sujetos, aunado a los elementos de identidad y edad adulta ya presentados. En tanto que la identidad etaria de los adultos jóvenes en Ciudad Juárez termina por ser un conjunto de las experiencias vitales de los individuos es posible sumar a los elementos que influyen en su generación de identidad como la crisis de la vivienda, la escasez de seguridad laboral y el resguardo como estrategia de resistencia a la violencia, también el volumen de mercancías accesibles por la frontera con El Paso Tx., la oferta de contenidos audiovisuales juveniles americano-japoneses en la barra televisiva infantil en la década de los 90, la llegada del internet en casa durante la adolescencia, así como las computadoras personales y los teléfonos celulares, y la normalización del consumo Geek para todo público producto de la explosión mediática de los productos Geek en todos los medios actuales.
Ser un adulto joven en Ciudad Juárez significa intentar cumplir con los roles sociales adultos que las generaciones anteriores esperan de ellos, pero no en los mismos tiempos ni en la misma medida; significa batallar con los obstáculos socio-económicos que implica atravesar los umbrales a la adultez hoy en día pero con la consciencia de que no se cumple por mandato sino que se es libre de decidir lo que se quiere para la propia vida, incluida la conservación de prácticas culturales de la juventud.
Bibliografía
Alejos, J. (2006). Identidad y alteridad en Bajtín. Acta poética, 27(1), 45-61.
Arnett, J. (2008). Adolescencia y adultez emergente. Un enfoque cultural. Pearson Education ED. México.
Barba, R. (2017). Otakus mexicanos. El análisis de la cultura participativa de aficionados a las narrativas transmediales japonesas. Tesis. Universidad Autónoma de Aguascalientes
Carneiro VT, Sampaio SMR. (2015). Adultez emergente: um fenômeno normativo? revista saúde e ciência On line,; 4(1): 32-40.
Castells, M. (2001). La era de la información. Economía sociedad y cultura. Vol. 2 El poder de la identidad. Siglo XXI editores
Coneval. (2020). Informe de Pobreza y Evaluación 2020. Chihuahua
Dávila, O. Ghiardo, F. (2012). Transiciones a la vida adulta: generaciones y cambio social en chile. última década nº37, cidpa valparaíso, diciembre 2012, PP. 69-83.
Dörr, A. Gorostegui, A. Bascuñán, R. (2008). Psicología general y evolutiva Editorial Mediterráneo Ltda.2008. ISBN: 978-956-220-273-2
Duarte, K. (2016). Genealogía del adultocentrismo. La genealogía de un patriarcado adultocéntrico. En Duarte, K. Álvarez, C. (Ed.) Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan. (17-47). Santiago: Edición de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile
Dutra-Thomé, L., & Koller, S. H. (2014). Emerging adulthood in Brazilians of differing socioeconomic status: Transition to adulthood. Paidéia (Ribeirão Preto), 24(59), 313-322. doi:10.1590/1982-43272459201405
Goffman, E. (2006). Estigma. Ed. Amorrortu. Buenos Aires.
Gutierrez, E. Rios, P. (2006). Envejecimiento y campo de la edad: elementos sobre la pertinencia del conocimiento gerontológico. Ultima década 25, cidpa valparaíso, pp. 11-41.
Hall, S. du Gray, P. (1996). Cuestiones de identidad cultural. Amorrortu ed. Buenos Aires
https://www.cultura.gob.ar/media/uploads/jovenes_y_consumos_culturales_1.pdf
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. Censo de población y vivienda 2020.
Iwancow, A. E. (2005, September). A cultura do consumo e o adultescente. In Congresso Brasileiro de Ciências da Comunicação, 28, pp. 5-9.
Landberg, M. Lee, B. Noack, P. (2019). What Alters the Experience of Emerging Adulthood? How the Experience of Emerging Adulthood Differs According to Socioeconomic Status and Critical Life Events. Emerging Adulthood 1-15 ª 2019 Society for the Study of Emerging Adulthood and SAGE Publishing Article reuse guidelines: sagepub.com/journals-permissions DOI: 10.1177/2167696819831793 journals.sagepub.com/home/eax
Limas, M. (2022). “¿Qué tipo de ciudad es Juárez, Chihuahua? Polémicas y dilemas desde su población”. En Urbina, F. (Coord.). Viviendo Joven en Ciudad Juárez (0 - Draft) [Computer software]. Zenodo. https://doi.org/10.5281/zenodo.6584079
Martín, J. (2005). Los factores definitorios de los grandes grupos de edad de la población: tipos, subgrupos y umbrales. Revista Scripta Nova. Universidad de Barcelona, IX (190). Consultado en http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-190.htm
Marzana, D. & Pérez-Acosta, A. Marta, E. & González, M. (2010). La transición a la edad adulta en Colombia: una lectura relacional. Avances en Psicología Latinoamericana, 28(1),99-112 [fecha de Consulta 17 de marzo de 2021]. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=799/79915029009
Mora Salas, M., & de Oliveira, O. de (2009). Los jóvenes en el inicio de la vida adulta: trayectorias, transiciones y subjetividades. Estudios Sociológicos, XXVII(79), 267-289.[fecha de Consulta 15 de Abril de 2021]. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=59820689009
Nascimento Coelho, R. Álvaro Estramiano, J. (2014). Alargamiento de la juventud e identidad: Un estudio de los procesos de transición a la vida adulta de jóvenes en Brasil y España. Athenea Digital, 14 (2), pp. 21-37.
ONU. (2022). Desnutrición infantil. Consultado en: https://www.unicef.org/mexico/desnutrici%C3%B3n-infantil
Soares, T. (2010). Adolescentes e adultescentes na contemporaneidade. Revista IGT na Rede, 7 (12), pág. 18 de 25.
Urbina, F. Flores, G. (2020). Transiciones a la adultez. Prácticas e imaginarios del dejar de ser joven de adultos jóvenes y adultos mayores en Puebla y Monterrey |Número 27 / Época 2 / Año 27 / marzo de 2020 - agosto de 2020
Uriarte, J. 2012. Autopercepción de la identidad en la transición a la edad adulta. Año 2007. Volumen 12. Nº 2. Págs. 279-292
Recepción: 07/03/2023
Evaluado: 27/09/2023
Versión Final: 06/10/2023
(*)Maestro en Trabajo Social. Estudiante del Doctorado en Estudios Socioculturales en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Correo electrónico institucional: al308136@edu.uaa.mx ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9095-2923
[1] El trabajo de investigación del cual se origina este artículo explora tres facetas distintas del sujeto: identidad, edad y consumo cultural friki. No obstante, en este trabajo se mostrarán los análisis y/o cruces relacionados únicamente con la edad y la identidad, dejando el elemento de consumo cultural como una posibilidad de cruce para futuros trabajos.
[2] Este trabajo pretende generar un cambio en las formas en que se conciben los límites etarios y las etapas del desarrollo humano delimitadas por edades numéricas, no obstante, el uso de estas fronteras poblacionales tiene más una utilidad práctica, por una parte, para el trabajo de campo y por otra para facilitar la comprensión del lector sobre el rango de población sobre la que se desea problematizar.
[3] La mayoría de los habitantes con alguna actividad laboral se ocupan en la misma localidad o bien en opciones laborales que se ofrecen en el otro lado de la frontera. Los indicadores revelaron que este municipio fronterizo, pese a que en el trimestre marzo-mayo hubo una pérdida de empleos formales (13,987), concentró poco más de la mitad (52.21%) de los empleos formales del estado de Chihuahua al registrar una cifra de 467,011 a finales del año 2020; de los cuales el 64.21% (299,902) eran empleados de la industria maquiladora de exportación. En noviembre 2020, se contaron 42,648 unidades económicas activas donde la mayoría eran micronegocios (8 de cada 10) y la minoría eran grandes empresas (0.80%). (Limas, 2022, p.17).